viernes, 31 de diciembre de 2010

Se va la primera década del siglo XXI



Hace unos minutos, como todas las noches a las diez, mi reloj acaba de lanzar su alarma. Claro que todas las noches, no son ni el final de un año ni tampoco el de una década, como lo es hoy.

En estos momentos, millares de hogares estarán en los prolegómenos de una cena, o aún algunos ya habrán comenzado a cenar. Yo hace un rato terminé de hacerlo.

Como voluntariamente lo vengo haciendo desde hace ya algunos años, esta Nochevieja también la estoy pasando solo. Esta soledad voluntariamente impuesta y sin nada ni nadie que me lo entorpezca, me lleva a traer al recuerdo, no solo tantas y tantas noches de fin de año, si no todo el largo devenir de toda mi existencia desde aquellos lejanísimos días en que comencé a tener uso y razón de mi existencia. Como no, algunos de tantos y tantos sucedidos, me hacen contraer el ánimo por tratarse casi exclusivamente de la ausencia de esta vida de esas personas, a las que nunca ni por nada, cuando menos mientras tanto Dios nos conserve esa pequeña luz de la mente, dejaremos de dedicarle un sentido y emotivo recuerdo a cuanto supusieron e hicieron por hacernos felices, con la añadidura de que para ello nada nos exigieran a cambio. A ellos, padres, hermanos, uno de estos nos dejó hace escasos meses, otros familiares y como no, ESA MUJER que Dios en su día puso en mi camino, para colmarlo de infinitas felicidades y que tanto disfrutaba con la celebración de esta Festividad que años y años, en compañía de otros matrimonios amigos solíamos festejarlo hasta muy avanzadas horas de la madrugada.

Pero llegó la Nochevieja de 1996. Fue la última que pasamos juntos, de las doce uvas, solo pudo comerse cuatro o cinco. Su estado físico no se lo permitió. El final de sus días caminaba a pasos agigantados. Algunos días después del paso de un mes, se cumplían mis terribles augurios.

Las doce uvas que yo sí ingerí aquella noche, fueron las últimas que como ceremonia de esa festividad, no he vuelto a realizarlo. Con su partida, se llevó consigo toda la ilusión que yo ponía en aquellas celebraciones, en las que, hoy lo confieso, yo ponía el mayor empeño, más que nada, por complacerla a ella y acompañarla en su estado festivo. Hoy, que no esta conmigo, ¿qué hago yo tomando parte en semejantes celebraciones? Nada. Que me perdonen si alguien de los míos piensa que no es correcta mi forma de interpretar la situación.

Cambiando totalmente de tema, tal día como hoy, pero de 1947, rompía unas incipientes relaciones amorosas con una joven de mi pueblo. Tanto en mis memorias como en otras entradas en este blog, he relatado algunas circunstancias sobre aquel extraño e insólito romance. Hoy pasados SESENTA Y TRES años de aquel sucedido, dos cuestiones totalmente contradictorias, me vienen al recuerdo, de vez en vez y siempre cuando llega esta fecha de fin de año. La una de esas contradiciones, lo es que estoy satisfecho de haberlo hecho así. La otra, es que siento cierto remordimiento y culpabilidad, solo por el modo y forma en que lo llevé a efecto. Me queda ese no se qué, de no haberle pedido perdón por esas dos cuestiones. Así son las cosas.

Por todo lo demás y en relación a esta efemérides de fin de año, que Dios siga manteniendo a todos los míos como hasta ahora y, a mí, como ÉL quiera disponer.

domingo, 26 de diciembre de 2010

26 de diciembre


Ya hacía casi veinte días que no entraba en el blog. El día de hoy no podía dejarlo pasar en blanco.

Hoy 26 de diciembre, mi mujer hubiera cumplido 76 años. Seguro que de haber estado entre nosotros, agregado a mi felicitación le hubiera añadido algo, tal como que "era ya demasiado vieja y como consecuencia habría de buscarme otra más jovencita". Su repuesta también me la imagino cual hubiere sido: "¿Mira quien va a hablar, que estas mas cerca de los noventa que de los ochenta, quien debiera de buscar otro sería yo?"

Suposiciones aparte, lo grave es que no la tengo a mi lado en fecha tan señalada. No obstante y si por esos supuestos milagros que dicen se dan en algunas ocasiones, te voy a contar, a ver si lo recibes, que antes de anoche, la Nochebuena de 2010, estuvimos cenando todos en casa de la niña, solo tú no estabas. Durante las más de cuatro horas que estuvimos allí, el ambiente que se respiraba entre todos los nuestros era para que lo hubieras presenciado y gozado igual que yo. Nada te hubiera hecho sentirte más orgullosa que su mera contemplación. Tus nietos, la mayoría, ya sobrepasando en estatura a sus respectivos padres, cuestión que a ti tanto te agradaba de los hombres "altos", lo que debió ser una pequeña contrariedad para casarte conmigo, dado a que como suele decirse, un buen mozo, nunca lo fui. Pero bromas aparte, como te apunto anteriormente, el ambiente y la buena armonía entre todos, hijos, hija, nueras, yerno y nietos y su abuelo, suegro y padre sumergido en su contemplación y haciendo volar la imaginación y el sentimiento hacia tu recuerdo, lo que me hacía gozarlo por partida doble a fin de poder enviarte a ti, cuando menos la mitad de lo que yo disfruté. Dios quiera continue siendo así en años sucesivos hasta siempre y cuando yo parta de aquí en tu busca, tendremos tiempo para ponerte al corriente de todo ello. Entre tanto llega ese día, que lo que ellos expongan ante mi vista, lo sea como mínimo a como yo lo presencié esta pasada Nochebuena. Que así sea.

martes, 7 de diciembre de 2010

7 de diciembre de 1993


Hoy se cumplen 17 años de la primera operación que le hicieron a mi mujer. Aquel día era el principio del fin de su existencia. Tres años y dos meses después de aquella operación, fallecía. Solo once meses de cierta esperanza tuvimos durante dicho espacio de tiempo. El resto entre ciertos sufrimientos y al final un calvario, y lo mas grave de todo su marcha de este mundo.

Aquel siete de diciembre fue sin duda uno de los días de toda mi existencia que mas temía saber el resultado de una cuestión y al propio tiempo mas deseaba conocerlo. Aquella sala de espera del Hospital Parque de San Antonio, era muda testigo de la vorágine de ideas y sentimientos que atropelladamente pasaban por mi cerebro. En principio, resultado esperanzador, y como apunto anteriormente, once meses duró la esperanza.

Hoy rebobinando mis recuerdos hacia el pasado y cabalgando sobre ese jumento que resultan ser los mas de ochenta y cinco años de edad que sobre mí pesan, incluso yo mismo me extraño de seguir a la grupa de esa ancianidad, aunque iluso de mí, cada vez que a mis oídos llega la palabra anciano, miro a mi alrededor por ver si esa catalogación corresponde a alguien que ande por allí cerca. No obstante mi ilusa sensación de sentirme no anciano, creo que cada vez me asemejo en algunos casos más a Don Quijote, que montando su Rocinante, flaco y pasado en años como su cabalgante, al menor lance con algún contrario dado a la escasez de fuerza de ambos, caballo y caballero terminaban rodando por los suelos. La menor contrariedad en mi estado de salud actualmente, acaba dejándome con las energías totalmente mermadas e incluso remontar el estado en que me deja, se lleva mas días de lo que en principio pudiera pensar. A pesar de todo, mi deseo de continuar por estos lares y asida mi voluntad a cualquier agarradero que a mi vera esté, así voy continuando y avanzando por el paso del tiempo mucho más de lo que yo nunca hubiere llegado a soñar. El continuar por aquí, cuando menos hasta hoy me mantiene TRAERLA al recuerdo y con ello hay veces que incluso llego a pensar que la tengo a mi lado. Cuando vuelvo en sí, resulta ser otra de mis muchas ilusiones que se desvanecen. Entre unas y otras, yo sigo cabalgando hasta que Dios quiera.


viernes, 26 de noviembre de 2010

El "Noty"


Toparse de buenas a primeras con el título de esta nueva entrada puede despistar al mas pintado. Aclaremos. El "Noty", fue un perrito que tuvimos aquí en mi casa durante unos trece años. Hace dos días mi pensamiento le dedicó unos minutos a su recuerdo.

