domingo, 7 de diciembre de 2008

Efemérides y fin de la sequía blogera

Por fin después de diez y ocho días sin escribir nada en este mi blog, hoy me decido a poner fin a tanta sequía "blogera", aunque tal vez esta última palabreja, no dejará a lo mejor de ser un propio disparate.

También, como casi siempre que entro sucede, hoy se cumple otro aniversario y creo que supuso el principio del fin de una etapa principal en mi vida. Hoy 7 de diciembre se cumplen 15 años de la primera operación que hicieron a mi mujer. Después siguió todo el rosario de circunstancias y contrariedades hasta el desenlace fatal.

Creo recordar, que alguien de vosotros en una entrada que hizo a mi blog, dejó entrever que siempre me envuelvo en cuestiones y hechos de puro pesimismo. Posiblemente pueda considerarse así, ya que reconozco que en los acontecimientos en los que más resalto el suceder, lo haya sido en los que han supuesto una contrariedad, o lo que es peor, una desgracia para el devenir de mi propia vida. Pero seguro que todo ello pueda ser por el mayor realismo que siempre trato de darle a los propios acontecieres a lo que haga referencia.

Además de ser optimista por naturaleza, a lo largo de toda mi existencia, las adversidades he sabido sobrellevarlas con entereza y en las que más me han afectado a mí personalmente, he procurado lamer mis heridas en las mayor intimidad, sin que mis desencantos pudieran llegar a incidir negativamente el devenir de mis mas allegados. Por añadidura a todo ésto, siempre me he considerado un ser privilegiado y feliz, dado a que en la inmensa mayoría de todo lo que me ha sucedido, Dios o el destino, han sido siempre largamente generosos y me han colmado de dichas, muy particularmente en lo que a la conformación de mi propia familia se refiere.

Desde mi primera niñez hasta el día de hoy, que ya rebasan los treinta mil, la inmensa mayoría de ellos, he dado gracias por todo cuanto se me concedía.

Con respecto al dato que hago mención en el párrafo anterior, cito el hecho del tiro que me dieron en la Nochebuena de 1950, y en su consecuencia estuve hospitalizado hasta el 22 de febrero siguiente. Mis padres y hermanos se enteraron de tal hecho, en el mes de agosto siguiente cuando fui con permiso a mi pueblo y todavía cojeaba visiblemente, por lo cual me vi en la obligación de exponer las causas de mi deficiencia física.

Pese a la falta de afecto y soledad en que pase aquellas Navidades, siempre consideré, y aún hoy sigo haciéndolo, el disgusto que le hubiera originado a mi familia, particularmente a mis padres, que en nada me hubieran podido remediar mis males físicos, compensaba con largueza la falta de alguna frase o gesto que me hubieran podido hacer llegar.

En relación al hecho de la operación a mi mujer, no quiero dejar de señalar y con ello mostrar mi profundo agradecimiento a mi amigo Juan Ortiz, que mientras esperábamos el resultado de la operación, fueron muchas las lágrimas que junto a mí derramó, ante el temor de un resultado negativo, cuando me acompañaba en la Sala de espera del Parque San Antonio.

Bueno, por hoy ya vale. Espero no demorar tanto mi próxima entrada, como ha sucedido en ésta.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Santa Isabel de Hungría


Aunque en algunos calendarios he visto la festividad de Santa Isabel de Hungría el día 17 de noviembre, realmente la Iglesia lo celebra en el día de hoy, 19 de noviembre, como desde que yo tengo uso de razón lo ha venido haciendo.

Pero mi entrada en este mi blog en el día de la fecha, no ha sido para polemizar cuándo debe celebrarse la festividad de Santa Isabel, sino para referirme al noviazgo mas breve de toda mi historia amorosa, que aunque tal vez parezca que yo fui un Don Juan en mi juventud, lamento defraudar a quien así lo piense, toda vez que el haber tenido que pasar esa juventud en una localidad donde nada tenías para poder pasar el tiempo que el trabajo te dejaba libre, no es de extrañar, que los de temperamento algo mas inquieto dedicáramos parte de ese tiempo a intentar proporcionarte unas relaciones amorosas.

El traer esto a colación en el día de Santa Isabel, está motivado a que con una joven llamada Isabel, sostuve el noviazgo mas breve de los pocos que hasta entonces había tenido. Pues resulta que una chica, natural y vecina del Viso de los Pedroches, a la que llamaban Isabelita, vino a casa de mi tía Mercedes en Villaharta, para pasar unos días junto a mi prima "Merceditas" de la que era amiga. Yo, no se porqué, tenía cierta debilidad hacia las forasteras, y tan pronto tuve noticia de su llegada a casa de mi tía, me presenté allí a fin de conocerla. Era de estatura normal para aquellas fechas, tenía el pelo rubio, pero en fin lo que más destacaba en ella eran unos ojos verdes preciosos. Por lo demás todo muy normal, eso sí, tenía 18 años de edad.

Llegué a casa de mi tía, mi prima me la presentó, esto serían aproximadamente las nueve de la noche y estuve charlando con ella hasta bastantes después de la doce. Como quiera que me dijo que pensaba estar allí solo unos diez días, yo para no perder tiempo terminé pidiéndole relaciones. Me dijo que había tenido novio por espacio de poco tiempo y que era un Guardia Civil que estaba de Puesto en su pueblo, y que hacía como un mes que se habían disgustado. Aquella noche cuando nos despedimos, me prometió que al día siguiente me daría la contestación a mis pretensiones de hacernos novios.

Efectivamente al siguiente día y no por la noche, si no por la tarde tan pronto llegué y le solicité su respuesta, como yo esperaba, según terminó la velada anterior, fue aceptar nuestras relaciones. La velada de ese día, fue aún mas prolongada que la anterior.

Cuando al llegar al siguiente, mi tía Mercedes me estaba esperando, me llamó aparte y me hizo que le prometiera que aquel noviazgo iba en plan serio y no como otros de los míos anteriores. A mí en realidad me costó poco trabajo prometer a mi tía que así sería, aunque he de confesar que mis intenciones no estaban en aquellos momentos en tal dirección.

A los tres o cuatro días de formalizado nuestro noviazgo, llegó el de su Santo, que este tal motivo ha sido el relataros mi peripecia.

Algo más de una semana tras iniciadas nuestras relaciones se marchó a su pueblo, y quedamos que pasados tres o cuatro días le escribiera yo la primera carta, a fin de que ella fuera poniendo en antecedentes a sus padres. En casa de éstos estaba la central de telégrafos, era lo único que yo sabía de ellos.

Como habíamos acordado, tras tres o cuatro día de su marcha le escribí mi primera carta. Empezaron a pasar unos cuantos mas de los que yo esperaba su contestación y al cabo de por lo menos doce o catorce después de escribirle, recibí la suya. La noticia que en ella me daba, lo confieso me supuso cierta alegría y el quitarme un cierto peso de encima. Me decía que nuestras relaciones se terminaban y que perdonara, había hecho las paces con su antiguo novio, el Guardia Civil. Al cabo de los años tuve noticia que se había casado con él. Lo que hubiera sido el quedar mal con mi tía Mercedes, supuso que el concepto que hasta entonces tuvo de "Isabelita" le hizo cambiar un tanto, y yo fui exculpado de haber ido solamente a aprovecharme de ella, como en casos de echarse novia por pasar el rato solía decirse. Esto acaeció en el año 1949. Ha llovido desde entonces.

Hasta otra, que espero tenga algo más de interés que ésta.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

La hoja del calendario


Hoy, aunque con bastantes días de retraso, he arrancado del calendario que tengo en la cocina la hoja bimensual en la que aparecían los meses de septiembre y octubre, dejando al descubierto la última hoja que contiene los dos últimos meses del año 2008, noviembre y diciembre. Al tiempo que instintivamente procedía con la mano derecha a reducir la hoja arrancada para arrojarla a la basura, mis ojos posaban su mirada sobre la que había quedado a la vista y recorriéndola sobre los 61 días que contienen los dos últimos meses, la terminaba sobre la festividad de San Silvestre, último día del año.

Desde que era un adolescente, cada vez que finalizaba un año y por consiguiente entraba otro nuevo, reflexionaba sobre ello y lo comparaba como el que va transitando por una calle hacia un determinado destino y volvíaa la esquina, para entrar en otra distinta. Por la que habías venido transitando y dejabas atrás, jamas volverías a pisarla, pero en la que terminabas de entrar sostenías la esperanza de hallar algo nuevo en tu vida. A este respecto, el recuerdo que conservo con mayor nitidez fue el paso del año de 1939 a 1940. Posiblemente porque entraba el último año de una década, donde había dejado atrás mi niñez, me encontraba en plena adolescencia y para mis adentros, me consideraba ya como un joven hombre, toda vez que pronto cumpliría los quince años. En aquella fecha, me encontraba, como no, en La Calera, cogiendo aceitunas y formando pareja con mi madre. La situación por la que atravesaba la familia en aquellos momentos era sin duda la más penosa y mayores dificultades de todas las que hasta entonces nos había sobrevenido. Mi padre en la cárcel como preso político y mis cuatro hermanos, todos menores que yo, algunos por ahí en algún que otro cortijo guardando animales y los que no estaban todavía en edad de tal menester, a expensas de mis tías allí en Villaharta.

