martes, 27 de agosto de 2013

Las vacaciones se acaban


A una semana vista, las vacaciones habrán terminado para la mayoría, de quienes cuando menos tienen la suerte de tener trabajo, así como también para los estudiantes. Todos los años cuando llega el mes de junio, me da gran alegría al considerar que nos hallamos a las puertas de las vacaciones y con ello poder ver a mis hijos y nietos que sin duda llevo varios meses privado de ello. A medida que el mes de agosto se va aproximando a su final, me sucede todo lo contrario, al verse cumplidas sus fechas de asueto.
 
Será porque yo, en mi juventud, estuve privado de ese período de descanso y del que solo se obtenía cuando la falta de trabajo obligaba a ello, hoy valoro más ese tiempo en que generalmente,  además de aislarte del cotidiano trabajo, te la da la oportunidad de reunirte con familiares o amigos,  y, al propio tiempo disfrutar bien de la playa, la montaña o simplemente alejarte de la rutina de todo el año.  Trayendo al recuerdo aquellos años, hasta mi ingreso en la Guardia Civil,  en que  toda mi alegría, y como no, de todos mis coetáneos también, era la carencia de esos días de vacar porque se tenía un trabajo y que cuando así era, incluso no se descansaba día alguno, y cuando ello ocurría, llevaba consigo la pérdida del sueldo  correspondiente al día no trabajado. Estas generaciones posteriores a la mía, se preguntarán para sí, como era posible que ni un solo día del año en que no se asistiera al trabajo, por la causa que fuere, no se recibía el salario, incluso en los casos de fuerza mayor, cuando un día de lluvia en el campo por ejemplo,  te obligaba a la no asistencia al tajo.

Pues así era, y aunque aún pueda parecer que nosotros mismos éramos los culpables de ello, no era así, sino que esa era la forma de vivir de entonces y que venía arrastrada desde seguro, siglos atrás, y el conformismo tan arraigado estaba en las mentes de los trabajadores, que como antes he citado, la mayor de nuestras alegrías era cuando, aún sin un solo día de descanso, seguro durante algunos meses seguidos, no faltaba donde poder obtener ese, aunque mísero jornal, que cuando menos ayudaba a la pervivencia de las familias, que era casi lo máximo a que se aspiraba.
  
Esa diferencia, para mejor, por cuanto al modo y forma del trabajo de aquel ayer al hoy, es otra de las muchas obtenciones en la manera y desarrollo, no solo de trabajador, sino que ello ha trascendido a todo el entorno del mismo.  El mero hecho de traerlo a la memoria, da la sensación de haber venido de otro mundo  de donde, hoy, parece imposible el soporte de semejante forma de vivir. Muchas veces, cuando los ya metidos en años contamos, incluso a los nuestros, aquella vida, parece que incluso al escucharnos dan en   pensar que  no sería para tanto, y es que no conciben que tal fuera el discurrir nuestro.

Si es cierto, y como decía Cervantes, que "en la adversidad se forjan los grandes corazones" y cuando nos ha llegado, como reza el dicho "el tiempo de las vacas gordas", sabemos apreciar más y mejor el cambio obtenido, que claro, como ellos, vinieron a este mundo cuando ya se transitaba por otros senderos distintos a los que a nosotros nos tocó atravesar, carecen de la referencia de la  que nosotros tuvimos, para su beneficio, claro.

Aquellos abuelos, bisabuelos, e incluso nuestros propios padres, cuando contaban con la edad con la que yo tengo hoy, que estaban a expensas de sus hijos con los que solo podían compartir las muchas carencias que en aquellos hogares había, a mí, solo, y pasados tantos años de su desaparición, se me parte el alma de pensar cuanto hubieron de soportar en su paso por esta vida. Vaya para todos ellos, mi sentido recuerdo.

Hasta la próxima, que seguro como creo cité por estas fechas en algún pasado año, ya estará "cada mochuelo en su olivo", el equivalente a cada cual en su sitio. 

martes, 20 de agosto de 2013

El teléfono entonces



La entrada de hoy obedece a una indicación de mi editor, por tanto un nieto mío, el que cuando hace un par de días y como consecuencia de contarle algunas de las anécdotas de mi pasado, cuestión que tanto nos gusta a los "mayores", me dijo que la misma la pasara a este blog para conocimiento  de los demás.
  