Dio la casualidad, que ese mismo día mi asesor bloguero, me indicó que le extrañaba que no hubiese escrito nunca con respecto al Noty. Comenzaré diciendo que en mi pueblo y cuando yo era niño, y joven, que ambas cosas he sido, por "mascota" se entendía solamente a una especie de sombrero flexible, pero yo nunca supe que un perro, un gato, pájaro u otra clase de animal también eran mascotas. Bueno, sin más preámbulo, vamos al tema.

Como indico al principio el Noty, fue un pequeño y simpático perrito, que en aquel entonces era un cachorro que había de tener no más allá de un par de meses de edad y que mi hijo mayor se presentó un día con él aquí en casa y procedía de un regalo de un amigo veterinario de Marbella, donde mi primogénito estaba destinado a la sazón y que él mismo lo bautizó con el nombre de Noty, diciendo creo recordar, que significaba "travieso" en ingles, o algo similar. Si no es así espero su rectificación.

En un principio mi mujer parecía un tanto reacia para admitir un perro en casa pero finalmente lo aceptó y por mi parte hice lo mismo, incluso encantado.

Vamos a tirar por la trocha, porque si no, nos van a dar las doce de la noche hablando del Noty.

Con el paso de los días el Noty llegó a ser tanto de la familia, que yo era el abuelo, mi mujer la abuela, mis hijos los tíos y mis nietos los primos. Era un animal listo e inteligente, como yo nunca pensé que un perro podía serlo. Sin que yo recuerde que fuere porque se lo enseñamos, se le decía "dale un beso a la abuela" y le daba un lametón a mi mujer en la oreja y lo mismo hacía conmigo si le decíamos que se lo diera al abuelo.

El afirmativo del sí y el negativo del no, lo entendía a la perfección. Cuando notaba movimiento de que sabía que íbamos a salir, diciéndole con la misma entonación de voz, hoy si o no ,puedes venir, si le decíamos que no, salía corriendo con el rabo entre las patas, se metía debajo de la cama y ya no salía mientras estábamos en la casa. Si por el contrario le decías hoy si vienes, se ponía de todo nervioso, chillando, saltando sobre unos y otros y escandalizaba no solo a los vecinos del bloque si no que sus ladridos creo eran percibidos por la mitad del barrio.

Cuando llegaba la hora de la comida, comenzaba a mirar a la abuela, con tal insistencia y como implorándole, al punto de que mi mujer que en alguna ocasión estaba haciendo alguna faena de la casa o viendo algo que le interesaba en la televisión tenía que dejarlo todo y se ponía a prepararle la comida, que la mayoría de las veces era una carne de segunda o tercera clase, que le ponía a la plancha. Una vez había comido, se ponía a mi lado o se subía encima de mí si estaba sentado y ya no se retiraba hasta que lo sacaba a dar un paseo.

Siempre lo llevaba suelto aunque iba provisto de la cadena y collar pertinente por si por cualquier circunstancia había que amarrarlo. Los días laborables lo sacaba por los alrededores del barrio y a una hora determinada por la mañana siempre antes de irme al trabajo. Los días festivos que lo llevaba bastante mas lejos a unos solares donde hoy están las viviendas de "La Fragata" y "Jardín de Málaga". y que lo hacía una hora aproximadamente mas tarde, cuando llegábamos al limite de donde habíamos de continuar por el barrio o dirigirnos a donde lo hacíamos los días festivos, solamente con decirle "Al Parque Mediterráneo", cruzaba la calle no antes de que le dijera "ahora". En el trayecto de las salidas de días festivos o domingos, cruzábamos cuatro cinco calles con sus respectivos semáforos, pero aunque siempre iba caminando quince o veinte metros delante de mí, cuando llegaba al semáforo se paraba y hasta que yo no llegaba y le pronunciaba la palabra "ahora", no hacía la menor intención de cruzar la calle.

Yo, aun sabiendo del sentido tan desarrollado de los perros del olfato y el oído, hasta que el Noty no me lo demostró no llegué a conocer hasta el punto donde eso era verdadero. Cuando salíamos de la casa y lo dejábamos aquí, cuando regresábamos, teniendo todas las puertas y ventanas cerradas, al llegar al barrio y oía el ruido del motor de mi coche, un Renault 12, de los que había varios por el mismo, comenzaba a ladrar y chillar entendiendo de que éramos nosotros los que llegábamos. Si cuando regresaba con él de darle un paseo, que eran cuando menos cuatro al día, tres yo y uno mi mujer, al llegar a la entrada del bloque, si en ese entretanto había venido alguno de mis hijos, subía las escalera a toda velocidad y entraba en la casa chillando en busca del quien hubiera llegado, y que nunca fallaba.

Una de las particularidades que mas me sorprendían es que parece que tenía cierto sentido del ridículo y me explico. En una ocasión, cuando Maradona llego al Barcelona y estaba en boca de todo el mundo, mi mujer le hizo una especie de pequeño abrigo con los colores del Barça y el número 10, que era el de Maradona, cada vez que se lo ponía casi se negaba a salir y andaba como encogido, y que parecía entender era la risa de toda persona que lo veía. En la foto que del Noty figura al principio de esta entrada y que se la hicimos subido en el capó del R-12, se puede ver la postura con la que digo se ponía cada vez que la abuela lo vestía de Maradona.

Tenía también el Noty ciertas inclinaciones para hacer el "payaso". Voy a citar solo una de las que demostraba lo que digo. Cuando lo bañaba la "abuela", antes de proceder al baño tendía un par de sábanas viejas sobre el sofá del salón donde lo depositaba después del baño y luego lo secaba con una toalla de baño vieja. Bueno, tan pronto veía que mi mujer sacaba las sábanas y se dirigía con ellas al salón, salía corriendo como despavorido, se metía debajo de la cama, poniéndose siempre en el punto donde mas lejos quedaba desde cualquier punto de los laterales o extremos de la misma y sacarlo de allí era todo un sainete, que había que hacerlo arrastrándolo del rabo o alguna pata. Una vez ya bañado y secado, festejando el momento, lo hacía saltando y revolcándose por cualquier punto del piso, pero todo ello acompañado de sus correspondientes ladridos y chillidos.

Llevarlo al veterinario, en este caso veterinaria, para la vacuna anual, tan pronto enfilábamos la dirección para la clínica, distinta a la habitual de la de todos los días en sus respectivos paseos, y que la no se encuentra a menos de medio kilómetro de mi casa, comenzaba a ladrar como indicándome que no quería ir, teniéndolo que amarrar y tan pronto llegábamos a la clínica y veía a la facultativa, aquello era para haberle sacado una película, se dirigía a ella ladrándo con tal escandalera que si había mas perros esperando, al verlo a él ladrar, comenzaban los demás a hacer lo mismo y formaban un verdadero espectáculo. Eso sí, nunca hizo siquiera intención de morder a la veterinaria. Ésta, fue también la que le aplicó la última inyección letal que como consecuencia de la aparición de un cáncer de próstata que le fue diagnosticado por otro veterinario afamado que había en Málaga, y todavía existirá porque era joven, y ya no le daba más de una semana de vida. Los dos o tres últimos días de la existencia del Noty, daba pena de verlo, se le paralizaron las patas traseras y arrastrándose por el suelo no podía hacer control de sus defecaciones y tampoco tenía suficiente capacidad física para ingerir alimento alguno.

La muerte del Noty, para mi mujer y para mí fue verdaderamente doloroso. Ella lloraba amargamente; yo no le iba a la zaga. A la última inyección lo llevó mi hijo Carlos, mi hija y mi yerno. En un campo próximo a la casa de éste, le dieron sepultura.

Aunque parezca mentira, marcó también un antes y un después la llegada y la muerte del Noty a mi casa. Hasta otra.

(Después de haber sido editado mi relato sobre el Noty, y habiéndoseme quedado en el tintero, uno de los episodios más relevantes en cuanto a mis salidas a dar paseos al Noty, vuelvo a entrar en el mismo y a continuación hago constar tales hechos anecdóticos.

Durante cuanto al menos diez o doce años, el día de Año Nuevo, a eso de entre las cinco a seis de la mañana, o sea últimas horas de la madrugada, solíamos mi mujer y yo, acompañados de varios matrimonios amigos, regresar de festejar la Noche Vieja.


