martes, 23 de septiembre de 2008

¿Será por echar años atrás?


Como prometí hace dos días, vuelvo nuevamente al tajo, pero esta vez retrocediendo SETENTA AÑOS, ni más ni menos.

Sin poder concretar las fechas exactas, en aquel mes se dieron dos circunstancias en el seno de mi familia. La primera, y sería sobre mediados del mes de septiembre de 1938, a mi padre lo movilizaron para llevárselo a la guerra. Entonces, a mí me parecía que mi padre era casi un anciano, cuando contaba solo con cuarenta años de edad.

Cuando se despidió de mi madre, de mis hermanos y de mí, yo entonces tenía la edad que hoy tiene mi nieto Jorge y recuerdo que mi padre que como yo, era muy fácil de lágrimas, llorando a lágrima viva, cuando se despedía de mí, que por cierto fui el último, recuerdo exactamente la recomendación que me hizo y fue la siguiente: "Tú que eres el mayor, tienes que hacer ahora de padre para con tus hermanos y ayudar a tu madre en todo lo que necesite". Con la perspectiva de setenta años atrás, reconozco hoy que semejante recomendación me la tomé bastante a pecho y pese a mis trece años, me revestía de autoridad para con todos mis hermanos, reprochándoles e incluso regañándoles, por hechos o circunstancia que yo consideraba no era lo correcto en su comportamiento . A mi padre lo destinaron al frente de Extremadura. Tardamos cerca de un mes en tener noticias suyas. Tras recibir su primera carta, nos sirvió un tanto de tranquilidad, ya que nos comunicaba que era un frente muy tranquilo y hacía varios meses no se habían producido ningún combate.

Unos diez o doce días después de la marcha de mi padre, yo me coloqué de pastor, con un rebaño de ovejas de unas trescientas cabezas, que pertenecía a los Servicios de Intendencia del Ejército Republicano. Me asignaron un jornal de diez pesetas diarias, pero el dinero no servía para nada, ya que nada había que se pudiera comprar. Se carecía de todo. Lo que mas creo empujó a mi madre a que me colocara como tal, fue el hecho de que cada diez o quince días, nos facilitaban un pequeño racionamiento de artículos de primera necesidad, tales como azúcar, arroz, garbanzos, aceite y otros artículos, pero todo en cantidades ridículas. El encargado de llevarnos este racionamiento, era un Comisario Político de Batallón, sobrino del Mayoral que mandaba en mí, que yo tenía la categoría de zagal y de otro hombre mayor que el citado mayoral. Ambos se llamaban José, y también los dos eran de Pozoblanco.

Seis meses justos, sin descansar ni un solo día, duró mi ejercicio como "zagal", que lo fue hasta el final de la Guerra Civil. Lo mío, hasta el final transcurrió con la normalidad propia de la misión a que estaba destinado, pero el último día fue uno de los mas amargos para mi madre en toda su vida. Yo también lo pase mal. Tal evento, precisa un entrada exclusiva para relatar lo sucedido.

Con el temor propio de que a mi padre le sucediera algo en el frente de guerra. pasaron los seis meses hasta que terminó la contienda. A partir de entonces comenzó un verdadero calvario para toda la familia, que duró aproximadamente un lustro. Ya lo contaré el día que me disponga a ello.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Pasaron 60 años

No sé si es hoy, fue ayer o sería mañana, cuando se cumplen los SESENTA AÑOS, del día mas nefasto en cuanto a mí personalmente se refiere. Pero seguro que en uno de los tres días que cito, se ha cumplido del 60º aniversario, de lo sucedido en el relato que a continuación voy a exponer.

Serían también aproximadamente, las 12'50 horas que son en este momento, de aquel ya lejano día, cuando mi amigo y compañero de fatigas Casimiro Fernández Ferrer y yo, salíamos desde Villaharta camino de la Ballesta, para comenzar nuevamente nuestro trabajo en la mina, después de dos años y medio que lo dejamos para incorporarnos al Ejército. A tal fin, el día anterior a que me refiero ahora mi camarada Casimiro y yo nos habíamos presentado a Don Marcelino, que era el jefe de la explotación minera, para manifestarle que pretendíamos incorporarnos nuevamente al trabajo en la mina y a lo cual tenía la obligación de admitirnos. Ante nuestra presentación y requerimiento, nos citó para el día siguiente y al segundo relevo que se iniciaba a las dos de la tarde.