¡Cuántas lágrimas vi derramar a mi pobre madre durante las largas y frías jornadas en aquella faena! A pesar de ello, y aunque por supuesto compartía los sufrimientos que a ella la llevaban a aquellos silentes y reservados lloros, siempre abrigaba la esperanza de que dentro de aquel año que comenzaba, iba a conseguir algo de lo que personalmente siempre se anhela en esa edad. Aquellas perspectivas personales, cuán distaban de las que en el día de hoy espero. La importancia que al paso del tiempo daba en aquellos entonces, en estas fechas me resultan tan indiferentes, que solo un único deseo personal llevo consigo. Mantenerme en el actual estado de salud y de discernimiento mental, y por tanto con ello, evitar primordialmente el sufrimiento de los míos y el incordio que con la pérdida de ambas situaciones, les llevaría consigo.

También, como no, cada vez que hago alguna reflexión del paso del tiempo, traigo a mi memoria, la ausencia de los ya bastantes años, de la mujer que tanto influyó en la dicha de una importante travesía de mi vida.

Ahora me ayuda a mantener mi deseo de seguir viviendo, ver el feliz discurrir de mis hijos y si se me apura, lo mas importante, como a su compás lo van consiguiendo mis SEIS NIETOS.

Hasta otra nueva entrada en este mi blog, del que ya llevaba desconectado algunos días.

jueves, 30 de octubre de 2008

La gran borrachera


En la entrada que hice en el día de ayer en este blog, en el que relataba el desplume que me hicieron jugando al "julepe"del dinero que tenía para pasar las fiestas de mi pueblo, parece ser que algún familiar quedó un tanto extrañado/a de semejante desliz.

Para desmontar el posible enaltecimiento que alguien pueda hacer de mi comportamiento en todas las etapas de mi ya larga vida, a continuación voy a exponer otro traspiés, que como no, también me sucedió en compañía de mi amigo Currito, que lo citaba en la entrada anterior.

El día de San Rafael, casi con toda seguridad del año 1942, cometí otro de los tropezones de los que estuve, y estoy, más arrepentido de cuántos haya podido llevar a cabo, principalmente por el final que tuvo.

Como explicaba ayer, mi amigo Currito, como es lógico se llamaba Francisco, cuya onomástica se celebraba, y se sigue celebrando, el día 4 de octubre. La entrañable amistad que nos unía, una de sus consecuencias, era el que nos invitábamos mutuamente con cargo a nuestros propios bolsillos, él a mí, y yo a él, en el día de nuestros respectivos santos. Así, como el suyo se celebraba veinte días antes que el mío, a él correspondía la primera invitación. Su onomástica como no cayera en domingo no se consideraba festivo en mi pueblo. Como dije antes, casi seguro fue el día de San Francisco de 1942, después de estar con su novia a la que visitaba todas las noches que le era posible, nos juntamos en el Casino del pueblo donde me invitó a todo que a mi se me apetecía, que era generalmente alguna copita de vino bueno, sus tapas correspondientes y finalmente algún café acompañado de algún dulce. Y llegó el día de San Rafael, patrón de la localidad y por tanto fiesta a lo grande. Esto de fiesta a lo grande, era ir a Misa Mayor, por la tarde al paseo y por la noche al baile. En tan gran solemnidad, mi amigo Paco estuvo todo el día junto a su novia, a la que acompañó hasta su casa, después de terminado el baile. Serían entre las tres y cuatro de la madrugada, cuando regresó por el casino donde yo me encontraba en disposición de marcharme a mi domicilio. En nuestro trato personal para dirigirnos el uno al otro nos tratábamos de "pariente". Dado a que no habíamos estado juntos ni un solo momento en todo el día, yo no tuve oportunidad de invitarlo, por lo que cuando llegó hasta mí, darme la mano y felicitarme, me dice: "Se ha pasado tu santo y no me has invitado". Le contesté "Estamos a tiempo. ¿Qué quieres tomar?", y me dice: "un vaso de vino". Extrañado por pedir un vaso de vino a aquellas horas, me dijo que es que no había cenado todavía. Pido dos vasos de vino del bueno, nos lo tomamos y dice mi amigo Paco: "¡ahora nos vamos a tomar dos cada uno!"

Consumidos éstos, digo yo: "Ahora cuatro cada uno". Y después, ya un poco caliente por lo consumido, pido una botella y un embudo y le digo: "Échame con la botella por el embudo" y no sé lo que llegué a consumir. Después de ésto, perdí la noción del tiempo y hasta de la existencia. Según me dijeron al día siguiente, me dio por decir que íbamos a llamar al Cura y que se levantara para el Rosario de la Aurora, que nunca pude saber porqué me dio por ahí. Al final hubieron de llevarme a mi casa entre mi amigo Paco y otros dos o tres amigos.

Llamaron a la puerta de mi casa, se levantó mi padre y cuando me vio en el estado que llegaba, lo recuerdo como si fuera ahora mismo, y fue lo primero que llegué a percibir, me dijo lo siguiente: "A ti no te da vergüenza que tengan que traerte a tu casa en este estado". Esta fue la reprensión más dura que mi padre me hizo desde que fui un adolescente. Esto me estuvo doliendo y aún me sigue, durante toda la vida. Como hice con la pérdida del dinero jugando al julepe, me prometí que jamás mi padre tendría que volver a llamarme la atención por hecho semejante. Cumplido hube hasta hoy. Aprender de los errores y sacar consecuencias, creo ha sido lo mas positivo que haya podido hacer durante todo el discurrir de mi existencia, en cuanto a mi comportamiento personal se refiere. Éstos tropiezos, en mí por lo menos, siempre sucedían de una forma impensada, y sí, por esos sin sentidos de la vida.

Si con estos comportamientos, alguien ve mermadas las consideraciones que tuviera de mí, lo siento por ellos y les pido perdón. Y como dicen los niños, prometo que no volveré a hacerlo más.


miércoles, 29 de octubre de 2008

Día de los juegos de azar


Esta mañana he escuchado en la radio que hoy se celebra el día de los juegos de azar. A este respecto y volviendo la vista atrás, más de SESENTA Y CINCO AÑOS, voy a confesar un caso a mí sucedido, allá por los primeros días del mes de mayo de 1943.

Sobre los últimos días del mes de Marzo, o en los primeros de abril del citado año 1943, mi padre contrató un trabajo de desmonte en el denominado "Cerro Martín", muy cerca del caserío de Pedrique. El propietario de esta finca era primo hermano de mi padre y el mismo que llevaba en arrendamiento de La Calera, donde yo había terminado en la molina unos días antes.

En la faena de desmonte mencionado, que realicé yo, con la ayuda de mis hermanos Cesáreo y Antonio, ellos todavía niños, y muy particularmente el último referido que aún no había cumplido los 13 años. Primero por la buena contratación que había hecho mi padre, y luego por lo mucho que trabajamos nosotros, el caso es que en un mes aproximadamente, conseguimos aportar a la casa una importante cantidad de dinero, dicho sea en términos de lo que para una humilde familia suponía en aquellas fechas, cantidad importante.

Las fiestas de mi pueblo se celebraban en aquellos tiempos durante los días, 7, 8 y 9 de mayo. A la vista de hallarnos a las puertas de la "Feria" como nosotros la llamábamos, mi madre, a quien se entregaba todo el dinero que ganábamos en el trabajo, fue muy generosa conmigo y me recompensó, con una cantidad, que aunque no recuerdo con exactitud, podía estar entre las 150 ó 200 pesetas, de aquellas fechas, cuando los jornales no solían llegar a las diez pesetas diarias.

Con semejante cantidad en mi poder, yo me prometía las mejor feria de toda mi vida y permitirme ciertos dispendios que hasta entonces nunca me había sido posible. De la cantidad que me entregó mi madre, creo que aquel mismo día, deje en mi casa la mayor parte, pero me llevé consigo otra relativamente importante para lo que jamás había dispuesto, y también para darme cierta importancia con los amigos. Lo que hasta entonces nunca había hecho cuando salía después de cenar, aquella noche me sume a una mesa donde varios conocidos jugaban una partida al "JULEPE". Mi poca destreza en el juego, pese a que no es muy dificultoso, y la mala suerte que tuve en el reparto de las cartas en cada partida, me desplumaron totalmente de todo el dinero que había llevado consigo. Encorajinado por el resultado, a la noche siguiente volví con la casi totalidad del dinero que me quedaba a fin de poder resarcirme de lo perdido la noche anterior y castigar con ello a los que se habían llevado mi dinero. El resultado de la segunda noche fue mas dramático que el de la primera, puesto que como llevaba una mayor cantidad de dinero, mayor fue la pérdida, dado que como hay un celebre dicho, "fui a por lana y salí trasquilado", dejándome si un céntimo de lo que saque de mi fondo.

De pensar que iba a pasar la mejor feria de mi vida, se convirtió en todo lo contrario, debido a que el resto de dinero que me quedó, no me permitía ni siquiera pagar la entrada a la caseta de baile para las tres noches.