Nuestra indumentaria para tal festividad, era mi mujer traje largo y yo vestido de esmoquin, traje que me compré para asistir a las Entregas de Despachos de mis dos hijos en la Academia General Militar de Zaragoza. Pues bien, aquí me teníais a esas horas de la madrugada que cito anteriormente, vestido de esmoquin, con mi pajarita correspondiente, paseando a mi perro por todo el barrio para que verificara sus necesidades fisiológicas. Gracias que a dichas horas eran pocas personas las que me veían y las pocas que lo hacían posiblemente no iban en condiciones de distinguir mi indumetaria con otra cualquiera. En mi descargo, hago c0nstar que estas salidas las verificaba con el fin de que el paseo que siempre le daba al principio de cada mañana, postergarla para allá sobre las doce y darme tiempo a descansar un poco. Bueno creo que ha merecido la pena intercalar el detalle. La estampa que formábamos perro y amo era para llevarla a la pantalla grande.)

viernes, 19 de noviembre de 2010

Mirando al mar



Ayer mañana estuve dando un paseo, como lo hago con relativa frecuencia, por el Paseo Marítimo de Guadalmar. Ni una sola nube enturbiaba el esplendido azul del cielo. El mar permanecía en calma total, "calma chicha", como hubiera dicho alguien de la gente de la mar. Una ligera brisa de poniente rozaba el rostro con lo que te señalaba que estabas en esta vida. La visibilidad del momento era absoluta. Ante el ambiente descrito y ensimismado, dirigía la vista hasta aquel lejano horizonte donde parecían unirse el mar y el cielo. Ni un pequeño barco se vislumbraba en todo lo que mi vista alcanzaba. Ni una sola gaviota volaba ni se posaba sobre la tranquila superficie. Ante tanta grandiosidad, como no, me vino a la memoria el recuerdo de ELLA. Unas, bastantes, lágrimas enturbiaron mis ojos. Aún embargado en estos pensamientos, mi mente retrocedió en el tiempo no menos de setenta años.

Allá por los años cuarenta y cincuenta del pasado Siglo, dicho de otra manera mas gráfica, en mi juventud, el cantante Jorge Sepúlveda llevaba en su repertorio un bolero, del que desconozco su autor, y que se titulaba "Mirando al Mar". Ese bolero, solamente con haber llevado mis sentimientos de los momentos descritos en mi paseo de ayer, podía haberlo escrito yo sin ningún esfuerzo . Algunas de sus estrofas decían, y seguirán diciendo así:

Mirando al mar soñé
Que estabas junto a mí,
mirando al mar yo no se que pensé,
que acordándome de ti lloré.
.........
Ni un lejano barquichuelo que mirar,
Ni una blanca gaviota sobre el mar,
Yo tan solo recordando la ventura que se fue,
La ventura que en sus brazos amorosos disfruté,
Bajo el palio sonrosado de la luz crepuscular.

Que coincidencia del sentimiento poético de su autor cuando lo compuso hace ya tantos años, con los sentimientos que a mi me tuvieron inmerso en mis recuerdos mucho mas recientes. Lo del autor de la referida canción, sería sin duda como he citado anteriormente, un sentimiento poético. Lo mío, un sentimiento real que estará ocupando mi recuerdo entre tanto Dios me mantenga en esta vida.

Otra de las estrofas del bolero era:
...y se que ha de volver a mí,
cuando yo esté mirando al mar.

Por si acaso, en mis paseos, yo seguiré "MIRANDO AL MAR". Hasta la próxima entrada.

lunes, 1 de noviembre de 2010

El día de los santos


"El día de los Santos", así era como en mi niñez y juventud llamábamos a la festividad de hoy, 1º de noviembre. Hoy cumple 22 años mi tercer nieto, Alberto, al que termino de felicitar.

La festividad de Todos los Santos, especialmente para los que como a mi me sucede, astamos algo más cerca de los noventa que de los ochenta, este día nos trae principalmente al recuerdo de todas aquellas personas que de nuestro entorno abandonaron este mundo. No más de una hora hace, he regresado de Misa y durante la cual han desfilado por mi mente, todos esos seres que al marcharse dejaron en nuestro sentimiento, ese no se qué, que lo mantenemos en el recuerdo toda la vida y que a medida que van desapareciendo se llevan consigo un girón de nuestra propia alma, cuyo desgarro en la misma jamás será suplido. Este recordatorio comprime el espíritu, te lleva a que de lo mas profundo del ser broten algunas lágrimas de tus ojos, y tienes la sensación de que cada una de ellas van a posarse en el alma de cada uno de esos seres, por los cuales fueron arrancadas del nuestro propio. Aunque a lo largo de todos los días del año, ni uno solo se pasa sin que su recuerdo desfile mas o menos veces por nuestra mente, en el día de hoy, y como antes señalo para las personas mayores, o para mejor decir viejas, parece ser que este DÍA está señalado especialmente para dedicárselo a su recuerdo.

Lejos me quedan a mí, aquellos "Días de los Santos", en que las jóvenes preparaban el café y varias clases de dulces y que en el domicilio de alguna de ellas nos reuníamos, más que para saborear e ingerir los dulces y la infusión, para tener aquella oportunidad que semejante acto nos brindaba a fin de poder estar junto a ellas, declararles nuestros sentimientos amorosos, y también porque no, algún que otro rocecillo o tocamiento que hacía estremecerse nuestro cuerpo. Ésto, si lo llevabas a cabo, tenía que ser con la máxima discreción y recato, toda vez que había que evitar el que fuera observado por nadie de los presentes, ya que de ser así, los comentarios al día siguiente en todo el pueblo, exclusivamente para la joven, estaban garantizados.

Si en aquellos entonces, nos hubieran visionado como esas relaciones entre la juventud se practican hoy, ni vertidas por las personas de mayor consideración y respeto, hubiéramos podido dar como ciertas. Lo de entonces, hoy puede parecer una ñoñería, lo de hoy, desde entonces, una catalogación de que lo que pienso, me lo reservo.

En fin, vaya hoy nuestro recuerdo más sentido para todos los que al marcharse dejaron nuestros corazones con ese vacío imposible de volverse a ocupar.

Hasta la próxima entrada.

lunes, 25 de octubre de 2010

Adiós definitivo a otro hermano

Han pasado diez días desde mi última entrada en el blog. Hoy vuelvo a entrar de nuevo, pero con otro desgarro producido en el alma, por el fallecimiento de mi hermano Antonio al que en el día de ayer dimos sepultura. Estos hechos, aunque el paso del tiempo trata de amainar el dolor causado en el sentimiento, las cicatrices causadas no desaparecen jamás de nuestros sentires, sino que al contrario se van acumulando a las otras que con motivo de iguales o similares consecuencias suceden con el paso de los años.

Querido hermano Antonio:

Cuando apenas hace veinticuatro horas, que tu presencia física desapareció de todos nosotros, tengo la seguridad de que ya te encuentras en el lugar que tu comportamiento durante toda tu existencia te hicieron merecedor, y, que a las puertas del cielo donde ya moras, estaba esperándote nuestro hermano Cesáreo para enseñarte el camino en que al final del mismo estará la MANSIÓN donde igualmente nuestros padres te habrán recibido como ellos siempre supieron hacerlo con sus hijos. El rictus que en tu rostro ya inerte se dibujaba, mostraba a las claras con la tranquilidad de conciencia que abandonabas esta vida, hecho al que solo a las almas nobles les acaece. Del cariño, entrega y dedicación de los tuyos más próximos, es también parte del bagaje que te llevas consigo de tu travesía por esta vida. Así mismo el cariño de tus hermanos lo fue en paralelo y reciprocidad a tus méritos y sentimientos hacia nosotros, y por último, la despedida que la inmensa mayoría de tus paisanos te hicieron, daban fe de lo que dejabas en el sentir de todos ellos. Querido hermano, solo nos conforta un tanto el dolor de tu pérdida, la certeza de que a partir de ya, y por toda la eternidad, estarás junto a nuestros padres y hermano Cesáreo, gozando el descanso y reposo merecido.

Antonio, hasta siempre.

viernes, 15 de octubre de 2010

Entrevista en Onda Azul - Málaga en la Red

Una entrevista en Onda Azul Málaga al autor de este blog puede descargarse AQUÍ (Sección "Málaga en la Red", 6/10/2010, con Celia Bermejo y Auxi Barea).

Nota del editor: intenté poner un reproductor integrado en el post, pero no fui capaz y no tengo tanto tiempo, así que lo descargáis y lo escucháis en vuestros respectivos ordenadores. Comprensión. Gracias.

jueves, 14 de octubre de 2010

Trabajar en la mina



Quizá por el tema de mi entrada hoy en el blog, se me pueda tachar de oportunista dada la inmensa popularidad adquirida por el recate de los mineros chilenos, en el día y noche de ayer.

