domingo, 7 de diciembre de 2008

Efemérides y fin de la sequía blogera

Por fin después de diez y ocho días sin escribir nada en este mi blog, hoy me decido a poner fin a tanta sequía "blogera", aunque tal vez esta última palabreja, no dejará a lo mejor de ser un propio disparate.

También, como casi siempre que entro sucede, hoy se cumple otro aniversario y creo que supuso el principio del fin de una etapa principal en mi vida. Hoy 7 de diciembre se cumplen 15 años de la primera operación que hicieron a mi mujer. Después siguió todo el rosario de circunstancias y contrariedades hasta el desenlace fatal.

Creo recordar, que alguien de vosotros en una entrada que hizo a mi blog, dejó entrever que siempre me envuelvo en cuestiones y hechos de puro pesimismo. Posiblemente pueda considerarse así, ya que reconozco que en los acontecimientos en los que más resalto el suceder, lo haya sido en los que han supuesto una contrariedad, o lo que es peor, una desgracia para el devenir de mi propia vida. Pero seguro que todo ello pueda ser por el mayor realismo que siempre trato de darle a los propios acontecieres a lo que haga referencia.

Además de ser optimista por naturaleza, a lo largo de toda mi existencia, las adversidades he sabido sobrellevarlas con entereza y en las que más me han afectado a mí personalmente, he procurado lamer mis heridas en las mayor intimidad, sin que mis desencantos pudieran llegar a incidir negativamente el devenir de mis mas allegados. Por añadidura a todo ésto, siempre me he considerado un ser privilegiado y feliz, dado a que en la inmensa mayoría de todo lo que me ha sucedido, Dios o el destino, han sido siempre largamente generosos y me han colmado de dichas, muy particularmente en lo que a la conformación de mi propia familia se refiere.

Desde mi primera niñez hasta el día de hoy, que ya rebasan los treinta mil, la inmensa mayoría de ellos, he dado gracias por todo cuanto se me concedía.

Con respecto al dato que hago mención en el párrafo anterior, cito el hecho del tiro que me dieron en la Nochebuena de 1950, y en su consecuencia estuve hospitalizado hasta el 22 de febrero siguiente. Mis padres y hermanos se enteraron de tal hecho, en el mes de agosto siguiente cuando fui con permiso a mi pueblo y todavía cojeaba visiblemente, por lo cual me vi en la obligación de exponer las causas de mi deficiencia física.

Pese a la falta de afecto y soledad en que pase aquellas Navidades, siempre consideré, y aún hoy sigo haciéndolo, el disgusto que le hubiera originado a mi familia, particularmente a mis padres, que en nada me hubieran podido remediar mis males físicos, compensaba con largueza la falta de alguna frase o gesto que me hubieran podido hacer llegar.

En relación al hecho de la operación a mi mujer, no quiero dejar de señalar y con ello mostrar mi profundo agradecimiento a mi amigo Juan Ortiz, que mientras esperábamos el resultado de la operación, fueron muchas las lágrimas que junto a mí derramó, ante el temor de un resultado negativo, cuando me acompañaba en la Sala de espera del Parque San Antonio.

Bueno, por hoy ya vale. Espero no demorar tanto mi próxima entrada, como ha sucedido en ésta.