Totalmente amargado, hube de confesarle mi descalabro a mi más íntimo amigo entonces, Francisco Fernández Campoy, "Currito", fallecido hace tres o cuatro años y dado a sus posibilidades, me fue socorriendo con varios préstamos, la mayoría de los cuales no quiso cobrarme después, y así pude echar atrás aquellas nefastas fiestas, más que nada por el deshonor de tener que haberlo hecho con la conmiseración de mi amigo Currito y mi mala cabeza de haber perdido en las dos noches de partidas al "Julepe", lo que mi madre tan generosamente me había entregado y lo que nunca llego a saber, fue el destino que le dí.

Aquella noche, la segunda de mi desplume, me hice el juramento de no volver a jugar más a ningún juego de azar en lo que estuviera en juego cantidad alguna de dinero, circunstancia que he cumplido a rajatabla hasta el día de hoy. De este caso, hoy confesado por primera vez en mi vida, solo fue conocedor mi amigo mencionado y que, como buen amigo, se llevó el secreto a la tumba. Yo, más de 65 años después, he tenido el valor de confesarlo.

Alguna quiniela, alguna "primitiva" y lotería solo por Navidad, ha sido mi entrega después de aquello a los juegos de azar. Al bingo solo he jugado una vez, y porque íbamos una reunión de cinco matrimonios y se empeñaron en que pusiéramos cada uno dos mil pesetas y jugarlas en el bingo y que por cierto lo perdimos todo. Esto sucedió una noche en Fuengirola y hace así como treinta años.

Para que no me dominaran los vicios, las pasiones y las tentaciones, siempre mi cabeza ha estado por encima de las inclinaciones del corazón. Lo que me he propuesto con verdadera intención, siempre lo conseguí. Hasta hoy no me ha ido mal.

viernes, 24 de octubre de 2008

Día del Arcángel San Rafael


Aunque la Iglesia desde hace ya algunos años, decidió que el día de San Rafael fuese juntamente con el de los otros dos Arcángeles, San Gabriel y San Miguel, el día 29 de Septiembre, que lo había sido solo el de este último citado, para mí, para mi pueblo Villaharta y para la Capital de la Provincia, Córdoba, lo sigue siendo en el día de hoy 24 de octubre, fecha en que por lo menos mi recuerdo se pierde en que siempre se había celebrado en este día.

Como quiera que como cito anteriormente, en mi pueblo se celebraba el 24 de Octubre, como patrón de la localidad, en Villaharta era el día que se consideraba mas festivo de todo el año.

¡Cuántos recuerdos me vienen a la memoria en la celebración de mi onomástica! Quizá en algunas cuestiones relacionadas con la juventud que yo tenía, aunque ahora a alguien le parezca raro que yo fuera alguna vez joven, dado a que lo mas importante era la celebración del baile, para nosotros los jóvenes el no va más en aquellas fechas, si yo tuviera que quedarme con la celebración del San Rafael mas importante, en toda mi vida, sin lugar a dudas señalaba, que casualidad, la primera que pasaba fuera de mi pueblo, por tanto lejos de mis amigos y mi familia.

¿Entonces que me lleva a señalar semejante importancia? Allá va. Era el 24 de octubre de 1946 y me encontraba haciendo el servicio militar en Sevilla. Precisamente en esta fecha que yo solemnemente señalo, recibía la primera felicitación de toda mi existencia. Cuando llegó el cartero de la oficina de Capitanía donde yo estaba destinado, me entregó un sobre en cuyo interior traía una postal con la imagen de San Rafael y en el reverso, cito literalmente lo que figuraba. "Te desea mil felicidades en el día de tu santo. Tus padres y hermanos estos que lo son Cesáreo y Florentina. Rúbrica de mi madre.-Villaharta 21 del Octubre de 46". Como se verá fue escrita tres días antes, con el fin de que la pudiera recibir para mi Santo, como así sucedió.. En este momento tengo en mi mano tan preciada postal, pero si para mí resulta tan interesante esta felicitación, lo aumenta en su grado máximo, el que debajo de lo escrito antes citado, que lo era de puño y letra de mi madre, mi mujer, creo fue uno o dos años después de casarnos, escribió a lápiz, casi todo lo que mi madre había hecho diez o doce años antes. Esto último, todavía puede leerse también en la misma. El amarillento color de la postal, los SESENTA Y DOS AÑOS pasados desde que se escribió, lo primero por mi madre y luego por mi mujer, al recrearme en su lectura en el día de hoy, es la más importante felicitación que personalmente estimo que pudiera llegarme. No he podido evitar que unas lágrimas hayan vertido mis ojos. Aunque la Iglesia dispusiera hace años cambiar la celebración de San Rafael, mi mujer y mis padres, se estarán acordando de que hoy es mi SANTO. SI ESTO PUEDE SER ASÍ, ¿CÓMO VOY YO A PODER CAMBIAR LA FECHA?


domingo, 12 de octubre de 2008

Festividad de la Virgen del Pilar


Hoy 12 de octubre, festividad de la Virgen del Pilar o día de la Patrona, como siempre hemos dicho los Civiles, he asistido a la Misa que en Cuartel de los Ángeles de esta Capital se ha celebrado, como desde hace muchísimos años se ha venido haciendo

Dos motivaciones especiales me llevan a asistir a esta celebración todos los años que puedo. La primera en honor y recuerdo a mi mujer, que por nada del mundo quería perderse tal acontecimiento. La segunda, el amor que siempre he sentido por el Cuerpo y como agradecimiento a todo cuanto me dio en los treinta y un años que pertenecí al mismo. Me cabe la satisfacción, de que por mi parte, yo tampoco escatimé entrega, e incluso sacrificio, en los múltiples servicios que me fueron encomendados o tomé parte.

¡Cuántos recuerdos han venido a mis sentimientos en este día! De los treinta y un días de la Patrona que pasé en la Guardia Civil, estando en servicio activo, uno, el primero, lo pasé en Torrelasal, puede decirse que sin pena ni gloria. Otro, en 1970, en Velez-Málaga, y este sí fue una celebración de las que dejan recuerdo. Las veintinueve restantes, todas aquí en Málaga. Unas cuantas estando en estado soltero, y a varias lo fue, en compañía de mi entonces novia. De éstas, posiblemente la que mas recuerdo fue la que lo hicimos dos parejas, mi entrañable amigo y compañero entonces José Becerra Guerra, acompañado de Maruja, su novia, y yo con la mía. Yo entonces tenía un ojo malo, nos hicimos los cuatro una fotografía bailando, yo con unas gafas de sol y se me nota el vendaje con el que tenía el ojo cubierto. Mi amigo Pepe Becerra, asistió a mi boda y desde la casa de mi suegra, donde habíamos celebrado el pequeño convite, juntamente con Maruja, nos acompañaron, por cierto lo hicimos andando, hasta cerca de donde pusimos el piso y pasamos la primera noche de novios. Ellos se quedaron un poco antes, donde ambos residían en casas próximas y en la misma calle, no muy lejos de la nuestra. Pepe Becerra, al poco tiempo se licenció y se fue a trabajar a un Banco. Era de mi edad, pero falleció muy joven, sin duda hace alrededor de treinta años. Un sentido recuerdo para mi amigo Pepe. Se casó poco tiempo después que nosotros, y al fallecer, dejó viuda y dos hijas pequeñas. Perdonar que haya hecho este paréntesis, pero la amistad que me unió a él, lo merecen.

Bueno, volviendo a otros recuerdos de mi asistencia a la misa y actos celebrados con motivo de la festividad de la Patrona, sería un relato interminable citar siquiera brevemente las que dejaron mella en mi sentir, pero si tuviera que resaltar alguna de ellas, sería sin duda la celebrada, creo fue el año 1975, que lo hicieron además de mi mujer, mi hija que aún era una niña, y mis dos hijos vestidos con sus uniformes de Cadetes de la Academia General Militar, El mayor con divisas de Sargento galonista. Fuimos toda la familia el destino de las miradas de la inmensa mayoría de los asistentes, muchas sin duda con sana o maligna envidia. Mi mujer y yo no cabíamos de gozo, en nuestros trajes. Una fotografía tengo de aquella festividad. A ELLA, le ofrezco la misa de hoy y el recuerdo de aquella lejana Patrona. Yo también guardo el regusto de tan inolvidable efemérides.

Hasta otra.


viernes, 10 de octubre de 2008

Mi primer cambio de destino en la Guardia Civil


En las Altas y Bajas del mes de octubre de 1951, causaba baja en el Puesto de Torrelasal, donde fui destinado en julio del año anterior, cuando me incorporé a la Comandancia de Málaga al salir de la Academia de Úbeda en Julio del año anterior, y causaba alta en el Puesto de Aduanas en esta Capital.

En la mañana del día 10 de Octubre de aquel ya lejano 1951, tomaba mi maleta y mi armamento, un Mosquetón Mauser, con su correspondiente dotación de munición, y desde Torrelasal, me dirigí a la Barriada de Sabinillas, donde había establecido un control permanente de la Guardia Civil y que por tanto todos los vehículos tenían la obligación de parar. A cada vehículo que llegaba, la pareja de servicio y a requerimiento mio le preguntaba por el destino que llevaba.