Durante ya mi larga vida, solo tengo el recuerdo de haber sentido pánico en dos ocasiones. La primera fue, cuando contaba solo 11 años de edad. Transcurrían no más de diez o doce días del inicio de la Guerra Civil Española, cuando encontrándonos quince o veinte niños jugando a los soldados en las afueras del pueblo, haciendo instrucción y portando una gran bandera republicana, (mi pueblo quedó en poder de la república), de pronto apareció por encima de donde estábamos, una avioneta procedente de Córdoba y tomándonos realmente por soldados y que un par de días antes habían llegado encontrándose acampados no mas de un kilómetro de distancia de nosotros, comenzaron a arrojar bombas contra los aprendices de soldados, lo que produjo la espantada total de la pandilla, cada cual hacia su casa. Yo lo hacía en compañía de un primo mío, y a poco de de iniciar la carrera, una de las bombas cayó de nosotros a una distancia aproximada de sesenta o setenta metros y que debido a la escasa potencia del explosivo, resultamos ilesos.

Lo que yo sentí por mi cuerpo no es posible definirlo. Las piernas me temblaban al punto que me daba la sensación de no poder caminar. Yo creía morir antes de llegar a mi casa que aún distaba del lugar no menos de 300 ó 400 metros.

La segunda, sucedió ocho años mas tarde. Yo llevaba trabajando en unas minas de carbón que se denominaban "Coto Hullero la Ballesta". Los trabajos se realizaban en tres turnos diarios y que comprendía el horario de 6 a 14; de 14 a 22 y de 22 a 6 horas. Las ocho horas solo las trabajaban el personal que lo hacía en el exterior, si bien los que lo haciamos en el interior, eran solo siete horas la jornada.

El último turno o relevo, como lo llamábamos, verificaba solo trabajos de mantenimiento a fin de que cuando llegara la hora del primero, lo tuvieran todo preparado y pronto para la extracción del mineral. Este último turno era practicado por un reducido número de hombres, así que pasaban incluso meses de que fueras nombrado para ello. Al fondo de los pozos y a un nivel de un par de metros por debajo de la planta de la última galería, se hacía una excavación y que no se porqué se la llamaba calderilla, teniendo por finalidad de que las aguas que manaban de las distintas partes fueran recogidas allí y con ello evitar que las respectivas galerías donde al día siguiente se iban a practicar los trabajos fueran anegadas.

Los medios con que se trabajaba en aquella explotación eran totalmente rudimentarios, al punto de que en los momentos a que me estoy refiriendo ni siquiera se utilizaba la electricidad.

El día de autos, como se dice en términos judiciales, me encontraba en el último relevo y se me encomendó la faena, a mi solo en el fondo del pozo, alumbrado por un carburo, de extraer el agua que se iba acumulando en la "calderilla". Para bajar hasta el fondo, lo hice utilizando una especie de lazo de una cuerda gruesa, que se introducía por una argolla al final del cable, metía una pierna hasta la ingle, con las manos me cogía al citado cable que se enrollaba en un cilindro de madera de unos dos metros y medio de la largo, y un diámetro de unos treinta o cuarenta centímetros. Una vez llegué al lugar de trabajo, los dos compañeros que en la superficie hacían girar el torno con sus respectivas manivelas, engancharon un bidón y así cuando llegaba donde yo estaba lo hundía y una vez lleno, le daba la señal para que lo izaran y una vez arriba lo vertían sobre un pequeño canal y ese era mi cometido. Podía llevar en la faena un par de horas, por tanto podría ser sobre la media noche, cuando a unos cuatro o cinco metros de donde yo me encontraba se produjo un fuerte ruido y comenzaron a hundirse las maderas que formaban el entibado de la galería cayendo gran cantidad de rocas y tierra y ocasionándose una gran polvareda, al punto que casi me impedía ver donde me encontraba. En el instante que se producía este derrumbe, el bidón lleno de agua llevaba recorrida sobre la mitad del trayecto y ello con la velocidad que se podía originar con la fuerza motriz de los brazos de mis dos compañeros. Si cuando en el primer caso que he contado cuando nos arrojaban las bombas me entró pánico pero lo hacía en silencio, en esta ocasión comencé a gritar para que rápidamente los dos torneros subieran el bidón, quitaran éste y me enviaran a la máxima urgencia el cable para subir en igual forma en que había bajado. Los escasos minutos en que se realizó toda esta operación hasta que yo me vi fuera del pozo, me parecieron una eternidad. Me recuerdo que a la vez que gritaba con todas mis fuerzas pensaba en mi madre, que para ella siempre fue una honda preocupación el que trabajara en el interior de la mina.

Acto seguido procedimos a llamar al Capataz, se apellidaba Moya y era de Pedroche. Bajó él y comprobó la realidad de cuanto le había contado. A la vista de ello paso urgente aviso a Don José, que lo conocíamos como el geómetra, no sé si ese era su cargo en la empresa, ni lo que eso significaba, si era el que inspeccionaba todos los trabajos y ordenaba la forma en que se realizaban y el modo en que se hacían las entibaciones. Instantes después, el geómetra y el capataz, bajaron, uno a uno por supuesto y como yo lo había hecho colgado del cable. Al cabo de una hora poco más o menos, subieron y dándome ánimo del susto que había pasado, consiguieron finalmente que bajara de nuevo a continuar el trabajo, asegurándome de que no volvería a repetirse otra vez derrumbe alguno, como así sucedió. El miedo no se me quitó en toda la jornada.

Cuando ayer y hoy veía las noticias de los mineros de Chile, me hacía una idea de cuales hubieran sido los días pasados hasta que consiguieron establecer contacto con el exterior. En mi caso yo tenía la ventaja sobre ellos, de que el pozo estaba libre de obstáculos para poder salir, pero la desventaja de que yo estaba solo, tenía 19 años y llevaría trabajando en la mina cuatro o cinco meses como máximo. Estuve unos días que me daba cierta vergüenza cuando todo el mundo se enteró del griterío que formé, pidiendo auxilio. No obstante no tarde mucho tiempo, si no en olvidarlo, si no preocuparme por lo sucedido y continuando mi trabajo con normalidad.

Una de las explicaciones que dio el geómetra, fue de la que sobre la media noche solían producirse ciertos movimientos internos en la tierra. No sé cuanto de cierto tenía esta teoría.

Cuantos me conocéis, tengo la seguridad dais por cierto cuanto acabo de relatar, y puedo aseguraros que así sucedió, sin añadir ni quitar nada. Hasta otra.

martes, 12 de octubre de 2010

La Virgen del Pilar, Patrona de la Guardia Civil


Poco más de media hora hace han terminado los actos celebrados en Madrid, con motivo del día de las Fuerzas Armadas. Asi mismo hoy es la festividad de la Virgen del Pilar, Patrona de la Guardia Civil.

En el salón de mi casa he presenciado todos los actos celebrados en la Capital de España, los cuales se cerraban con el desfile de la Sección de Caballería de la Guardia Civil. Asimismo y con anterioridad al cierre, desfilaban entre otras Unidades, otras del mismo Cuerpo de esa Caballería. Quién me conozca bien, sabe que la Guardia Civil, a la que he pertenecido mas de treinta y un años, ha sido para mí, además de una forma de "ganarme la vida", como suele decirse en estos casos, una razón de ser de mi existencia. He querido a la Guardia Civil, y la seguiré queriendo mientras yo siga mi caminar por esta vida y el uso de razón me lo conceda. Si a este sentimiento íntimo que manifiesto, se une el cariño que mi mujer siempre sintió por la Guardia Civil, nadie se extrañe que cada vez que por cualquier motivo, y hoy día de NUESTRA PATRONA, mas aún, haga referencia a esta festividad, mis sensibilidades llevan a lo mas profundo de mis sentimientos, el agradecimiento de haber dedicado la mayor parte de mi vida a esa pertenencia.

Hoy, a la vez que mi vista percibía todo el devenir del desfile de las fuerzas armadas, mi mente vagaba por esas muchas festividades de la Patrona de la Guardia Civil, en que primero yo solo en compañía de mis compañeros, a partir de la celebración de la segunda hasta la cuarta, inclusive. Patrona, siempre con la que entonces era mi novia, de alguna de las cuales conservo inolvidables fotografías; a partir de la quinta, con mi mujer, después con mi mujer y mis hijos; a medida que iban pasando los años, alguno de éstos, por razones de su ausencia, iban descolgándose de su asistencia, hasta que lo hacíamos solamente el matrimonio. Una vez quedé yo solo, por la ausencia definitiva de mi mujer, he asistido solamente a la celebración de la Misa en el acuartelamiento de los Ángeles, principalmente, y no casi principalmente, sino como homenaje a ELLA, en la que durante todo el acto mi pensamiento no se desviaba un solo instante de su recuerdo.