Como sabéis por mis entradas anteriores en este blog, los dos años y medio anteriores que había pasado en la mili, lo hice en las oficinas de Capitanía lo que para mí era en plan señorito y tan distinto y distante de la rudeza del trabajo en el campo y en la mina, que hasta entonces había sido mi actividad, desde la mas temprana juventud, o para mejor decir, desde mi adolescencia. También lo he dejado expuesto en otras ocasiones que mi propósito cuando me fui a la mili era el de no volver más al denostado trabajo de la mina. Las circunstancias dispusieron lo contrario.

Así serían alrededor de la una de la tarde salíamos los dos recién licenciados del Ejército, a patita camino de la Ballesta que distaba unos seis o siete kilómetros del pueblo. ¡Cuánta amargura se apoderaba de mis sentimientos en aquellos momentos! ¡Qué oscuro porvenir se vislumbraba en mis pensamientos! ¡Qué ser tan insignificante me consideraba a mí mismo¡!Con estos pesares, llegué, acompañado por Casimiro, a nuestro destino. La explotación minera en aquellas fechas se hallaba en pleno declive, pese a lo cual era obligatoria nuestra admisión.

Quiso la casualidad de que a los dos reciÉn llegados, y solamente a los dos, nos mandaron a trabajar en un frente de carbón en una de las galerías del pozo número 6, para abrir una serie de barrenos que con su posterior "pega" con dinamita, proporcionar el correspondiente desplome de carbón. Este trabajo debería realizarse por barreneros o picadores, categoría que ninguno de los dos habíamos tenido antes, pero la falta de personal y la escasez de otros trabajos, nos asignaron el mencionado.

Provistos de barrenas y picos, comenzamos nuestra faena, que por la dureza del trabajo y que la callosidad de nuestras manos habían desaparecido durante nuestro servicio militar, agraviado con la escasez de oxígeno en la galería que carecía de la pertinente ventilación, no sé el tiempo que habría transcurrido, mi amigo Casimiro y yo, caímos desfallecidos en el lugar del trabajo y cuando fueron a vigilarnos y descubrir el estado en que no encontrábamos, hubieron de sacarnos al exterior y yo lo primero que noté fueron los guantazos que el jefe Don Marcelino me estaba dando en la cara para que volviera en sí. En idéntica situación estaba mi colega. Cuando estuvimos totalmente reanimados, nos indicaron que volvíeramos al trabajo y cada espacio de tiempo corto, saliéramos a la boca de pozo, o sea al principio de la galería junto donde se comunicaba con la luz del pozo, donde se respiraba con normalidad.


A las nueve de la noche terminó aquella jornada. Las manos las teníamos llenas de ampollas. Las sienes nos torpedeaban la cabeza como si dentro de ella tuviéramos alguien golpeándonos con un martillo. Más que el desgaste físico producido por la jornada de trabajo, era la pérdida total de la moral que había bajado hasta hallarse por debajo del nivel del suelo. Y ahora quedaba el recorridos de los seis o siete kilómetros hasta llegar al pueblo. Nunca hasta entonces, ni gracias a Dios tampoco después, me he sentido un ser tan insignificante y deprimido. Y si todo ello no era bastante, no se me quitaba de la memoria de que tal había sucedido aquel día, me esperaba al siguiente, al otro, al otro........ y así, hasta sepa Dios cuando. Cuando aquella noche una vez llegado a mi casa, lavado, ya que en el trabajo no existían duchas ni sitio donde poderse lavar y metido en la cama, confieso en este momento, que por vez primera en mi vida, lloré ante el desencanto sufrido y la dificultad que veía para resolverla.

Mi amigo Casimiro, un par de años después ingreso en la Policía Armada, pero pocos mas tarde falleció. Fue el primero que murió de todos los "quintos". Sin duda hace mas de treinta años de su fallecimiento. Él no puede celebrar esta efemérides. Yo sí, y con la alegría de cuan distinta es a lo que presentía en aquel infausto día.