El primero que llegó y manifestó que venía a Málaga, fue un camión que circulaba vacío y venía a esta capital a recoger mercancía. Como este procedimiento de traslados era el corriente, y debido a que en la cabina además del conductor iba su esposa, y previo pedirle si tenía inconveniente en que viajara con ellos, eché mi maleta y mi mosquetón al cajón, y tras ellos me incorporé al mismo sitio.

Una vez iniciado el viaje y cuando pasaba frente al Cuartel de donde procedía, distante de la carretera unos ciento cincuenta metros, dirigiendo la mirada hacia el mismo, no pude evitar que un nudo se me hiciera en la garganta al tiempo que unas lágrimas asomaron a mis ojos. Era el primer cambio de destino que hacía en el Cuerpo y pese a que mi estancia en Torrelasal había sido algo mas de catorce meses y mi nuevo destino lo era con carácter voluntario, que incluso hube de sufrir un examen para ser destinado a los servicios de Aduanas, habían hecho mella en mi sentir, al dejar atrás mis primeros compañeros, y como no, también un cortijo no lejos de allí, donde había conocido a una joven de la que nos hicimos novios, aunque ella hacía unos meses se había trasladado a su pueblo.

Durante casi todo el trayecto y como viajaba yo solo en el cajón del camión y sentado sobre mi maleta, me recuerdo que me hacía la pregunta de cuándo y a dónde sería mi último destino en la Guardia Civil, aunque ésto, se me antojaba tardaría una eternidad en llegar.

Pocos desplazamientos hube de hacer en los treinta años que después de aquello continué en el Cuerpo, aunque si fueron algo mas los cambios de destino, pero la mayoría dentro de la misma ciudad de Málaga. De aquel mi primer cambio de destino y desplazamiento, hacen hoy CINCUENTA Y SIETE AÑOS, pero también veintisiete de mi jubilación.

Sin ninguna duda, mi traslado aquí a Málaga ha sido lo mas afortunado que me ha sucedido en toda mi vida. Conseguí muchas amistades dentro del Cuerpo, destinos extraordinarios, aunque no exentos de responsabilidades, aunque peque un tanto de vanidoso, conseguí una consideración entre mis superiores, un gran afecto de todos mis compañeros, y por añadidura y EL COLMO DE MIS DICHAS, conocí a la mujer que lo fue todo para mí, y con la que forme la familia mas maravillosa que pueda darse. En aquel 10 de octubre de 1951, nunca me hubiera podido imaginar lo que este cambio me supondría para todo mi futuro. BENDITO EL DÍA EN QUE SOLICITE MI PASE AL PUESTO DE ADUANAS DE MÁLAGA.

jueves, 9 de octubre de 2008

Marchando, dos de aniversario

Cuando uno ha vivido la cantidad de años que yo tengo, raro es el día que no se cumpla el aniversario de algún acontecimiento que de alguna manera haya afectado en el devenir de tu propia existencia. Concretamente, en el día de hoy 9 de octubre, esta circunstancia se cumple en mí por partida doble. Comencemos por orden cronológico el relato de ambas efemérides.


Como cito anteriormente era el día 9 de octubre, pero de 1936. Por tanto todavía no hacía tres meses desde el inicio de la Guerra Civil española, y toda mi familia, más la de todas las de las hermanas de mi madre, nos habíamos trasladado desde mi pueblo a un cortijo del olivar conocido como de "Don Manuel Velarde", distante de Villaharta unos cinco kilómetros y todo como consecuencia de dos o tres bombardeos que habían efectuado en el pueblo las avionetas "fascistas", aunque ninguno de ellos produjo víctima alguna, pero el miedo era libre.

Sobre las once y media de la mañana de aquel día, mi padre, que había sido designado por el Frente Popular como guarda forestal, llegó al cortijo donde nos encontrábamos diciendo que tuviéramos preparado todo, aunque escaso, equipaje con que contábamos por si hubiera que salir huyendo hacia Pozoblanco, dado que el ejército de los fascistas estaban rompiendo los frágiles frentes de guerra de los pueblos limítrofes a Villaharta. Esta misión la iba realizando mi padre por todos los caseríos de a unos cinco o seis kilómetros a la redonda del pueblo.

Unas seis horas después de la primera incursión volvió mi padre todo precipitado, diciendo que a la mayor brevedad íbamos a iniciar nuestra marcha conforme a lo anunciado en la primera, dirección a Pozoblanco. dado a que los fascistas se aproximaban a Villaharta.

No más de media hora había transcurrido cuando la caravana de toda la familia se ponía en marcha. Desde varias cortijadas de los alrededores llegaban grupos de familias enteras con el mismo propósito y dirección que nosotros.

Entre estos grupos que llegaban, venía uno en que estaba una prima hermana de mi madre llamada Carmen, que, por hallarse en avanzado estado de gestación y el sobresalto del momento, se puso de parto, e iba pariendo a lomos de un asno de cuyo cabestro tiraba su marido y otros familiares iban sujetando a la parturienta. Esta circunstancia especialísima hizo que todas las familias que caminábamos próximas, tuviéramos que pernoctar en un cortijo distante del que habíamos partido no mas de tres o cuatro kilómetros, ya que la llegada al mundo del nuevo neófito era inmediato. Efectivamente y ya tendida sobre unos colchones en el suelo y atendida por varias mujeres, acabó pariendo la prima Carmen. Demos por terminado este acontecimiento y volvamos a mi entorno familiar mas íntimo.

Mi familia entonces estaba compuesta por el matrimonio y cinco hijos, de los cuales yo era el mayor. Como medio de transporte contábamos con un mulo llamado "morito". En dicho semoviente se habían cargado, unos colchones, mantas y otros enseres de cocina. Mi hermano Cesáreo que me seguía a mí en edad, todavía no había cumplido ocho años, le encargaron el cuidado y conducción de una cabra que teníamos y que nos facilitaba dos o tres litros de leche diarios, que era una parte importante de nuestro sustento. Mis otros dos hermanos, Antonio y José, de seis y cuatro años, respectivamente, iban subidos en el mulo entre los colchones y mi padre al cuidado de ellos, de la caballería y también llevando un pequeño bulto a sus espaldas. Mi madre caminaba con dos o tres bultos, uno de ellos a la cabeza y otros a la cintura o asidos por sus manos. Por último, mi hermana, única hembra de la prole, contaba con dos años y medio de edad. En aquellos momentos yo tenía la misma edad que hoy tiene mi nieto Pepe, el mas pequeño de todos, o sea once años y algunos meses.

Con el dispositivo que cito anteriormente, apenas las primeras claras del día se hicieron asomar por el oriente de aquel 10 de octubre, y desde el cortijo donde habíamos pernoctado, continuábamos nuestros inicios del exilio rumbo a Pozoblanco, cuya distancia sería de unos 25 kilómetros aproximadamente. Tal vez os hayáis dado cuenta de no haber citado la misión que a mí se me encomendó en aquel discurrir, pues fue nada más y nada menos, que cargar con mi hermana a cuestas durante todo el recorrido, que como digo no era inferior a los veinticinco kilómetros. Era la caída de la tarde cuando llegábamos a nuestro primer punto del destino de nuestro exilio. Pese a mis once años y como era el mayor, me tocó llevar a mi hermana a cuestas durante aquel largo caminar. A este respecto, tengo que hacer constar, que este hecho no produjo en mí ninguna alteración problemática en el desarrollo de mi persona, sino que siempre lo consideré, y tras el paso de SETENTA Y DOS AÑOS, lo sigo considerando un deber de colaboración que las circunstancias imponían.

Este exilio, duró dos años y medio. En otra entrada continuaré narrando todo el devenir.

Ahora vamos al segundo de los aniversarios que se cumplen en esta fecha, y este gracias a Dios no tan trágico como el anterior, aunque una circunstancia familiar le restaba un tanto de la alegría que el hecho en sí merecía.


Hoy se cumple el 15º aniversario de la boda de mi hija, de la que yo fui el padrino. Parece que fue ayer y como consecuencia de tal enlace, dos nuevos nietos han venido para unirse a los cuatro que ya tenía, y que el mayor, Jorge, ya tiene 13 años y el segundo, Pepe, tiene once, como cito ,la edad que yo tenía cuando salimos huyendo de Villaharta, durante la Guerra Civil.

Cuando un hijo se casa, en vez de perderlo, se dice que se gana otro, pero realmente el sentimiento interno que se tiene, es que algo se va de ese entorno, que si es el primero empieza a desgajarse y cuando es el último, como en este caso lo fue, termina el desgaje total. Siempre en los padres, se mezcla la alegría y la satisfacción de que ese hijo, y que gracias a Dios en los míos, en todos ha sido así, comienzan a forjar una familia que les colme de felicidad y la llegada de hijos al matrimonio, con ese otro sentimiento de la mengua de componentes de esa familia que fue y que por imperativos de esas uniones, jamás volverá a serla tal cual.

Todo el discurrir en la boda de mi hija fue de lo mas entrañable y perfecto que se de deseaba, pero sólo en el sentimiento de dos personas, reconcomía una situación, que por desgracia fue sucediendo como ambos temíamos. Estos, éramos mi mujer y yo.