En el día de hoy, no me encontraba con el ánimo predispuesto para ir, como he dicho anteriormente, al mencionado Cuartel para asistir a la misa. Desde mi posición en el salón de la casa donde he estado presenciado los actos de Madrid, tenía también frente a mi vista, una fotografía y para mayor efecto sentimental, las cenizas de la incineración de sus restos mortales. La acumulación de todas esas coincidencias, me han llevado a permanecer todo ese tiempo con mis ojos anegados en lágrimas y mis recuerdos como cité anteriormente, vagando por aquellos felices recuerdos, de los que hacían llevar a mi ánimo a ese sentimiento de que aquellos momentos, jamás volverán. No obstante ello, a la vez que me acongojaban los sentimientos, esos mismos felices acontecieres me sirven del bálsamo para cauterizarlos y termine por dar gracias a Dios de que así sucedieran, a excepción del de su pérdida. Tengo la plena convicción de que el resto de mis días, cada llegada de la Virgen del Pilar, Patrona de la Guardia Civil, todos mis sentimientos y recuerdos serán idénticos a los padecidos, y al propio tiempo gozados, hoy. Lo que sigue siendo una incógnita, es saber cuántos serán.

Hasta una nueva entrada.

sábado, 9 de octubre de 2010

Dos efemérides

Hoy 9 de octubre se cumplen dos efemérides, de las que hicieron mella en el devenir de mi vida, aunque de signo totalmente opuesto.

Fuente: Indexarte

Comenzaré a relatarlos según su orden cronológico. El primero lo fue hace hoy SETENTA Y CUATRO AÑOS. Aún no había entrado yo en la adolescencia, era todavía un niño. Estábamos en los primeros meses de la Guerra Civil Española. Las tropas nacionales (o fascistas como se las llamaba en la zona roja, donde quedó mi pueblo al inicio de la misma) se anunciaba que estaban rompiendo los frentes de guerra establecidos en poblaciones o lugares próximos. Mi padre que desde los primeros momentos de la guerra lo designaron guarda rural, sobre la hora en que comienzo a escribir este relato, o sea las once de la mañana, se pasaba por el cortijo donde toda la familia nos habíamos trasladado desde el pueblo, por temor a los bombardeos que unos días antes se habían realizado sobre el mismo. Nos comunicó el detalle que antes mencionó de que los fascistas estaban rompiendo los frentes de guerra y que estuviéramos preparados por si en su consecuencia tendríamos que salir huyendo, en principio con dirección a Pozoblanco, localidad en poder del ejército republicano. Pocos momentos después de las cinco de la tarde de aquél día, mi padre volvía con precipitación confirmando lo que por la mañana nos había anunciado. A lomos de una caballería que teníamos y la que mi padre utilizaba para su cometido, procedíamos a cargar sobre las mismas los pocos bártulos que teníamos, colchones y algunas prendas de ropa. Además de ello teníamos dos cabras. La familia estaba compuesta, por el matrimonio y cinco hijos, yo el mayor con once años. Los cuatro siguientes, con ocho, seis, cuatro y la mas pequeña, la única hembra, con dos. El dispositivo de marcha iniciado escasos minutos después de la llegada de mi padre, lo estableció de la siguiente forma: Sobre una de las caballerías, los colchones y mantas; sobre la otra, varios utensilios de cocina, unas sillas, y alguna ropa, En esta última caballería, colocaron a dos de mis hermanos, los de seis y cuatro años, que mi padre en su proximidad sostenía a fin de que no se cayeran de la misma; mi otro hermano de ocho, se le asignó la conducción de las dos cabras: mi madre portaba dos bultos, de ropa, uno a la cadera y otro a la cabeza, y a mí, tomar a mi hermana pequeña a cuestas. A poco de iniciarse la comitiva se unieron a la nuestra otras, entre ella una en que iba una prima de mi madre y que por hallarse en avanzado estado de gestación se puso de parto y comenzó a parir a lomos de un burro. Este acontecimiento y la llegada de la noche, nos hizo pernoctar en otro caserío distante del que habíamos abandonado, no mas de cinco o seis kilómetros y donde la parturienta dio a luz un niño.

Cuando aún no había amanecido el día siguiente, reanudamos la marcha, hasta el punto donde en principio se decidió, o sea hasta Pozoblanco, que distaba unos TREINTA KILÓMETROS, con el mismo plan de marcha de la tarde anterior y a donde llegamos cuando caía la tarde. Nadie podía relevarme siquiera un momento de mi cometido, llevando a mi hermana a cuestas. El día 11 de abril de 1939, dos años y medio después de la salida, regresamos a nuestro pueblo. Detallar todo el tiempo que duró este exilio, precisaría no menos de cien páginas.

SEGUNDA EFEMÉRIDES: hoy se cumplen 17 años del matrimonio de mi hija y de la que yo fui el padrino. Como a primera vista podrá comprobarse, del uno al otro acontecer, va un largo trecho, tanto en la distancia en el tiempo, como en el efecto que ello producía sobre el entorno inmediato de la familia. Aquél dejó en mi recuerdo un reguero de calamidades, inconvenientes y sufrimientos y, mas que nada, no solo por lo que a mi afectaba, sino por el que hubieron de soportar mis padres. Éste, el de que aparte de lo perfecto que resultaron todos los actos de la boda, la consecuencia de ello, que principalmente son dos nietos, con 15 y 13 años respectivamente, y que unidos a los otros cuatro más, forman el principal aliciente y razón de ser de mi vida actual. Pero si todo lo señalado de este acontecer, lo fue como se indica y sus consecuencias las que se señalan, una honda preocupación bullía por lo mas profundo de mi ser, y que no era otro que el deterioro físico que desde hacía un par de meses mostraba mi mujer. Pasados escasos días después de la boda, se confirmaba cuanto temía, y tras un rosario de alternancias en su ir y venir de consultas médicas, operaciones quirúrgicas que duraron algo más de tres años, acabaron por apartarla de nosotros para siempre. Este impacto, aún sigue perforando lo mas profundo de mi alma. ¡Cuánto daría ELLA por contemplar hoy, todo lo que a mi me llena de vida! Desde aquí se lo transmito.

El dolor me impide el seguir con estos relatos.

Hasta otra entrada.

lunes, 4 de octubre de 2010

Ya huele a otoño



Esta madrugada llovía en Málaga. El peine del viento ayudaba a las acacias del barrio a irse desprendiendo de sus hojas muertas, que aventadas por el mismo las iba transportando hasta sepa Dios donde. Todos los árboles de hoja caduca comienzan una competitiva carrera por ver quien llega primero hasta su alopecia total. Los armarios en los hogares comienzan a facilitar el regreso de aquellas prendas de vestir que llevaban varios meses sin aparecer por los mismos, a la par que consienten la salida de otras mas acorde con el tiempo que llega. La melancolía parece llevar al ánimo de muchas personas el grisáceo ambiente de los días del otoño, aunque por lo que a mí respecta, no afecta para nada mi estado anímico, antes bien, me libera un tanto del agobio que ocasionan los rigurosos calores del verano. Para los anciano comienza la campaña de vacunación contra la gripe a fin de que nos libere, o cuando menos, reste gravedad en caso de que nos visite tan poco agradable compañía.

El paso de las estaciones para quienes están realizando un largo viaje, suponen solo un pequeño escalón en su trámite, pero para quienes por razones de las muchas paradas efectuadas ya por el tren que nos lleva está ya sin duda muy cerca de su meta, cada una de ellas que termina y comienza otra, nos va acercando irremediablemente a bajar al anden. No obstante nos aferramos al equipaje que llevamos consigo y aunque sea solo con el pensamiento y el deseo, tratamos que el convoy aminore en lo que sea posible su marcha y nos permita, aunque sea un poquito más, el seguir contemplando el paisaje que nos circunda. Que así sea.

Hasta otra.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Feria de Pozoblanco


Hoy 24 de septiembre comienza la feria de Pozoblanco. Tal día como hoy, pero de 1925 y cuando aun me faltaban tres días para cumplir los cinco meses de edad, y precisamente en Pozoblanco me hicieron la primera fotografía de mi vida, que la conservo y en buen estado.