Dentro de breves fechas, haré mención a otro aniversario, pero diez años anterior al que se refiere la presente entrada en el blog.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Aniversario del final de mi vida en el Ejército


Día 17 de septiembre de 1948, por tanto hoy se cumple el 60º aniversario de aquella efemérides.
Cuando todos, o casi todos los componentes de mi reemplazo, el de 1946, marchaban locos de contento hacia sus casas, de donde habíamos salido el día 6 de abril del mencionado año 1946, yo a diferencia me debatía entre la satisfacción de haber terminado una etapa forzosa de mi vida, aunque yo pude no hacer el servicio militar, de haberme quedado trabajando en la mina de carbón donde me encontraba en el momento de incorporarme al Ejército, como creo he referido en alguna entrada anterior en este mi blog, y la incertidumbre de lo que pudiera ser mi futuro profesional. Si cuando me marche a la mili, lo hacía abrigando alguna esperanza de no volver al lugar de mi procedencia de trabajo, o sea a la mina dependiente de la Empresa "Coto Hullero La Ballesta", donde había permanecido los dos años anteriores a mi partida. Todos los trabajos que había realizado en faenas agrícolas antes de entrar enla mina, los había sobrellevado con cierta complacencia, dado también a que efectivamente ni mi preparación, ni por supuesto la escasez de posibilidades de optar por otra clase de actividad, lo hacían casi imposible. Pero por circunstancias que ahora no vendrían al caso y, un tanto largo de contar, me puse a trabajar en la mina, cuyo trabajo a medida que iban pasando los días, menguaban mi entusiasmo al punto de que al final casi llegaba hasta aborrecer tal actividad.
Dado a que como sabeis, durante mi periodo de vida militar, donde llegué como jornalero agrícola de profesión, terminé hecho todo un bastante aceptable escribiente-mecanógrafo. Estos conocimientos adquiridos en el Ejército, en mi pueblo no había posibilidad de ejercitarlo, dado a que solo existía una plaza de auxiliar administrativo en toda la localidad, que era en el Ayuntamiento y estaba ocupada. Así, ante todas las circunstancias expuestas mi porvenir laboral se me presentaba bastante oscuro, o sea, en las entrañas de las galerías de la mina nuevamente, donde pese a estar en gran decadencia la mencionada explotación del "Coto Hullero La Ballesta", tenían la obligación de admitirnos a todos los que salimos de allí para incorporarnos al Ejército dos años y medio antes.
Como ha quedado expuesto, creo que bastante claro, el hecho de haber sido licenciado del Ejército no me proporcionaba la alegría que en todo caso hubiere deseado.
Cuando tomé el tren en la estación de la Plaza de Armas de Sevilla, me coloqué al cuello una especie de escapulario, que un compañero de de la oficina en Capitanía, llamado Manuel Arroyo Clares, del que me parece cité en una entrada de hace algún tiempo en este blog, que lo recuerdo por haber hecho mención a que tenía una hermana que era todo un monumento al cuerpo femenino y a la belleza. En el referido escapulario y con letras góticas bastante bien trazadas, podía leerse. "ADIÓS SERVA LA BARI Y LAS MUCHACHAS DE LA CIUDAD JARDÍN". Ese nombre de "Serva la Bari" a Sevilla, no puedo explicar porque es, dado a que lo ignoro. Lo de las muchachas de la Ciudad Jardín, era que había tenido dos novias en la mencionada barriada sevillana.
Con estas tribulaciones, llegaba a mi pueblo sobre la puesta de sol de aquel lejano 17 de septiembre de 1948. Dentro de 4 días, haré si Dios quiere nueva entrada en este mi blog, para hacer constar las resultas inmediatas a esos temores que me impedían celebrar como se merecía mi licenciamiento del Ejército.

lunes, 8 de septiembre de 2008

El último grato recuerdo


Hoy se cumplen exactamente DOCE AÑOS, del último grato recuerdo de los muchísimos que hubieron durante los casi cuarenta y uno que duró mi matrimonio. Tal día como hoy, los cinco matrimonios que generalmente solíamos reunirnos los fines de semana y días festivos, lo hicimos aquel día, festividad en Málaga de Nuestra Señora de la Victoria.