Tan pronto, y como me temía he nombrado a mi mujer, acuden a mí unas lágrimas de tristeza, recuerdo y agradecimiento hacia ella. Con toda seguridad, pocas mujeres ha habido ni habrá, que más se hayan preocupado y entregado por el porvenir y cuidado de sus hijos, como lo fue la madre de los mios.

Desde unos meses antes del casamiento de mi hija, su madre venía notándose un decaimiento paulatino en su estado de salud, pérdida de peso y un color amarillento en su piel, que tanto ella como yo, aunque cada cual nos lo teníamos guardado para nosotros mismos, sospechábamos que ello pudiera ser el inicio de algún trastorno importante en su estado de salud. Sin que se lo dijera abiertamente, en no pocas ocasiones le daba a entender que debía de someterse a un reconocimiento médico, pero ella ante el temor de que ese hecho conllevara un periodo de tiempo inmersa en visitas, análisis y reconocimientos que le impidieran el dedicarse enteramente a la preparación de la boda de su hija, lo fue posponiendo hasta que por fin se celebró el casamiento.

Lo que a partir del siguiente día de la boda comenzó, vamos a dejarlo por hoy, para no enturbiar un tanto la dicha, el recuerdo y todo lo que después ha supuesto aquel 9 de octubre de 1993.

Ambos hechos expuesto hoy en este mi blog, lo fueron hitos importante en el devenir de esta mi larga existencia.

martes, 23 de septiembre de 2008

¿Será por echar años atrás?


Como prometí hace dos días, vuelvo nuevamente al tajo, pero esta vez retrocediendo SETENTA AÑOS, ni más ni menos.

Sin poder concretar las fechas exactas, en aquel mes se dieron dos circunstancias en el seno de mi familia. La primera, y sería sobre mediados del mes de septiembre de 1938, a mi padre lo movilizaron para llevárselo a la guerra. Entonces, a mí me parecía que mi padre era casi un anciano, cuando contaba solo con cuarenta años de edad.

Cuando se despidió de mi madre, de mis hermanos y de mí, yo entonces tenía la edad que hoy tiene mi nieto Jorge y recuerdo que mi padre que como yo, era muy fácil de lágrimas, llorando a lágrima viva, cuando se despedía de mí, que por cierto fui el último, recuerdo exactamente la recomendación que me hizo y fue la siguiente: "Tú que eres el mayor, tienes que hacer ahora de padre para con tus hermanos y ayudar a tu madre en todo lo que necesite". Con la perspectiva de setenta años atrás, reconozco hoy que semejante recomendación me la tomé bastante a pecho y pese a mis trece años, me revestía de autoridad para con todos mis hermanos, reprochándoles e incluso regañándoles, por hechos o circunstancia que yo consideraba no era lo correcto en su comportamiento . A mi padre lo destinaron al frente de Extremadura. Tardamos cerca de un mes en tener noticias suyas. Tras recibir su primera carta, nos sirvió un tanto de tranquilidad, ya que nos comunicaba que era un frente muy tranquilo y hacía varios meses no se habían producido ningún combate.

Unos diez o doce días después de la marcha de mi padre, yo me coloqué de pastor, con un rebaño de ovejas de unas trescientas cabezas, que pertenecía a los Servicios de Intendencia del Ejército Republicano. Me asignaron un jornal de diez pesetas diarias, pero el dinero no servía para nada, ya que nada había que se pudiera comprar. Se carecía de todo. Lo que mas creo empujó a mi madre a que me colocara como tal, fue el hecho de que cada diez o quince días, nos facilitaban un pequeño racionamiento de artículos de primera necesidad, tales como azúcar, arroz, garbanzos, aceite y otros artículos, pero todo en cantidades ridículas. El encargado de llevarnos este racionamiento, era un Comisario Político de Batallón, sobrino del Mayoral que mandaba en mí, que yo tenía la categoría de zagal y de otro hombre mayor que el citado mayoral. Ambos se llamaban José, y también los dos eran de Pozoblanco.

Seis meses justos, sin descansar ni un solo día, duró mi ejercicio como "zagal", que lo fue hasta el final de la Guerra Civil. Lo mío, hasta el final transcurrió con la normalidad propia de la misión a que estaba destinado, pero el último día fue uno de los mas amargos para mi madre en toda su vida. Yo también lo pase mal. Tal evento, precisa un entrada exclusiva para relatar lo sucedido.

Con el temor propio de que a mi padre le sucediera algo en el frente de guerra. pasaron los seis meses hasta que terminó la contienda. A partir de entonces comenzó un verdadero calvario para toda la familia, que duró aproximadamente un lustro. Ya lo contaré el día que me disponga a ello.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Pasaron 60 años

No sé si es hoy, fue ayer o sería mañana, cuando se cumplen los SESENTA AÑOS, del día mas nefasto en cuanto a mí personalmente se refiere. Pero seguro que en uno de los tres días que cito, se ha cumplido del 60º aniversario, de lo sucedido en el relato que a continuación voy a exponer.

Serían también aproximadamente, las 12'50 horas que son en este momento, de aquel ya lejano día, cuando mi amigo y compañero de fatigas Casimiro Fernández Ferrer y yo, salíamos desde Villaharta camino de la Ballesta, para comenzar nuevamente nuestro trabajo en la mina, después de dos años y medio que lo dejamos para incorporarnos al Ejército. A tal fin, el día anterior a que me refiero ahora mi camarada Casimiro y yo nos habíamos presentado a Don Marcelino, que era el jefe de la explotación minera, para manifestarle que pretendíamos incorporarnos nuevamente al trabajo en la mina y a lo cual tenía la obligación de admitirnos. Ante nuestra presentación y requerimiento, nos citó para el día siguiente y al segundo relevo que se iniciaba a las dos de la tarde.

Como sabéis por mis entradas anteriores en este blog, los dos años y medio anteriores que había pasado en la mili, lo hice en las oficinas de Capitanía lo que para mí era en plan señorito y tan distinto y distante de la rudeza del trabajo en el campo y en la mina, que hasta entonces había sido mi actividad, desde la mas temprana juventud, o para mejor decir, desde mi adolescencia. También lo he dejado expuesto en otras ocasiones que mi propósito cuando me fui a la mili era el de no volver más al denostado trabajo de la mina. Las circunstancias dispusieron lo contrario.

Así serían alrededor de la una de la tarde salíamos los dos recién licenciados del Ejército, a patita camino de la Ballesta que distaba unos seis o siete kilómetros del pueblo. ¡Cuánta amargura se apoderaba de mis sentimientos en aquellos momentos! ¡Qué oscuro porvenir se vislumbraba en mis pensamientos! ¡Qué ser tan insignificante me consideraba a mí mismo¡!Con estos pesares, llegué, acompañado por Casimiro, a nuestro destino. La explotación minera en aquellas fechas se hallaba en pleno declive, pese a lo cual era obligatoria nuestra admisión.

Quiso la casualidad de que a los dos reciÉn llegados, y solamente a los dos, nos mandaron a trabajar en un frente de carbón en una de las galerías del pozo número 6, para abrir una serie de barrenos que con su posterior "pega" con dinamita, proporcionar el correspondiente desplome de carbón. Este trabajo debería realizarse por barreneros o picadores, categoría que ninguno de los dos habíamos tenido antes, pero la falta de personal y la escasez de otros trabajos, nos asignaron el mencionado.

Provistos de barrenas y picos, comenzamos nuestra faena, que por la dureza del trabajo y que la callosidad de nuestras manos habían desaparecido durante nuestro servicio militar, agraviado con la escasez de oxígeno en la galería que carecía de la pertinente ventilación, no sé el tiempo que habría transcurrido, mi amigo Casimiro y yo, caímos desfallecidos en el lugar del trabajo y cuando fueron a vigilarnos y descubrir el estado en que no encontrábamos, hubieron de sacarnos al exterior y yo lo primero que noté fueron los guantazos que el jefe Don Marcelino me estaba dando en la cara para que volviera en sí. En idéntica situación estaba mi colega. Cuando estuvimos totalmente reanimados, nos indicaron que volvíeramos al trabajo y cada espacio de tiempo corto, saliéramos a la boca de pozo, o sea al principio de la galería junto donde se comunicaba con la luz del pozo, donde se respiraba con normalidad.


A las nueve de la noche terminó aquella jornada. Las manos las teníamos llenas de ampollas. Las sienes nos torpedeaban la cabeza como si dentro de ella tuviéramos alguien golpeándonos con un martillo. Más que el desgaste físico producido por la jornada de trabajo, era la pérdida total de la moral que había bajado hasta hallarse por debajo del nivel del suelo. Y ahora quedaba el recorridos de los seis o siete kilómetros hasta llegar al pueblo. Nunca hasta entonces, ni gracias a Dios tampoco después, me he sentido un ser tan insignificante y deprimido. Y si todo ello no era bastante, no se me quitaba de la memoria de que tal había sucedido aquel día, me esperaba al siguiente, al otro, al otro........ y así, hasta sepa Dios cuando. Cuando aquella noche una vez llegado a mi casa, lavado, ya que en el trabajo no existían duchas ni sitio donde poderse lavar y metido en la cama, confieso en este momento, que por vez primera en mi vida, lloré ante el desencanto sufrido y la dificultad que veía para resolverla.

