sábado, 27 de abril de 2013

Cumpliendo años


Hoy cumplo años. Muchos. Pero no tantos como para sentirme arrepentido de ello, y aunque los que hoy cumplo, pese a que intente cambiar el orden de los dígitos, se queda tal cual. O sea que sin mas preámbulos tengo ya 88 años.

Cuando se llega a cumplir cierto número de años y muchos en mi caso hoy, que tantos son, dos son los sentimientos que a ello me llevan. Lo primero, y echando la vista atrás hasta aquellos en que comencé a tener uso de razón y de mi estancia por estos lares, es hacer balance de cuanto ha sido mi caminar por este mundo. Como en muchas ocasiones he dejado constancia escrita de ello, ni que a soñar me hubiere echado e incluso pedirme lo que yo hubiere deseado para mí y todo mi entorno, mucho más de cuanto siquiera yo hubiera alcanzado en pedir, me fue concedido. Sin lugar a dudas, superior a los merecimientos que para ello haya hecho. Riquezas crematísticas, ni fueron muchas las que amasé, ni estuve dotado para ello, pero en cuanto a las familiares, Dios, en principio, me concedió  la dicha de nacer de unos padres maravillosos, y que ello es la esencia de que si no se dilapida, es el sendero que sin duda le lleva a uno, por esa dicha de la  que tanto para nosotros como para nuestra descendencia deseamos,  y esa circunstancia, mis hijos no lo han sido menos y los hijos de mis hijos, en nada tuvieron que envidiar a los de sus padres y abuelos, así que orgulloso me encuentro de todo  ese entorno con el que envuelto me veo. He sentido pérdidas dolorosas de familiares que para siempre nos dejaron, pero no para suplir esas pérdidas, porque eso posible no es, vinieron otros, que eso sí, como número, fueron no perdiendo cantidad de seres de los que amándonos siguieron, y a los que menos nosotros queriéndolos estamos. Por cuanto a mi ámbito de amistades, puedo dar el mismo reconocimiento que a familiares se indica, muchos y buenos fueron los que atesoré y si algunos he ido perdiendo con el paso del tiempo, no menos lo han sido los que he tenido la suerte de ir consiguiendo.

Lo segundo, es que de vez en vez, no podemos sustraernos a echar una mirada hacia ese incierto futuro que nos reste por alcanzar. y aunque alguien dijo en una ocasión "que nadie es tan viejo que no piense cuando menos vivir un año más", yo en mi caso particular, ya por agradecido estoy a Dios de lo que vivido me ha concedido, pero si en las condiciones de todo orden en que hoy disfruto, en lo futuro no se me niega, importarme no me duele el que por esta vida me deje y con ello siga gozando de las mieles de dicha de las que tan bien  compensado lo fui y siéndolo sigo. 

Y así con ese sosiego que los años dejan, controladas las ambiciones, deshaciéndose en su mayoría de las utopías, doliéndonos en su punto máximo de la pérdida de esos seres queridos que se fueron, pero no menos gozando de la dicha que nos proporcionan los que nos quedan, que en mi caso particular lo siga como hasta ahora, pero eso sí, que lo cese antes de ver partir de algunos de estos seres que me circundan y que lo son mucho mas importantes que mi propia existencia.

Si el año 2014, en esta misma fecha, festejar pueda como ya en parte lo he hecho y mucho me resta por hacerlo, un cumpleaños más, y además, puedo realizar una nueva entrada en este blog, bendita sea, si no, no por ello el mundo dejará de seguir su rumbo y que todos los míos, no dejen de continuar con él.

Hasta la próxima entrada.    