Trayendo hoy a la memoria esta efemérides y como el que tiene todo el tiempo libre por delante, me he puesto a desbrozar esta cuestión, llegando a la conclusión que desde aquellos lejanísimos días, puede que me venga ese estado afectivo del ánimo que siempre he sentido por la finca de La Calera. Creo que después de haber hablado en tantísimas ocasiones de mi paso y estancia en la misma, nunca he referido que me llevaron a ella cuando cumplí la cuarentena, o sea a los cuarenta días de haber nacido, y donde permanecí con algunas alternancias hasta aproximadamente cuando cumplí los dos años.

Mis padres concurrieron aquel 24 de septiembre de 1925 a la feria de dicha localidad, pernoctando en la casa de quienes estaban entonces de caseros en la tan referida finca y que por ellos habían sido invitados. Después de esta asistencia a la feria, regresamos a nuestra procedencia y donde mi padre estaba trabajando desde bastantes meses antes de mi nacimiento y continuó por espacio de unos dos años más.

Como ya sabéis todos los míos, yo comencé a trabajar en este olivar cuando solo contaba catorce años de edad y permanecí en ella hasta precisamente el día que cumplía los diecinueve.

En el domicilio referido donde mis padres, y claro yo también, estuvimos alojados varios días a partir del 24 de septiembre de 1925, volvimos a estarlo, pero esta vez en situación menos festiva y muchísima mas gente, a partir del 10 de octubre de 1936 hasta el 18 del mismo mes, cuando acudimos allí como refugiados de guerra, durante la contienda civil iniciada el 18 de julio del mismo año.

La amistad de mis padres con aquella familia que desde varios años antes de mi nacimiento estaban en la guarda y custodia de la tan mencionada finca, perduró hasta el final de la existencia de todos ellos.

Recordando hoy todo cuanto termino de narrar he sentido deslizar mi existencia, principalmente desde mi adolescencia hasta aquella iniciada juventud, que si bien por una parte estaba rebosante de vida e ilusiones, no estaba tampoco carente de inquietudes de todo cuanto pudiera ser mi futuro. El tiempo que todo lo cura, también desvela y resuelve todas las incógnitas. Como no, igualmente hoy he vuelto a sumergirme en aquellos dulces y lejanos recuerdos.

Vale y hasta otra.

martes, 21 de septiembre de 2010

Entre dos generaciones

Fuente: www.eseg.it

Aparte de un mes que este pasado verano estuvo en Madrid, hoy 21 de septiembre de 2010, un nieto mío con 24 años cumplidos, ha salido por primera vez del entorno familiar para trasladarse a Bolonia (Italia), con el propósito de cursar su último año de carrera.

Dos generaciones anteriores a la de mi nieto, que es la mía, y concretamente yo, cuando tenía su edad, voy a relatar mi curriculum vitae, como creo que se escribe.

No mas terminar de cumplir los diez años y por razones de índole familiar, hube de colocarme de porquero, donde permanecí por espacio de unos cinco meses, aunque todas las noches regresaba a dormir a mi casa, o sea a casa de mis padres.

Antes de cumplirse los tres meses de la Guerra Civil española, en que abandonamos mi pueblo como refugiados, con la edad de 11 años, durante el traslado desde mi pueblo a Pozoblanco, una distancia de unos 30 kilómetros, hube de caminar llevando a ni hermana de dos años, a cuestas, sin que mis padres teniendo que atender otras preferencias, me pudiera echar una mano en el cometido que me había sido asignado. Ya en el exilio y por espacio de unos dos años, todos los días, sin excepción alguna, salía al campo para llevar a pastar una caballería y dos cabras que teniamos.

En el mes de septiembre de 1938 y unos días después de que mi padre fuera movilizado y llevado al frente de guerra de Extremadura, cuando contaba 13 años de edad, me coloqué de pastor, ayudando a dos hombres mayores, en la guarda de un rebaño de ovejas pertenecientes a los Servicios de Intendencia del Ejército republicano. En el desbarajuste de los últimos días de la guerra, me obligaron a que juntamente con los dos hombres que formábamos el equipo de pastores, nos trasladáramos con todo el rebaño hacia otras localidades, dado a que las fuerzas "fascistas" como se las catalogaba estaban llegando hasta Pozoblanco, limítrofe con Pedroche, donde pertenecía el término municipal de donde estábamos ubicados.Con esta determinación me obligaban a separarme de mi madre y hermanos, todos menores que yo, y mi padre en el frente de guerra, si tener noticias de él, de como pudiera encontrarse. Cuando habíamos realizado un desplazamiento de unos cinco o seis kilómetros fui relevado de esta misión por un tío mío. Unos quince días después y una vez regresados a mi pueblo, cuando aún me faltaban unos días para cumplir los catorce años, comenzó mi trabajo en el campo en las diferentes faenas que se presentaban.

En los primeros días del mes de Diciembre de 1940, con quince añitos, me fui a trabajar a la finca de La Calera, vareando aceitunas, distante de mi pueblo unos diez o doce kilómetros. A partir de ese momento continué trabajando en dicha finca en las diferentes faenas que requería el olivar, con algunas escasas alternancias, hasta el mismo día en que cumplía los 19 años de edad. Por tanto un periodo de casi cinco años, fuera de mi familia y donde desde aparte del trabajo, yo tenía que valerme por mí mismo, en todo lo concerniente a comida, aseo, ropa y todo cuanto se pudiera presentar.Iba por mi pueblo aproximadamente cada mes, para cortarme el pelo, o antes si por medio había un día de fiesta importante y asistir al baile si se celebraba.

Como digo estuve en La Calera hasta el mismo día en que cumplía los 19 años. No más de quince días después me puse a trabajar como minero en una explotación carbonífera, situada a unos seis kilómetros de mi pueblo, distancia que diariamente tenía que recorrer tanto en ida como vuelta, mas siete horas trabajando en el interior de los pozos. Aquí lo único novedoso y bueno que tenía es que no trabajábamos los Domingos o fiestas que se consideraban no laborables. En esta ocupación, la que detestaba, permanecí por espacio de dos años.

Abandonado voluntariamente el trabajo de la mina, me incorpore al Ejército. En el mismo permanecí por espacio de dos años y medio. Este espacio de tiempo que por supuesto estaba separado de la familia, fue el mas cómodo y mejor que hasta entonces había tenido en toda mi vida. Finalizado el servicio militar y por razones que en mi entrada anterior en este blog, hacía constar, hube de volver al trabajo de la mina, en cuya situación y actividad, cumplía los 24 años que hoy tiene mi nieto mayor y que en el día de hoy ha emprendido por primera vez la separación de su entorno familiar, lo que en comodidad se deja atrás, aparte del sentirse rodeado de sus seres queridos.

Independientemente de todas las vicisitudes señaladas tan diferentes a las realizadas por mi señalado nieto, José Carlos para mas señas, que han sido todo estudios y junto a sus padres, otra diferencia tan abismal como las señaladas anteriormente, es la de que yo desde los once hasta los mas de veinte años edad, escasísimos días fueron los que llegué a saciar el hambre que casi era crónica en su padecimiento. Por añadidura yo tuve que padecer la estancia durante tres años en la cárcel de mi padre, una grave enfermedad de mi madre que la tuvo postrada en la cama mas de cuatro meses, y etc. etc. etc. Con estos etcéteras podría proseguir varias páginas más.

Si alguien en mi adolescencia y juventud me hubiera dicho la vida que iban a llevar mis nietos, incluso la que han llevado mis hijos, me hubiera entrado la "risa". Pero así ha sido y quiera Dios que así siga. Por lo que a mi respecta, lo pasado, pasado está. No obstante, creo alguien mas importante que yo dijo: "En la adversidad, se forjan los grandes corazones". Cuando menos eso es cierto, por lo que respecta a sobrellevar con entereza otros avatares adversos que se le puedan presentar a uno durante el resto de su vida.

Creo que las diferencias señaladas en el discurrir de las personas comprendidas entre esas dos generaciones es mas que evidente. Lo mío no era un caso excepcional. Lo de mis nietos tampoco.

Hasta
otra entrada.

viernes, 17 de septiembre de 2010

La moral por los suelos


Tal día como hoy, pero de 1948 (ya ha llovido), era licenciado del Ejército, de la mili como siempre se ha dicho. De los dos años y medio, veintiséis meses los pase en las oficinas de Capitanía General, que cuando menos entonces se hallaba en la parte central de la Plaza de España, de la capital sevillana

A las dos y media de la tarde de aquel lejanísimo día, tomaba el tren que me llevaría hasta Córdoba y desde allí a mi pueblo en autobús de línea.