Mi amigo Casimiro, un par de años después ingreso en la Policía Armada, pero pocos mas tarde falleció. Fue el primero que murió de todos los "quintos". Sin duda hace mas de treinta años de su fallecimiento. Él no puede celebrar esta efemérides. Yo sí, y con la alegría de cuan distinta es a lo que presentía en aquel infausto día.

Dentro de breves fechas, haré mención a otro aniversario, pero diez años anterior al que se refiere la presente entrada en el blog.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Aniversario del final de mi vida en el Ejército


Día 17 de septiembre de 1948, por tanto hoy se cumple el 60º aniversario de aquella efemérides.
Cuando todos, o casi todos los componentes de mi reemplazo, el de 1946, marchaban locos de contento hacia sus casas, de donde habíamos salido el día 6 de abril del mencionado año 1946, yo a diferencia me debatía entre la satisfacción de haber terminado una etapa forzosa de mi vida, aunque yo pude no hacer el servicio militar, de haberme quedado trabajando en la mina de carbón donde me encontraba en el momento de incorporarme al Ejército, como creo he referido en alguna entrada anterior en este mi blog, y la incertidumbre de lo que pudiera ser mi futuro profesional. Si cuando me marche a la mili, lo hacía abrigando alguna esperanza de no volver al lugar de mi procedencia de trabajo, o sea a la mina dependiente de la Empresa "Coto Hullero La Ballesta", donde había permanecido los dos años anteriores a mi partida. Todos los trabajos que había realizado en faenas agrícolas antes de entrar enla mina, los había sobrellevado con cierta complacencia, dado también a que efectivamente ni mi preparación, ni por supuesto la escasez de posibilidades de optar por otra clase de actividad, lo hacían casi imposible. Pero por circunstancias que ahora no vendrían al caso y, un tanto largo de contar, me puse a trabajar en la mina, cuyo trabajo a medida que iban pasando los días, menguaban mi entusiasmo al punto de que al final casi llegaba hasta aborrecer tal actividad.
Dado a que como sabeis, durante mi periodo de vida militar, donde llegué como jornalero agrícola de profesión, terminé hecho todo un bastante aceptable escribiente-mecanógrafo. Estos conocimientos adquiridos en el Ejército, en mi pueblo no había posibilidad de ejercitarlo, dado a que solo existía una plaza de auxiliar administrativo en toda la localidad, que era en el Ayuntamiento y estaba ocupada. Así, ante todas las circunstancias expuestas mi porvenir laboral se me presentaba bastante oscuro, o sea, en las entrañas de las galerías de la mina nuevamente, donde pese a estar en gran decadencia la mencionada explotación del "Coto Hullero La Ballesta", tenían la obligación de admitirnos a todos los que salimos de allí para incorporarnos al Ejército dos años y medio antes.
Como ha quedado expuesto, creo que bastante claro, el hecho de haber sido licenciado del Ejército no me proporcionaba la alegría que en todo caso hubiere deseado.
Cuando tomé el tren en la estación de la Plaza de Armas de Sevilla, me coloqué al cuello una especie de escapulario, que un compañero de de la oficina en Capitanía, llamado Manuel Arroyo Clares, del que me parece cité en una entrada de hace algún tiempo en este blog, que lo recuerdo por haber hecho mención a que tenía una hermana que era todo un monumento al cuerpo femenino y a la belleza. En el referido escapulario y con letras góticas bastante bien trazadas, podía leerse. "ADIÓS SERVA LA BARI Y LAS MUCHACHAS DE LA CIUDAD JARDÍN". Ese nombre de "Serva la Bari" a Sevilla, no puedo explicar porque es, dado a que lo ignoro. Lo de las muchachas de la Ciudad Jardín, era que había tenido dos novias en la mencionada barriada sevillana.
Con estas tribulaciones, llegaba a mi pueblo sobre la puesta de sol de aquel lejano 17 de septiembre de 1948. Dentro de 4 días, haré si Dios quiere nueva entrada en este mi blog, para hacer constar las resultas inmediatas a esos temores que me impedían celebrar como se merecía mi licenciamiento del Ejército.

lunes, 8 de septiembre de 2008

El último grato recuerdo


Hoy se cumplen exactamente DOCE AÑOS, del último grato recuerdo de los muchísimos que hubieron durante los casi cuarenta y uno que duró mi matrimonio. Tal día como hoy, los cinco matrimonios que generalmente solíamos reunirnos los fines de semana y días festivos, lo hicimos aquel día, festividad en Málaga de Nuestra Señora de la Victoria.

Mi mujer, aunque desde el mes de mayo anterior en que fue otra vez operada, venía arrastrando ciertas alteraciones en su estado de salud, bastantes de ellas de cierta importancia, cuando menos en su estado anímico, la noche anterior al día en que me estoy refiriendo, aceptó el que nos reuniéramos los mencionados matrimonios amigos, que eran, Pepi y Julio; Trini y Rafa; Luisa y Paco; Crimelda y Juan y por supuesto nosotros, para ir a almorzar. Lo hicimos como otras muchas veces en el Salón de Pescados "Mario Eva", y posteriormente, como ya teníamos concertado, nos vinimos aquí a mi casa para hacer lo que teníamos por costumbre echar unas partidas a distintos juegos, en las que se apostaban distintas cantidades, casi todas de poca monta y cuyos ganadores tenían que dejar el 50% de las ganancias para un fondo que luego entre todos gastábamos en pagar comidas u otros gastos.

Durante las aproximadas seis horas que duró la reunión aquí en mi casa, desde antes de las cinco de la tarde, hasta alrededor de las diez y media de la noche, mi mujer ni un solo instante le falló el alegre estado de ánimo con el que siempre se tomaba tales reuniones. Sin lugar a dudas, para mí fue una reunión inolvidable y esperanzadora, en lo que a su recuperación de su estado de salud y de ánimo se refería, dado a la forma en que como he citado antes, se comportó durante tan largo rato. Ni un solo instante cesó de reír, de gastar bromas, y de celebrar otra de las tantas reuniones como desde hacía algunos años veníamos haciendo.

Yo, interiormente me regocijaba de verla a ella en la forma que disfrutaba y que de soslayo no dejé de contemplarla durante toda la reunión. Aproximadamente sobre las diez y media de la noche, como apunte anteriormente se terminó la reunión. Antes de la despedida, creo recordar dejamos concertada la cita para una próxima. Ésta, nunca llegó a celebrarse.

El espejismo de todo cuanto sucedió en aquella inolvidable reunión, duró escasamente hora y media. Serían alrededor de las doce de la noche cuando íbamos a acostarnos, le volvieron de repente aquellos vómitos, de los que siempre y sobre todo desde el inicio de sus primeros síntomas de la enfermedad, unos tres años antes, le sobrevenían de vez en cuando, pero en esta ocasión, con mayor intensidad y menos espaciados en el tiempo. En aquellos momentos comenzaba el CALVARIO, que terminó, cuando también lo hacía su propia vida. Aquella noche fue el inicio de lo que serían otras muchas, en las que solo el recordarlas en este momento, me destrozan el alma. AQUELLAS SEIS HORAS APROXIMADAS QUE DURÓ LA REUNIÓN, fueron las últimas gozosas de mi matrimonio. Posiblemente ELLA, desde donde se encuentre, a lo mejor lo habrá recordado también.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Continuación de "El triduo de la preocupación (III)"


Con fecha 2 de agosto pasado dejé a medio relatar el tercero y último episodio de mi titulado EL TRIDUO DE LA PREOCUPACIÓN.

No se que circunstancias me han llevado a distanciar tanto en el tiempo esta continuación, pero sean cuales fueren, aquí me tenéis otra vez dispuesto a lo que me había propuesto y era dejar cual fue su resultado final y sus consecuencias.

Creo haber dejado mi relato anterior sobre este tema, cuando mi nuevo Capitán me aceptó y me dio la oportunidad de aprender a escribir a máquina. Pues vamos a ello.

Aquel mismo día, 2 de agosto de 1946, después de almorzar y una vez terminada la "quintada" que me dieron, que a grandes rasgos fue bajar los 108 escalones con tres libracos que cada uno pesaba al menos cinco kilos, y llevarlos hasta la Cantina donde según la llamada telefónica que me hicieron los que me gastaron la broma, era el Teniente Ayudante, y unos diez metros antes de llegar a la meta que me indicaban en la llamada, caí en la cuenta de que aquello era una broma, lo que no me impidió el retorno con los tres libros y a patita volver a subir los dichosos 108 escalones. El cachondeito que ello originó. no me importó en absoluto. La alegría que había recibido con mi aceptación por parte del Capitán, era superior a todo lo que hubieran querido hacer conmigo mis futuros compañeros de oficina. Bueno, como decía, una vez almorzado y pasado el acontecimiento de los libros, y previas las explicaciones de otro mecanógrafo, comencé a teclear en aquella Underwood y hacer los escritos de tres modelos que mi Capitán me había dejado, con tanto entusiasmo y dedicación que así día tras día y renunciando a la siesta, me llevaba seis o siete horas diarias dándole al teclado.