sábado, 20 de abril de 2013

Triste efemérides


Hoy se cumple el decimonoveno aniversario del fallecimiento de mi madre. Poco mas de un mes le faltaba para cumplir los 97 años de edad, por tanto, larga fue su vida. Pese al dolor que supone la pérdida de una madre, creo es la que con mayor comprensión suele llevarse, dado a que como desde el momento en que se llega a tener conciencia de la existencia, a los padres solemos verlos como personas ya mayores y que por esas razones naturales, habrán de marcharse de esta vida antes que nosotros. En estos momentos, en que recordando aquel 20 de abril de 1994, perdía a mi madre para siempre, no puedo por menos que traer a la memoria, lo que desde que como cito anteriormente tuve uso de razón, fue su caminar por este mundo. Sin duda, le toco vivir una de las etapas mas duras, como lo fueron, las estrecheces de los años anteriores a  la guerra civil española, los acontecimientos y consecuencias de la misma guerra, y los no menos duros ocho o diez años tras el término de la misma. Entre tanto, e igualmente con anterioridad al ciclo mencionado, vio morir a tres de sus hijos, cuando creo que ninguno de ellos llegó siquiera a cumplir un año de edad. El sacrificio que le supuso el sacar adelante a los cinco restantes, en situaciones tan adversas como lo fueron, en el período antes citado, y para mayor abundamiento en hacer mas grave la situación, sin el apoyo de mi padre, su marido, por un período de alrededor de cuatro años, como consecuencia de la mencionada guerra y de un desgraciado accidente laboral que tuvo cerca de dos años antes de la misma. Pero la entereza de aquella mujer, mi madre, su capacidad de sacrificio y no menos la de su entrega al trabajo, su propio talante y ese amor de madre, como sin duda no existe otro en el mundo, le dieron la fuerza suficiente, e incluso diría yo, le sobraron, para llevar adelante tan arduo cometido, y del que los cinco hijos que le sobrevivieron, fuimos los beneficiados de ello.

Gracias a Dios, los no menos de treinta últimos años de su vida, si no tanto como hubiere merecido, si pudo gozarlos  en el ámbito personal, como en el familiar, al haber conseguido una vida, yo diría que incluso algo mas que aceptable, excepto su marido, mi padre, que fallecía treinta y cinco años antes que ella, cuando precisamente comenzaba la etapa de la recuperación en todos los órdenes. 

De lo que con su fallecimiento se libró, fue la de no haber presenciado el fallecimiento de sus hijos, tercero, cuarto y quinto en el orden de venir al mundo, como lo fueron mis hermanos Cesáreo, Antonio y José, y precisamente en el mismo orden en que nacieron. Sea esta entrada para rendir un sentido y emocionado recuerdo, que juntos sin duda lo están  todos en el Cielo, y comenzando por el orden cronológico en que se fueron de esta vida, a mi padre, mi madre y tres hermanos antes citados. 

Hasta la próxima.

domingo, 14 de abril de 2013

¡Han pasado sesenta y tres años!


Tal día como hoy de 1950, a bordo de un renqueante tranvía que desde la estación Linares-Baeza, llegaba a la Academia de la Guardia Civil de Úbeda, ubicada en aquella fecha en un antiguo Cuartel de Caballería sito a extramuros de la referida ciudad jiennense.

Para hacerse una idea de lo que eran los viajes de aquellas fechas, comenzaré diciendo, que sobre  las doce y media de la noche anterior, en que en unión de un buen número de compañeros que nos incorporábamos como Guardias alumnos al mencionado centro, tomábamos el tren expreso Málaga-Madrid, en la ciudad de Córdoba, llegando a Úbeda no menos de nueve horas después, claro, previo el transbordo correspondiente en la estación ya mencionada de Linares-Baeza.

¡Cuántas ilusiones y esperanzas rondaban por mi mente en aquellos momentos! Todas aquellas ilusiones y esperanzas de las que yo ni siquiera podía alcanzar con el deseo, fueron cumpliéndose con el paso de mi permanencia en el Cuerpo, con mucha mayor amplitud de lo que siquiera soñaba. En primer lugar, con mi ingreso en la Guardia Civil, se cumplía una de mis antiguas incógnitas de cómo llegaría a ser mi forma y modo de vida cuando fuera mayor, quitándome de encima la incertidumbre que, desde incluso mi adolescencia, había supuesto mi trabajo en el campo como jornalero y los dos últimos años antes de incorporarme al ejército con mi reemplazo, trabajando en una mina.