Creo que lo he mencionado en bastantes ocasiones, yo podía haberme librado de ir al servicio militar, motivado a que en tal fecha me hallaba trabajando como minero en una mina de carbón y el que lo deseaba, continuando en dicho trabajo durante el tiempo que su Reemplazo estuviera en el ejército, le contaba para todos los efectos como si estuvieras en él.

Dos motivos esenciales me hicieron tomar la decisión de abandonar el trabajo en la mina y marcharme a la mili. No se cual de los dos, prevalecía sobre el otro. Uno era el de que yo tenía la esperanza, sin que pueda decir en que la basaba, de que desde allí podría dar el paso necesario para alcanzar algún destino o empleo, que me hiciera el dejar todo lo que había sido mi vida anterior, desde incluso la adolescencia trabajando como jornalero en el campo. El segundo motivo era la aversión que sentía por mi trabajo en la mina, que si no llegaba a odiarlo, si que cada jornada que echaba en la misma, me suponía el restarme un año de vida.

Por una decisión irreflexiva que en un momento tomé, que incluso al cabo de mas de sesenta años no he llegado a comprender como lo hice, conseguí mi pase a las oficinas de Capitanía General, que era sin duda el mas apetecido de todos cuantos se podían obtener. En este destino adquirí unos conocimientos, concretamente como mecanógrafo, que jamás hubiera llegado a imaginar. Los mas de dos años de permanencia en aquel destino, fueron los de mejor vida que hasta entonces había disfrutado, contando que teníamos oficina desde las ocho y media de la mañana hasta las dos o dos y media de la tarde, que comparándolo con las jornadas en el campo que se prolongaban de sol a sol, o las mas recientes dejadas atrás en la mina, que aunque solo eran de siete horas cada jornada, por las condiciones en que las practicábamos, eran un verdadero suplicio.

El tren que nos condujo hasta Córdoba iba repleto de gente como yo que marchaban licenciados hacia su casa. No pocos, viajaban incluso borrachos festejando la circunstancia de dar por concluido el servicio militar. Yo por mi estado de ánimo, era un bicho raro entre todos los demás. El propósito que me llevó hasta el ejército y abandonar el trabajo en la mina, había resultado un fracaso total y absoluto. Ni había conseguido el dar el salto hasta algún trabajo o destino que me apartara de la forma de ganarme la vida como lo había hecho hasta el momento de irme y por añadidura, dentro de muy pocos días no me esperaba otro horizonte que la vuelta al desempeño del trabajo, que como cité anteriormente casi lo odiaba, y que como tal vaticinaba, sucedió.

NUNCA, hasta entonces me había sentido tan insignificante en el discurrir de la vida. Mi estado anímico me hacía considerarme un ser sin la suficiente fuerza de voluntad para sobreponerme a la situación en que me hallaba. Cuando durante el viaje en el tren observaba el jolgorio que todos los demás formaban, me preguntaba si todos ellos se dirigían hasta una situación mejor que la que a mi me esperaba o quizá algunos, lo habían pasado tan mal en el ejército que comparándolo con lo que se les avecinaba, lo que dejaban atrás había sido mucho peor según celebraban su vuelta a casa.

¿Porqué Dios no se apiadó de mí en aquellos momentos y me insinuó siquiera cual iba a ser a la larga mi devenir por la vida? Sin duda en aquellos instantes me hubiera descargado del hondo pesar que me atenazaba el ánimo. Pero visto ahora desde la lejanía de SESENTA Y DOS AÑOS, doy por bien empleado aquellos sentimientos que de como con el paso de algunos años, fue cambiando mi vida hasta el punto que me llevó, y aún la conservó, hasta la extrema felicidad. Desde este estado actual, resulta un regodeo traer al recuerdo aquellos pesares.

ASÍ HA SIDO MUCHO MEJOR. Gracias a Dios


miércoles, 8 de septiembre de 2010

Cada mochuelo a su olivo

Fuente: www.mirandanatural.es (Jose Luis Sánchez Almécija)

Este dicho de "cada mochuelo a su olivo", suele utilizarse, por lo menos en mi pueblo, cuando se disuelve una reunión familiar, de amigos, socios u otra cualquiera y cada cual ha de marcharse a su casa o donde quiera que le corresponda, según el caso. Esta mi nueva entrada en el blog quiere hacer alusión al fin de las vacaciones de verano.

Los míos, cada cual se halla en su "olivo" y como no, yo también en el mío desde cuya atalaya como lo vengo haciendo desde algunos, bastantes, años y estando siempre "ojo avizor" captando cuanto me es posible el devenir y acontecer de mis familiares mas allegados, sin que por ello deje de recoger lo que a lo mejor nada me importe. Mis desplazamientos voladores suelen ser cortos y espaciados sin que abandone el entorno en que me vengo desenvolviendo desde el tiempo a que antes hago mención. ¡Qué diferentes son las actividades de cada persona, según su condición, profesión, y muy especialmente de su edad! Mis hijos cada cual en el desempeño de sus funciones profesionales. Mis nietos, gestionando algunos su futuro próximo y otros esperando el comienzo del curso correspondiente a sus estudios o carreras. ¿Pero y yo, que hago? Nada, dejar pasar los días, que aunque no quisiera dejarlos pasar, ellos lo harían por su su cuenta, sin que tuvieran en consideración lo que a mí o a nadie pudiera convenirles. Los días, semanas, meses y los años pasan a velocidad de vértigo sin tener compasión alguna de los que llevamos tantas décadas acumuladas y cada momento que va pasando nos está menguando cualidades físicas y en su proporción acortando nuestra estancia por estos lares. Dicho así, fríamente a cualquiera pueda parecerle que vivimos con el miedo y la preocupación de nuestra desaparición física. Puedo asegurar, cuando menos por lo que a mi respecta, nada mas lejos de la realidad. ¿Es que estoy deseando que así suceda? Menos todavía. Los años van dejando sobre nosotros esa filosofía propia de los viejos, que asumimos con toda normalidad de espíritu lo que el día en que esté determinado nos pueda alcanzar esa desaparición de este valle de lágrimas. Siempre pensamos que cuando nos llegue el momento, dejaremos de contemplar la llegada de cualquier circunstancia que alguno de nuestros seres queridos esté por alcanzar, pero siempre será así. Nuestro discurrir está dividido en dos sesiones principales. La una el recuerdo. La otra el futuro, pero éste, no el nuestro propio, sino de esos mencionados seres por quienes mantenemos la única ilusión que abrigamos en nuestro vivir. De los recuerdos, en particular de aquéllos que se marcharon físicamente, pero que tanto consiguieron dejar en nuestros sentimientos.

No piensen quienes lleguen a tener entrada a este blog y a esta mi exposición de hoy, que pueda hallarme en un momento de desánimo o depresivo, no, nada de eso, estoy como siempre y con la misma disposición en que siempre lo hago cuando realizo las entradas en el blog. Mi estado emocional, gracias a Dios lo tengo bastante nivelado y salvo cuestiones familiares, mucho más que las propias personales, son las que suelen alterarme el talante, según su alcance o importancia.

Bueno está terminando el día de la Patrona de Málaga, Nuestra Señora de la Victoria, que en cuanto a mí se refiere en nada ha alterado el discurrir de este día.

Esta entrada no ha tenido perfil alguno de interés, pero yo he pasado una hora, que me ha llevado hasta el momento de irme a cenar y dar por terminado otro día más. Ya veremos de lo que trataré en la próxima.

martes, 31 de agosto de 2010

Se nos va agosto

Doce horas escasas quedan para que se nos vaya agosto, mes de vacaciones por excelencia. Para mí, el vacar lo es desde hace muchos años por tiempo indefinido, o para mejor decir, permanente.

Los míos, algunos ya han dado por terminadas su vacaciones, otra está a punto de hacerlo en la inmediatez del día de hoy, y el otro no le alcanza una semana de disfrute.

Durante el mes que hoy termina, he tenido la dicha de haberlos reunido a todos aquí, aunque con algunos altibajos en las estancias de tres de mis nietos, motivado a sus propias programaciones, cosa natural en sus edades mozas, como antaño se denominaba a los jóvenes.

Cavilando hoy sobre la circunstancia a que me refiero en los párrafos anteriores, se me viene al recuerdo las distintas etapas por las que la vida de una persona atraviesa en el devenir de su existencia, que por las distintas situaciones íntimas y particulares serían, las de hijo, novio, marido, padre y abuelo. Sin duda, de todas ellas, por lo menos en cuanto a mi respecta, esta última por la que me veo transitando, y que eso de ÚLTIMA ha de serlo así, ya mi situación para una nueva catalogación no puede darse.