Habían pasado unos veinte días, con las yemas de los dedos llenas de callos, ya que los bordes de las teclas eran metálicos, cuando aquella mañana llegaba mi Capitán a la oficina, le dí lo que para mí era la culminación, tanto así como de una ilusión, como la del cumplimiento de una promesa, como digo, le dí la noticia de que podíamos trabajar a máquina y despachar todo lo que se había quedado atrasado y que no era urgente, lo cual ésto nos lo hicieron entre los otros mecanógrafos de la Dependencia. La respuesta de mi Capitán y mostrando una sonrisa en la que demostraba haber recibido una gran alegría y que sin duda él era el verdadero artífice que me facilitó el que eso fuera posible.

Con la eficiencia que había conseguido, que para tal fin me había comprado un pequeño librito titulado "Mecanografía al tacto", y todo el empeño que puse en ello, los días transcurrían con una inmensa alegría por mi parte y también la que en mayor parte correspondía a mi Capitán y consiguiendo una progresión formidable en la puesta al día de todo lo atrasado, me consideraba el hombre. o mejor dicho en aquellos momentos el Soldado mas feliz, no solo de Capitanía General, sino creo que toda la II Región

Cuando mis padres recibieron mi carta en la que les daba cuenta de donde me encontraba destinado, recibieron tal vez una alegría aún superior a la mía.

No habrían pasado tres meses desde que como tal mecanógrafo desempeñaba mi cometido, el que como tal lo hacía en la oficina de Mayoría, llamado Antonio Tenor Dorado, causó baja por haber ingresado en la Guardia Civil. El puesto de mecanógrafo de Mayoría era el que se consideraba más importante de toda la Dependencia. El Teniente Coronel Mayor, Don Enrique Ambel Albarrán, sin duda, previa la información de alguien, que para mí era del Brigada Blanco destinado en Mayoría, ordenó que yo pasara a desempeñar el cometido que dejaba Antonio Tenor. Mi Capitán puso el grito en el cielo, le contó al Teniente Coronel como había sido mi llegada allí, pero todo fue inútil, era el Ejército y el que manda, manda. Yo pasaba destinado a Mayoría. Por mi parte, mis sentimientos se encontraban divididos: por un lado sentía que mi Capitán al que todo se lo debía, lo dejaran otra vez sin mecanógrafo, pero por otra sentía ese gusanillo de la vanidad, al sentirme disputado para el desempeño de un cometido que meses antes, yo ni siquiera hubiera llegado a sospechar ni soñando. Como se escribiría en la reseña de la documentación de los militares: "En esta situación, terminé la mili".

Un destino para el que se precisaban de las mayores recomendaciones, yo llegué a él de la forma que bastante amplia y detallada he dejado expuesta en las cuatro entradas a este blog. Se da la circunstancia, que cinco años después y ya como Guardia Civil, fui destinado a la oficina de Mayoría aquí en Málaga, con el mismo cometido que tenía allí, o sea el Negociado de extracto, que era donde se hacía la reclamación de los sueldos y devengos, allí de los Jefes, Oficiales y Sub oficiales y en la Guardia Civil, además también, Cabos y Guardias. En la mili no pasarían de cincuenta y en la Guardia Civil, sobrepasaban los cinco mil. Allí no ganaba nada, y aquí cobraba un sueldo, si no muy elevado, sí mucho mayor que el que dejé atrás cuando ingresé.

Dentro de pocos días se cumplirán sesenta años de mi licenciamiento del Ejército. Ya escribiré sobre ello. Si no lo hago antes. hasta entonces.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Mi cumplemeses



Hoy 27 de agosto de 2008 se cumplen MIL MESES desde que llegué a este mundo. Dicho así como suena la cosa en sí no tiene la mayor importancia, pero el haberlos ido pasando hora a hora, día a día y también mes a mes, hasta que he llegado a los MIL, sobre mi, un tanto maltrecho mi cuerpo, se nota mas de lo deseado el paso de tan larga travesía.

Volviendo mis recuerdos hacía los primeros años de la década de los años treinta del pasado siglo XX, en los que comencé a tener conciencia exacta de lo que acaecía, y trayendo a la memoria aquella forma del vivir cotidiano del hogar en que me crié, y que era la norma mayoritaria en los demás de la localidad, extensivo a todo el país, no tengo por menos que recordar la calidad de vida en que nos desenvolvíamos, donde las carencias de incluso lo imprescindible para el sustento hacía aún difícil el mantener la supervivencia. Incluso la escasez de las prendas de abrigo para soportar los rigores del frío en invierno, hacían que las tiriteras de nuestros ateridos cuerpecillos corrían paralelas con la desnudez de las despensas de nuestros hogares.

Como no, me vienen a mente hechos de los que yo mismo fui protagonista, como lo era el que niños con seis, ocho o diez años, se veían impelidos a abandonar sus casas para dedicarse a la guarda y custodia de toda clase de animales ajenos a las propiedad de sus padres, y que en la mayoría de los casos los estipendios que recibían por su trabajo, era simplemente el facilitarles la manutención gratuita y que en no pocos casos, aventajaba poco en calidad y cantidad de la que había dejado atrás en su propia casa. No obstante, no poco que le hubiera correspondido en ésta, quedaba para repartirse en los que habían quedado en el domicilio y que no tardarían en tomar el camino que su hermano había tomado. En aquellos hogares, que como decía Cervantes, "toda incomodidad tenía su asiento", se luchaba principalmente por mantener la supervivencia de la prole, todo lo demás resultaba como simple añadido.

Si con todas aquellas carencias y sacrificios que hubimos de soportar, contribuimos en algo para llegar a la situación en que mi descendencia, se desenvuelve en la actualidad y desde hace bastantes años, me doy por satisfecho de que así sucediera.


sábado, 2 de agosto de 2008

El triduo de la preocupación (III)



La segunda noche de este triduo de la preocupación, la pase con un tanto mas de sosiego, bien por el cansancio propio que traía arrastrado de la noche y día anterior, o bien porque a todo se acostumbra uno, lo cierto es que aunque de trecho en trecho, conseguí dar tres o cuatro cabezadas, unas de más larga duración que otras.
Cuando el día anterior regresé de mi frustrada presentación, en la oficina de la Batería donde pregunté, me indicaron que mi destino lo era a la Zona de Reclutamiento y Movilización número 9. Así, una vez desayunado aquella nueva mañana del día 2 de agosto de 1946, tan calurosa o más que la anterior, tomaba por segunda vez mi maleta y esta vez sí, llevaba el convencimiento de que lo que fuera iba a solventarse. Como mis reservas de dinero las había agotado el día anterior en la cantina del Regimiento, tomándome aquella fresquita cerveza que me supo a gloria, hube de pedir prestado, para no devolverlo, los quince o veinte céntimos que costaba el billete del tranvía. Por toda fortuna llevaba en mi cartera un sello de correos que tenía reservado para que tan pronto se resolviera mi situación, escribir a mis padres y darles cuenta del resultado.
Alrededor de las once de la mañana serían, cuando por segunda vez me presentaba al Brigada de la Compañía de Destinos, que ya sabía se llamaba Benito, hallándolo nuevamente sentado a la máquina de escribir. Esta vez de propia voz me invitó a que me sentara un momento en una silla que a su diestra mano se hallaba vacía.
Yo, durante ese ínterin, trataba unas veces de darme ánimo y aceptar con entereza cualesquiera que fuera la suerte que estaba próxima a sucederme, e inmediatamente mi ánimo se venía abajo y me auguraba, además de algún castigo, la vergüenza y la humillación que lo menos que me dirían es de que era un cara dura.
Tan pronto el Brigada Benito hizo el además de levantarse, mi corazón comenzó a latir a cuando menos doscientas pulsaciones por minuto. Cogió un gorro cuartelero que tenía colgado en una percha y a la vez que se lo colocaba me preguntó por la oficina a que tenía que presentarme. Cuando se lo comuniqué solo de su boca salió esta expresión: "Escaleras".

Pasamos a una puerta contingua a la que se hallaba su oficina, atravesamos un largo pasillo y acto seguido tomábamos una escalera de las llamadas de caracol y una vez ascendidos 108 escalones, llegábamos a un pequeño rellano, una puerta de madera de dos hojas, abierta solo una de ellas, y unos dos metros hacía adentro en su frontal derecho y circundado una ventanilla, en letras mayúsculas y de color negro, la siguiente inscripción: "ZONA DE RECLUTAMIENTO Y MOVILIZACIÓN NÚMERO 9" Para mí, aquello en vez de una indicación de la ubicación de unas oficinas, me parecieron otra cosa peor. ¡Un epitafio! Tras de aquellas letras, en breves instantes se iba a determinar la suerte que posiblemente yo habría de correr en lo que me quedara de mili, que así a ojo de buen cubero, por entonces no dudábamos en que sería superior a dos años.