Cuando ingresé en la Academia de Úbeda, se daba la paradoja de que llevando ya a mis espaldas treinta meses de servicio militar, ni había hecho instrucción, ni había jurado bandera, ni había practicado servicio alguno de armas, dado a que durante el tiempo en que mi reemplazo realizaba esos requisitos, yo permanecía en el Hospital Militar de la Macarena de Sevilla,  ingresado como consecuencia de una úlcera en la córnea del ojo izquierdo. Esa circunstancia me llevó a que la instrucción en la Academia de Úbeda la hiciera junto a quienes no habían hecho el servicio militar, que eran solo los hijos del Cuerpo a quienes no les era exigido tal requisito, y que  los demás,  debíamos llevar prestado como mínimo dos años de servicio militar. Así con mas mili que "Cascorro" como solía decirse, acudía a la instrucción en el pelotón de los torpes, de donde me viene la amistad con mi entrañable amigo y compañero, Juan Ortíz Dominguez, que claro y como hijos del Cuerpo, también entre otros estaban, José Barrena Bejarano, hijo del Brigada encargado de la oficina de la Comandancia de Córdoba; Eugenio Lorenzana Cid, hijo del Teniente, a la sazón Jefe de la Línea de Cerro Muriano; Santiago Calzada Calero, hijo de un Guardia que creo estaba aquí en la Comandancia de Málaga; Juan Dueñas Romero, su padre Guardia en Andújar y un largo etcétera. Hoy en este día, recordando aquella tan lejana fecha del 14 de abril de 1950, no puedo por menos que regodearme de lo que supuso para mí, aquel a simple vista humilde empleo, y de que me llevó a querer y amar a esa Institución como una de las grandes pasiones de mi vivir, y no sé si por ello, o por ello fue, el haber conseguido una dicha de cuanto me supuso, tanto en el ámbito profesional, sino por encima de todo, y sobre todo, en el orden familiar, que cien vidas que Dios me diera, las entregaría a mi pertenencia al Cuerpo de la Guardia Civil. 

De todos aquellos compañeros y que algunos llegué incluso a considerar como amigos, sólo, como he citado anteriormente, me queda, y que Dios quiera lo sea por mucho tiempo, Juan Ortiz, con quien e incluso, acompañados de nuestras esposas (q.e.p.d.), luengos años de felicidad pasamos juntos en nuestro cotidiano vivir, con también otros matrimonios, aunque nada tuvieron que ver con la Guardia Civil. Amigo Juan, con esta entrada llevas un entrañable abrazo, aunque a lo mejor dentro de no más de algunas horas, estemos hablando por teléfono.  

Además de todo cuanto dejo expuesto anteriormente, nunca  dejaré de dar gracias a Dios, por lo  que a partir de aquel catorce de abril de mil novecientos cincuenta, supuso mi ingreso, en, como bien merecido tiene, de "Benemérito Instituto".

Hasta la próxima.

martes, 9 de abril de 2013

¡A buscar novia!


Como reza el dicho popular, "que la cabra siempre tira al monte", los ya un tanto pasados de años, tendemos a la añoranza de los  de nuestra juventud, en lo que solemos regodearnos, más porque éramos jóvenes, que por los hechos en los que recordamos, aunque en alguna que otra ocasión, si tuvieran la entidad e importancia suficiente para traerlos a la memoria.

Y volviendo a contar de como en aquellos tiempos nos desenvolvíamos en diferentes aspectos de la vida, de lo que en  algunas anteriores entradas he dejado constancia, hoy, y como figura en el título de la presente, voy a tratar de relatar cómo se iniciaba un noviazgo y la forma en que continuaba esa relación, ello en mi pueblo claro, y creo no difería mucho de los del resto de España. 

Desde tan pronto nos íbamos aproximando a la edad, los varones se entiende,  de los catorce, quince o dieciséis años, sentíamos ese gusanillo de cómo y de que modo tendríamos que hacer para declararnos a una mujer a fin de pedirle relaciones amorosas. No se porqué, los mayores parecían darles al hecho tal importancia y misterio, que a nosotros, cuando menos a mí y a mis amistades mas cercanas les sucedía lo mismo, sentíamos cierto temor a que cuando llegara la hora de dirigirnos a una joven con tales propósitos, no supiéramos cómo hacerlo e incluso caer en el ridículo. Tan extendido estaba este sentimiento, generalmente en los adolescentes, que incluso se vendían una especie de folletos explicando la forma de dirigirse a una mujer para pedirle relaciones, así como diferentes modelos de cartas para  iguales fines. Un primo mío y yo, por cierto compramos uno.