Mi mujer, aunque desde el mes de mayo anterior en que fue otra vez operada, venía arrastrando ciertas alteraciones en su estado de salud, bastantes de ellas de cierta importancia, cuando menos en su estado anímico, la noche anterior al día en que me estoy refiriendo, aceptó el que nos reuniéramos los mencionados matrimonios amigos, que eran, Pepi y Julio; Trini y Rafa; Luisa y Paco; Crimelda y Juan y por supuesto nosotros, para ir a almorzar. Lo hicimos como otras muchas veces en el Salón de Pescados "Mario Eva", y posteriormente, como ya teníamos concertado, nos vinimos aquí a mi casa para hacer lo que teníamos por costumbre echar unas partidas a distintos juegos, en las que se apostaban distintas cantidades, casi todas de poca monta y cuyos ganadores tenían que dejar el 50% de las ganancias para un fondo que luego entre todos gastábamos en pagar comidas u otros gastos.

Durante las aproximadas seis horas que duró la reunión aquí en mi casa, desde antes de las cinco de la tarde, hasta alrededor de las diez y media de la noche, mi mujer ni un solo instante le falló el alegre estado de ánimo con el que siempre se tomaba tales reuniones. Sin lugar a dudas, para mí fue una reunión inolvidable y esperanzadora, en lo que a su recuperación de su estado de salud y de ánimo se refería, dado a la forma en que como he citado antes, se comportó durante tan largo rato. Ni un solo instante cesó de reír, de gastar bromas, y de celebrar otra de las tantas reuniones como desde hacía algunos años veníamos haciendo.

Yo, interiormente me regocijaba de verla a ella en la forma que disfrutaba y que de soslayo no dejé de contemplarla durante toda la reunión. Aproximadamente sobre las diez y media de la noche, como apunte anteriormente se terminó la reunión. Antes de la despedida, creo recordar dejamos concertada la cita para una próxima. Ésta, nunca llegó a celebrarse.

El espejismo de todo cuanto sucedió en aquella inolvidable reunión, duró escasamente hora y media. Serían alrededor de las doce de la noche cuando íbamos a acostarnos, le volvieron de repente aquellos vómitos, de los que siempre y sobre todo desde el inicio de sus primeros síntomas de la enfermedad, unos tres años antes, le sobrevenían de vez en cuando, pero en esta ocasión, con mayor intensidad y menos espaciados en el tiempo. En aquellos momentos comenzaba el CALVARIO, que terminó, cuando también lo hacía su propia vida. Aquella noche fue el inicio de lo que serían otras muchas, en las que solo el recordarlas en este momento, me destrozan el alma. AQUELLAS SEIS HORAS APROXIMADAS QUE DURÓ LA REUNIÓN, fueron las últimas gozosas de mi matrimonio. Posiblemente ELLA, desde donde se encuentre, a lo mejor lo habrá recordado también.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Continuación de "El triduo de la preocupación (III)"


Con fecha 2 de agosto pasado dejé a medio relatar el tercero y último episodio de mi titulado EL TRIDUO DE LA PREOCUPACIÓN.

No se que circunstancias me han llevado a distanciar tanto en el tiempo esta continuación, pero sean cuales fueren, aquí me tenéis otra vez dispuesto a lo que me había propuesto y era dejar cual fue su resultado final y sus consecuencias.

Creo haber dejado mi relato anterior sobre este tema, cuando mi nuevo Capitán me aceptó y me dio la oportunidad de aprender a escribir a máquina. Pues vamos a ello.