Las sensibilidades en todo ser humano, hablo solo por lo que a mi se refiere, llegan a la máxima expresión cuando se alcanza la vejez y se mantiene el cerebro con la suficiente claridad de ideas. Estas sensibilidades tienen por una parte el encanto del disfrute sublime de sentirte rodeado y en la proximidad de tus seres queridos, y por ende todo hecho o suceso favorable que a ellos acaezca. En su contra, te hallas permanentemente con el temor de cualquier contrariedad familiar, que aún no siendo de la máxima gravedad, me resultaría difícilmente soportable de afrontarlo y en cuya consecuencia, se desea la propia pérdida de la existencia que verte en la tesitura de tener que superarlo.

A partir de ya, esperar otra vez a que llegue el verano que viene, que aún echándole mucho optimismo al caso, y mirando hacia ese horizonte con la sensatez propia de un anciano, tan lejano y cuesta arriba se contempla, que nunca se descarta el hecho de si uno volverá a gozarlo, tal lo ha sido este año, ahora podríamos decir.

Pienso de la infelicidad de aquellos seres que no les quede esa ilusión de que pasados unos días, meses e incluso un año, carezcan de la esperanza de verse arropados y queridos de los suyos, como yo tengo que dar gracias a Dios de sentirlo y esperarlo de que así sea.

Como casi siempre hago, el recuerdo para la que fue la principal artífice de la obra de que tan orgulloso me siento, y que con ello le informo de la felicidad que todos los nuestros ahora gozan, y la que deseo lo sea así hasta siempre.

Ya la próxima entrada tiene que ser en septiembre. Valga esta por hoy.

sábado, 21 de agosto de 2010

Confesándome


Desde el día 26 del pasado mes de julio no había realizado ninguna otra entrada en este mi blog. Creo que ha sido el mayor espacio de tiempo en el que la demora ha sido mayor.

Pero la entrada de hoy no guarda relación con esta que podríamos llamar desidia. Si no otra de signo totalmente diferente y a la que he titulado "Confesándome" y que realmente considero que va a ser eso, una confesión.

Los míos mas allegados y a través de mis "Memorias", sabéis que uno de los primeros requerimientos de noviazgo en mi primera juventud, lo fue a una paisana mía, que, y aunque la cuestión duró unos cinco años, finalmente todo quedó en nada.

Hace unos cuatro meses, tuve noticia de que una hermana suya, mayor que ella y la última que le quedaba, de cuatro que eran, un varón y tres hembras, había fallecido. Hasta aquí, se podría colegir que la cosa no tendría tampoco la mayor trascendencia. Pero no es así, cuando menos para mí particularmente.

Como en mis memorias ya había hecho constar, con esa joven a la que pretendía, cometí con ella el único acto de venganza premeditada que recuerde he cometido durante toda mi vida. Los motivos que dieron, equivocadamente hoy, fueron ciertos airados desprecios que durante algún tiempo me dispensó.

Durante largas charlas sostenidas con mi íntimo amigo "Currito", (q.e.p.d.), con el que nos contábamos todas nuestras peripecias amorosas, desde que éramos unos adolescentes, en una ocasión le prometí que persistiría en intentar hacerme novio de esta joven a la que aludo, aunque sin citar su nombre, y que cuando lo consiguiera, si llegaba a ello, rompería esa relación.

Realmente fueron cinco años insistiendo en ello y que a fuerza de mi insistencia parecía que los sentimientos de ella iban cambiando a medida que el tiempo pasaba, al punto de que si no locamente enamorada de mí, sí creo llegó a desear formalizar una relación seria conmigo. Pero yo, y persistiendo en mi promesa, ni establecía una relación de noviazgo con ella, pero tampoco dejaba que algún otro joven lo hiciera. Así, y pasados unos cinco años como digo, concretamente el día 31 de diciembre de 1947, rompía lo que tanto para ella como para la gente, consideraban ya un noviazgo. En esta ruptura, sin duda siempre lo he reconocido, tuve un comportamiento excesivamente duro en cuanto a explicarle o mejor dicho, reprobarle el que ella había tenido conmigo durante los primeros tiempos de mis requerimientos. Finalmente ella no llegó a casarse. Sin duda, si no toda, si en gran parte fui culpable de que ella se quedara soltera, dado que en una ocasión cuando parecía estar a punto de echarse novio, yo me metí por medio y todo se rompió. Y aquí viene, lo de mi pesar, por la muerte de su hermana. Mi pretendida de entonces tiene la misma edad que yo, incluso es unos veinte días mayor. Yo, hoy, me veo rodeado de hijos y nietos los que me hacen sentirme profundamente feliz y arropado por todos, y pendientes de cualquier contrariedad que pueda tener. ELLA, hoy que no se si vivirá sola en algún domicilio o asilada en cualquier residencia, posiblemente pasaran días, semanas o meses, sin que nadie le dedique un momento de recuerdo cariñoso. Solo tiene sobrinos y creo que los más próximos a centenares de kilómetros de Córdoba, donde ella esta viviendo. He reflexionado durante estos cuatro meses pasados, que mientras yo, todos mis pensamientos van dirigidos en desear lo mejor para los míos y regocijarme con sus actuales situaciones, creo que para ella solo en su cabeza acudirá el pensar el tiempo que le quede que estar en esta vida y desear que sea lo menos dolorosa posible.

De todo esto, CONFIESO MI ARREPENTIMIENTO DE AQUEL PROCEDER, y aunque nunca llegue a su conocimiento, le pido perdón por ello, aunque ya de nada valga. El único atenuante que de toda esta historia pueda tener, es la de que de todo corazón, las últimas palabras que sostuve con ella aquel lejano 31 de diciembre de 1947, al decirle que nuestras vidas no volverían a encontrarse, fue la de "DESEARLE LA MISMA SUERTE QUE YO DESEABA PARA MÍ". Esto sé que no se ha cumplido.

Con esta confesión quiero descargar en lo posible el pesar de conciencia que tengo de ello. Hasta otra entrada.

lunes, 26 de julio de 2010

26 de julio de 1950


En la tarde del día 26 de julio de 1950, en unión de otros compañeros llegaba a Málaga a fin de incorporarme a la Comandancia de la Guardia Civil de esta provincia, como Guardia recién salido de la Academia de Úbeda.

No conocía esta ciudad, salvo de oídas de cosas que de ella me contaba mi padre, que como quiera que hizo el servicio militar en Melilla, en Málaga tomaba el barco para ir y aquí desembarcaba cuando venía, aunque realmente todo ello bastante superficial, dado que su estancia, tanto en las idas como en las venidas, no era de tiempo espaciado.

Yo, mi destino a Málaga, en realidad no me produjo la menor alegría, antes bien me causó cierta contrariedad. No conocía a nadie de Málaga, tanto de la capital como de la provincia. Quizás por ello, con la añadidura de ciertos datos que a la vista estaban, me pareció una ciudad bastante sucia; su aspecto físico aparentaba cierto abandono e incluso aún se veían algunas consecuencias de la guerra civil, aunque hacía once años que había terminado.

Hoy, vuelvo la vista atrás y Málaga y yo, hemos ido proporcionalmente en direcciones opuestas, pero solo por lo que respecta a nuestro aspecto físico. Ella, ha dado un cambio tan expectacular que se ha puesto a la altura de las mejores ciudades de España. Nada de cuanto se exponía a mi vista en aquella primera visita, puede contemplarse hoy. En mi persona, tampoco. Aquel joven guapete que llegaba a Málaga en 1950, es hoy irreconocible para toda aquella persona que haga algunos años que no me ha visto personalmente. Sesenta años pasados sobre mí, han hecho verdaderos destrozos físicos Todas mis esperanzas y deseos de entonces son hoy recuerdos. Pero el desencanto que me produjo mi destino a esta provincia, desembocó hace ya muchos años en un profundo agradecimiento, bendiciendo el momento en el que se me asigno este destino. Aquí he conseguido multiplicado hasta el infinito, todo cuanto en aquel momento hubiere podido siquiera soñar. Hoy, soy tan amante de Málaga como lo pueda ser el primero y mis raíces aquí, con los innumerables logros conseguidos profesionalmente, pero muy especial en mi vida íntima y personal, es difícil encontrar quien pueda igualarlo, aunque imposible superarlo. Doy por bien empleado mi desgaste físico en ese tiempo transcurrido, con las aportaciones con los que he sido compensado. Solo de todo ello, me falta una, quizá la mas importante, de las que me ayudaron a conseguir tanta dicha. VAYA HOY, mi recuerdo hacia ELLA.