Como en mis tiempos las jóvenes en los días laborables solo salían de su casa para ir a cualquier recado, o bien a por agua potable, que solo un pozo había en la localidad que lo fuera, y también, y esto en la mayoría de los casos era intencionado, la asistencia a cualquier acto religioso, que por supuesto se celebraba en la iglesia. Los domingos y festivos, si el tiempo lo permitía había paseo por la tarde en la carretera, y también en la mayoría de ellos había baile, era la única oportunidad de poder hablar con ellas.

En los paseos las jóvenes solían hacerlo cuando menos dos, tres o cuatro juntas y cogidas del brazo unas a otras. Así, en el momento en que te decidías a "soltarle el trapo", como  coloquialmente decíamos en mi pueblo, a pretender de amores a una chica, aunque a la que te dirigieras fuera en uno de los extremos del conjunto, por fuerza las demás  tenían que oír todo cuanto uno dijera, y que en no pocas ocasiones, unas sarcásticas sonrisas no muy disimuladas asomaban a todas cuantas fueran en el grupo, eso sí, rara vez a la que fueran dirigidas. Por tanto las mejores oportunidades se daban en el baile, pero aunque tratabas de hacerlo con el mayor disimulo posible y como ya el rumor de tus propósitos se había extendido cuando menos por todos los componentes de tu pandilla, nunca pasaba desapercibido el momento de declaración, y lo confieso, a mí, y durante más tiempo del deseado, cada vez que lo hacía, un rubor que hacía enrojecer mi rostro,  me delataba. Ya una vez hecha la primera declaración, luego la continuación era más fácil y siempre se aprovechaba cualquier salida a la calle de tu pretendida para continuar con la conquista y para lo que empleabas muchos ratos de observación sobre su domicilio a fin no perder ninguna de las oportunidades que se te presentaran.

Al día siguiente de haberte declarado a ella, ya estaba la pareja en la "comidilla" de todo el vecindario. El tiempo en formalizarse el noviazgo dependía de, sobre todo el deseo de ella, el acoso del pretendiente, y también la cantidad de oportunidades que hubieres tenido de acercarte a ella. La señal de que el noviazgo se había realizado, lo era cuando en el paseo se daba la circunstancia, como se decía, de que se "habían soltado de pareja", o sea que ya paseaban los dos solos, sin que las amigas de la novia lo hicieran cogidas del brazo de ella. En el baile, lo era cuando ambos se sentaban en sillas continuas, y solo bailaban nada más que el uno con el otro, salvo compromiso de algún familiar muy cercano a ella, previa petición.

Ya una vez se eran novios, y eso sí, la inmensa mayoría de los días, si era festivo, después del paseo o del baile, y también en los días laborables, se hablaba con la novia en la puerta de su casa, o también por la ventana, o sea, que la novia dentro de su casa y de una habitación que tuviera ventana que diera a la calle, y el novio por fuera, así se "pelaba la pava" como se denominaba a hablar con la novia. Hoy recordando algunas de aquellas estampas, por ejemplo en noche de lluvia, el novio con un impermeable por encima y capota cubriendo su cabeza, asido a los hierros de la ventana permanecía a lo mejor por espacio de dos, tres o cuatro horas aguantando el chaparrón, y lo que entonces se veía con total normalidad, si hoy pudiera verse una fotografía de tales eventos, sería para caerse de espaldas.

Pasado un tiempo con esa forma de pelar la pava, llegaba el momento de entrar en la casa, ya que tanto la familia de ella como la circunstancia lo requería, entonces había que pedir permiso al padre de la novia, para que te concediera hablar con su hija dentro de su casa. Y la verdad, es que en partes era peor el remedio que la enfermedad, dado a que en la puerta y desde la ventana siempre tenías una oportunidad de poderla besar y como no, algún que otro tocamiento, cosa que dentro de la casa te era tan difícil, que se pasaban noches y noches sin que siquiera pudieras darle un beso. Para evitarlo, estaban siempre la madre, la abuela o en alguna que otra ocasión una hermana de la novia, de vigía permanente. En raras ocasiones se era vigilado, por el padre, el abuelo o hermano. Eso eran misiones femeninas. El darse un beso los novios, siempre, siempre, siempre,  se hacía en la más estricta intimidad, y nunca delante de otra persona, incluso amigas o amigos de la novia o el novio. Para eso había que estar  alerta y no dejar pasar oportunidad que se presentara, como por ejemplo cuando la madre tenía que ir a la cocina para dar una vuelta a la comida, siempre que no se dejara una reserva en la vigilancia.