Aquel mismo día, 2 de agosto de 1946, después de almorzar y una vez terminada la "quintada" que me dieron, que a grandes rasgos fue bajar los 108 escalones con tres libracos que cada uno pesaba al menos cinco kilos, y llevarlos hasta la Cantina donde según la llamada telefónica que me hicieron los que me gastaron la broma, era el Teniente Ayudante, y unos diez metros antes de llegar a la meta que me indicaban en la llamada, caí en la cuenta de que aquello era una broma, lo que no me impidió el retorno con los tres libros y a patita volver a subir los dichosos 108 escalones. El cachondeito que ello originó. no me importó en absoluto. La alegría que había recibido con mi aceptación por parte del Capitán, era superior a todo lo que hubieran querido hacer conmigo mis futuros compañeros de oficina. Bueno, como decía, una vez almorzado y pasado el acontecimiento de los libros, y previas las explicaciones de otro mecanógrafo, comencé a teclear en aquella Underwood y hacer los escritos de tres modelos que mi Capitán me había dejado, con tanto entusiasmo y dedicación que así día tras día y renunciando a la siesta, me llevaba seis o siete horas diarias dándole al teclado.

Habían pasado unos veinte días, con las yemas de los dedos llenas de callos, ya que los bordes de las teclas eran metálicos, cuando aquella mañana llegaba mi Capitán a la oficina, le dí lo que para mí era la culminación, tanto así como de una ilusión, como la del cumplimiento de una promesa, como digo, le dí la noticia de que podíamos trabajar a máquina y despachar todo lo que se había quedado atrasado y que no era urgente, lo cual ésto nos lo hicieron entre los otros mecanógrafos de la Dependencia. La respuesta de mi Capitán y mostrando una sonrisa en la que demostraba haber recibido una gran alegría y que sin duda él era el verdadero artífice que me facilitó el que eso fuera posible.

Con la eficiencia que había conseguido, que para tal fin me había comprado un pequeño librito titulado "Mecanografía al tacto", y todo el empeño que puse en ello, los días transcurrían con una inmensa alegría por mi parte y también la que en mayor parte correspondía a mi Capitán y consiguiendo una progresión formidable en la puesta al día de todo lo atrasado, me consideraba el hombre. o mejor dicho en aquellos momentos el Soldado mas feliz, no solo de Capitanía General, sino creo que toda la II Región

Cuando mis padres recibieron mi carta en la que les daba cuenta de donde me encontraba destinado, recibieron tal vez una alegría aún superior a la mía.

No habrían pasado tres meses desde que como tal mecanógrafo desempeñaba mi cometido, el que como tal lo hacía en la oficina de Mayoría, llamado Antonio Tenor Dorado, causó baja por haber ingresado en la Guardia Civil. El puesto de mecanógrafo de Mayoría era el que se consideraba más importante de toda la Dependencia. El Teniente Coronel Mayor, Don Enrique Ambel Albarrán, sin duda, previa la información de alguien, que para mí era del Brigada Blanco destinado en Mayoría, ordenó que yo pasara a desempeñar el cometido que dejaba Antonio Tenor. Mi Capitán puso el grito en el cielo, le contó al Teniente Coronel como había sido mi llegada allí, pero todo fue inútil, era el Ejército y el que manda, manda. Yo pasaba destinado a Mayoría. Por mi parte, mis sentimientos se encontraban divididos: por un lado sentía que mi Capitán al que todo se lo debía, lo dejaran otra vez sin mecanógrafo, pero por otra sentía ese gusanillo de la vanidad, al sentirme disputado para el desempeño de un cometido que meses antes, yo ni siquiera hubiera llegado a sospechar ni soñando. Como se escribiría en la reseña de la documentación de los militares: "En esta situación, terminé la mili".

Un destino para el que se precisaban de las mayores recomendaciones, yo llegué a él de la forma que bastante amplia y detallada he dejado expuesta en las cuatro entradas a este blog. Se da la circunstancia, que cinco años después y ya como Guardia Civil, fui destinado a la oficina de Mayoría aquí en Málaga, con el mismo cometido que tenía allí, o sea el Negociado de extracto, que era donde se hacía la reclamación de los sueldos y devengos, allí de los Jefes, Oficiales y Sub oficiales y en la Guardia Civil, además también, Cabos y Guardias. En la mili no pasarían de cincuenta y en la Guardia Civil, sobrepasaban los cinco mil. Allí no ganaba nada, y aquí cobraba un sueldo, si no muy elevado, sí mucho mayor que el que dejé atrás cuando ingresé.

Dentro de pocos días se cumplirán sesenta años de mi licenciamiento del Ejército. Ya escribiré sobre ello. Si no lo hago antes. hasta entonces.