El Brigada Benito delante, yo maleta en ristre le seguía y tras atravesar un pasillo, con despachos a izquierda y derecha, separados entre sí por mamparas de madera y cristaleras, entrábamos en un despacho de medianas proporciones, donde otro Brigada con un cigarrillo entre sus labios tecleaba a buen ritmo otra máquina de escribir. El Brigada Benito, dice: "Amigo Blanco, aquí te traigo el mecanógrafo que habías solicitado". Después de intercambiar dos o tres palabras entre ambos, allí quedaba yo a disposición del otro Brigada Blanco. No más de cuarenta o cincuenta segundos habían transcurrido, cuando me dice, "sígueme". Ahora sí parece que había perdido hasta la noción de que era una persona. Así era mi estado de ánimo y de nervios. Volvimos a tomar el pasillo que habíamos seguido al entrar, pero en sentido inverso y llegando a la puerta de uno de los negociados que se hallaba a la mano izquierda según caminábamos y entreabriéndola levemente, dice: "Con su permiso mi Capitán". Desde el interior del despacho se oyó una potente voz que escuetamente decía "". Pasa el Brigada Blanco y yo tras él. Mi presentador, dirigiéndose al Capitán y como quien da una buena noticia, suelta la siguiente frase: "Mi Capitán, aquí le traigo a su nuevo mecanógrafo". En ese momento solo sentía un deseo: "Desintegrarme". Desaparecer del mundo. Sin mas palabras, allí quedaba yo a disposición de mi nuevo Capitán. En el mismo despacho pero un tanto retirado de la mesa del Capitán, había otro Brigada y cerca de éste, un Cabo 1º y cuatro o cinco Soldados, en distintas mesas.

El Capitán tenía un rostro sonrosado, pelo algo canoso, orejas algo mas grandes de lo normal, representaba tener alrededor de cincuenta y cinco años, estaba sentado en una mesa y a su derecha había una silla vacía y en una pequeña mesita, una máquina de escribir marca "Underwood". El Capitán al tiempo que me dirigía directamente su mirada, sacaba su petaca del cajón de la mesa y echaba sobre su mano un poco de tabaco. Esta vez dirigiéndose a mí de propia voz, me dice: "¿Tú fumas?", al contestarle afirmativamente me alargo su petaca y yo realice lo mismo que él había hecho, vertiendo sobre mi mano un poco de tabaco. El Capitán lía su cigarro y yo con mi tabaco en la mano. Me dice: ¿no tienes papel de fumar? Nueva negativa y me alarga el librito de papel de fumar, marca "bambú". Él enciende su cigarro, yo con el mío en la mano. Tercera pregunta. "¿Tampoco tienes lumbre?"; nueva repuesta, no mi Capitán, y me añade, "pues vienes tú como para irte de juerga". Mal empezaba la cosa. El calor reinante más mi estado nervioso me tenían bañado en sudor. Pero yo lo que deseaba de todo corazón era que llegara la hora del desenlace de aquella situación.



Al fin se iniciaba el proceso para el esclarecimiento de cuanto hubiera de suceder. Yo hasta entonces había permanecido de pie.

Comenzaba con estas frases del Capitán, al tiempo que me indicaba me sentara en la silla que estaba frente a la máquina de escribir: "Bueno vamos a comenzar a trabajar". ¡LLEGABA EL MOMENTO!. Estas determinaciones que de momento se vienen a la mente de una persona, se me vinieron a mí, y armándome de un valor que hasta ese momento no lo había tenido, y diciendo para mis adentros, que sea lo que Dios quiera, respondí con estas palabras. "MI CAPITÁN YO NO SOY MECANÓGRAFO, NI HE TOCADO UNA MAQUINA DE ESCRIBIR EN MI VIDA. HAGA USTED CONMIGO LO QUE CREA QUE MEREZCO". Su reacción a mi confesión fue la de entonces como es que te han mandado aquí como mecanógrafo. A grandes rasgos le explique cómo fue mi solicitud para ello. Aquel hombre mirándome fijamente, durante unos momentos que a mi me parecieron una eternidad, creo que se estaría preguntando, algo así: "¿qué hago yo ahora con este tío?". Por la forma de mirarme y la expresión de su rostro yo no era capaz de siquiera suponer cual pudiera ser el veredicto a tan semejante e inesperada respuesta dada por mí. Yo estaba petrificado. Ansiaba que su determinación fuera rápida, lo que fuera, pero que fuera ya. ¡ALELUYA!. Al fin salía de la boca del aquel Santo varón, la siguiente pregunta: "¿tú tienes interés en aprender a escribir a máquina?" Es lo que mas deseo en el mundo en estos momentos. A mano por lo menos sabes escribir. "Sí mi Capitán". Entonces no te preocupes, verás que pronto, si pones empeño en ello lo vas a conseguir. EN ESOS MOMENTOS ME HUBIERA ABALANZADO SOBRE AQUEL CAPITÁN Y LO HUBIERA COLMADO DE BESOS Y ABRAZOS. El gesto que tuvo conmigo en aquella ocasión aquel Capitán, que olvidándose de su deber como un Oficial del Ejército y que como menos hubiera procedido a despacharme para mi procedencia, pudo más su sentimiento humano y con ello dictaba una resolución que enaltecía los sentimientos que como hombre sin lugar a dudas lo adornaban.

Dado a que me he extendido más de la cuenta en esta narración para finalizar el triduo inicial, dentro de unos días continuaré narrando lo que a corto plazo supuso para mí y resultó de todo esto.

Así que hasta dentro de unas breves fechas.

viernes, 1 de agosto de 2008

El triduo de la preocupación (II)


Como hacía constar en mi entrada de ayer y por los motivos que exponía, la noche del 31 de Julio de 1946 al siguiente 1º de agosto, la pase totalmente en blanco. Cavilando acerca de la suerte que pudiera correr al día siguiente y cuyos resultados a estas cavilaciones, ninguno de ellos se me aparecía favorable, llegó el toque de diana antes del cual nadie podía levantarse. La primera idea que se me vino a mente cuando comenzó a sonar el toque de la corneta, fue el de que donde me encontraría en la diana del próximo día, 2 de agosto. Pese a que no soy de condición pesimista, sino todo lo contrario, lo mejor que pensaba acerca de la suerte que podía correr, era el de que después de que me hubieran lanzado alguna lindeza por mi osadía, fuera la de que volviera a mi Regimiento. Esta determinación la hubiera firmado desde el primer momento en que me dieron la noticia de mi destino.

Una vez aseado y tomar el desayuno, un cazo de agua un tanto teñida de color pardusco con el añadido de un pequeño mendrugo de pan reservado en la cena anterior, volví a la Batería donde tomando mi maleta comenzaba mi viaje hacia lo desconocido, en cuanto a los resultados que de ello se pudieran derivar.

Desde el acuartelamiento hasta la primera parada del tranvía denominada Guadaira y que distaba del cuartel algo más de un kilómetro, lo hice -como es natural- a patita. En Guadaira cogí dicho medio de transporte hasta la parada de La Pasarela. Descendí del vehículo y a medida que cruzaba el Prado de San Sebastián, donde entonces se ponían las casetas de la feria de Abril, mi cerebro al ritmo que lo hacían los latidos del corazón, no era capaz de coordinar las razones que habría de exponer cuando me pidieran explicaciones de porqué había solicitado un destino para el cual no me encontraba capacitado.

Por fin llego a la Plaza de España, por su parte posterior donde tenían su entrada la mayoría de los departamentos correspondientes a la Capitanía General de la II Región Militar. Me dirigí, previo a ser informado a mi petición, a la Compañía de destinos. Solicitada y concedida la venía, paso al despacho del Brigada que estaba a cargo de la oficina, el cual se hallaba escribiendo a máquina, circunstancia que para mí era el no va más de la capacitación. Con su mano derecha me hizo una indicación de que esperara un momento para ser atendido. Aquel momento hubiere deseado yo que fuera eterno, pero no, llegó enseguida. Me pregunta el motivo de mi presentación, contestándole que iba destinado a Capitanía como...... y me costó Dios y ayuda para decir "mecanógrafo". "¿A qué negociado u oficina vienes?" "Pues no lo sé, mi Brigada, no me lo han dicho en mi Regimiento". A la vista de mi contestación negativa, hizo varias llamadas a teléfonos interiores preguntando si esperaban la incorporación de un Soldado mecanógrafo, y al contestarles en sentido negativo, se queda mirándome fijamente y me dice: "Vete a tu Regimiento, que te digan por que Dependencia has sido solicitado y vuelves mañana".

Ante la determinación del Brigada, un profundo respiro de alivio salió de mi cuerpo que no parecía sino que se había prorrogado mi ejecución por veinticuatro horas.

Mi vuelta la hacía mas alegre que lo fue la ida. Llegué al Regimiento y sin reparar que eran los últimos recursos que me quedaban, me fui a la Cantina y me tomé una cerveza fresquita, con lo qué, si por una parte me refrescaron mi reseca garganta y mi sudoroso cuerpo, dejaron totalmente esquilmados mis ahorros que al día siguiente me iban a ser necesarios para pagar cuando menos el billete del tranvía. Pero en fin tenía bastantes horas por delante y a tratar de serenarme un tanto y procurar preparar mi defensa, para el juicio que al siguiente día seguramente se me iba a realizar.

Quizá, los familiares mas allegados, únicos de los que suelen entrar en mis bloges, estaréis deseando que termine de una vez de exponer el resultado final de esta extraña aventura, pero como cito en los títulos de ayer y de hoy, era un triduo y ese triduo termina mañana. Así como es mi filosofía: "Mañana será otro día y verá el tuerto los espárragos".