Por lo relatado de como se buscaba novia y era la forma de continuar un noviazgo en mis tiempos de joven, aunque reconozco queda tan lejos, creo que no puede siquiera haber punto  de comparación, a como hoy se hace, pero también se presentaban oportunidades y pocas se desaprovechaban .

Hasta la próxima que ya los novios se habrán casado.

miércoles, 3 de abril de 2013

Los pájaros disparan a las escopetas (ah, y felicitar el día de hoy)



Extraño asunto el dado a la primera parte del tema de esta entrada, pero si juzgamos el caso que me ha llevado a ello, no tendremos mas remedio que dar por acertado el título elegido. Por cuanto a la segunda parte del enunciado, la cosa está mas clara.

Comencemos. Resulta que el pasado sábado, en mis años de juventud, Sábado de Gloria, y ahora, Sábado Santo, se celebraba, y ahora, no por todo el vecindario de Villaharta, el día de la merendilla, que como la mayoría de mis escasos lectores sabéis, consiste en pasar el día en el campo y dar buen cobijo en el cuerpo,  de cuanto bueno en el comer y el beber se pueda.  Con tal motivo, allá que me llevaron, como digo el pasado día 30, a fin de hacer cuanto se pudiera en semejante sacrificio, aunque no hace falta mucho empeño para salir airoso de cuanto suele ponerse por delante. Pero no es aquí donde radica lo excéntrico de la noticia. Resulta que antes de irnos hacia el lugar donde daríamos buena cuenta de las exquisitas viandas, como es preceptivo y nunca puedo dejar de hacerlo,  me pasé a visitar a un entrañable amigo. Y atrochando, cuando bajaba una escalera en el  domicilio de mi amigo, yo como "persona mayor" asido a la barandilla de la misma, con la sana intención a evitar una caída, mira por donde, y posiblemente en agradecimiento de que había ido a visitar al propietario de todo el edificio, la barandilla en vez de dejarse en que yo me apoyara en ella, pensaría que lo mejor es irme con él. Y así sucedió, que desprendiéndose de donde estaba asida desde muchos años ha, se vino conmigo, y ambos dando tumbos escaleras abajo, la barandilla no sé, pero yo, como suele decirse en Villaharta me pegué tal "guajarrazo" con el costado derecho sobre el pavimento, del que al día de hoy, los moratones sobre la frente y las dolencias sobre toda la cabeza, el hombro, y de una costilla un tanto resentida, me han tenido sin gana alguna, no de entrar en el blog, sino de cualquier otra cosa, pero hoy, la segunda parte de cuanto voy a escribir, no podía dejar pasar tal efemérides. Así que aclarado, lo que de una barandilla en una escalera está para evitar caídas, resulta que fue causa de que ello me sucediera. Por ello, ¿conformes con lo de los pájaros y las escopetas?

Fuente: http://criticamasmenos.blogspot.com.es 
Vamos con la segunda cuestión. Hoy 3 de abril, cumple mi  hijo José Carlos, cincuenta y cinco años, que por cierto el día de su nacimiento allá por el 1958, era Jueves Santo. Pero exactamente otro tres de abril, veinticuatro años después, o sea de 1982, contraía matrimonio. Así,  y aunque cumplida la misión de felicitar, a mi nuera y  a mi hijo, hecho por teléfono, como acontecimiento de esos muchos importantes que me han ido sucediendo a lo largo de mi vida, hágolo constar aquí también, y deseándoles otra vez, muchas felicidades, y lo sigan siendo como hasta ahora por siempre. Así, a la hora en que ahora mismo son las dos de la tarde, hace veinticuatro años estábamos celebrando la comida en un hotel de la capital maña. Hoy, quien por primera vez era madrina de un hijo, hace ya muchos dejó de estar entre nosotros. La alegría al traer al recuerdo aquella feliz unión, no por ello deja de producir un profundo pesar, la pérdida de ella.

Hasta la próxima entrada.