Pues allá va. Creo podía ser a primeros del año de 1935, poco tiempo después de instalarse el teléfono en mi pueblo,  cuando mi abuela paterna y a eso de las once de la mañana, poco más o menos, recibía un "aviso de conferencia" de su hijo Antonio que se hallaba destinado en Albacete como Guardia Civil. Aunque no recuerdo la causa o motivo de que mi tío deseara celebrar una conferencia teléfonica con su madre, pero la cuestión debió de ser de sumo interés o trascendencia. El mencionado aviso, me parece era para celebrarla sobre las doce o una de la mañana. La noticia trascendió a toda la familia y posiblemente hasta algunas personas ajenas a la misma. Tras varios anuncios de demora para la celebración, debió verificarse cuando menos sobre las cinco o las seis de la tarde.

En el momento de que mi abuela era llamada a pasar al locutorio, ya que su hijo se encontraba dispuesto para hablar con ella, en una antesala al mismo, nos hallábamos cuando menos ocho o diez miembros de la familia, entre hermanas y sobrinos de quien había iniciado tan interesante acontecimiento. 

Una vez mi abuela estuvo al corriente de cuanto su hijo le comunicaba, que como digo anteriormente debía ser noticia o motivo muy importante, uno tras otro de todos los familiares que allí esperábamos tan  novedoso acontecer, entre ellos yo, tomamos el teléfono y cruzamos algunas palabras con mi tío, al que seguramente debió costarle la broma por lo menos la mitad del  sueldo de un mes, que a la sazón no debía de ser muy alto. Tanto mi abuela como el resto de familiares que tuvimos la dicha de poder hablar por teléfono aquel día, lo hacíamos por primera vez en la vida. En aquel tiempo no había ningún teléfono en domicilios particulares, y todas cuantas conferencias habían de celebrarse, eran precisamente previo anuncio y en la central que estaba establecida en una casa frente a la iglesia del pueblo. Yo, once años después volví a hablar por teléfono y precisamente desde la propia central, pero esta vez gratuitamente, y fue durante la celebración de una de las noches de "quintos", de mi reemplazo, echándole serenatas a las telefonistas de pueblos limítrofes, debido a que uno de los quintos, era hijo de los propietarios de la casa donde estaba instalada la central telefónica, y de los tres que formábamos la orquesta, él tocaba el violín; otro amigo mío y también quinto, las maracas; y yo tocaba la guitarra. Más que tocar la guitarra, lo que hacía era formar ruido con ella, aunque a través del hilo telefónico no se notaba mi incompetencia en la materia y por las receptoras de las serenatas lo agradecían bastante, dado a que les hacíamos pasar parte de la noche un tanto distraídas. 

La primera de la cita fue mi bautizo por cuanto a hablar por tan importante y moderno medio de comunicación.

Pero el estancamiento en cuanto a la verdadera modernización del medio, duró muchos años, y a este respecto voy a citar unos datos de los que era testigo directo, y extrañaran más, debido al punto donde se daban.

Allá por los años 1956 y posteriores, perteneciendo yo al Servicio de Información de la Guardia Civil aquí en Málaga, cuando teníamos URGENTE necesidad de comunicarnos por teléfono con alguna otra ciudad española, habíamos de recurrir a un Guardia que pertenecía también a dicho Servicio y a la sazón tenía una novia que trabajaba en la Central Telefónica aquí en Málaga, a fin de que agilizara en el tiempo la celebración de la conferencia interesada, dado a que si no, eso de la "demora", era cuestión frecuente en la consecución de lo solicitado, que en ocasiones podían "demorarse" varias horas.

Si en todas las circunstancias reseñadas, me hubieren dicho que hoy, todas las noches a la hora que tengamos por conveniente, pueda hablar con alguno de mis hijos, que uno está en Madrid y otro en Zaragoza y a la vez vernos el uno al otro, y es más, hace dos años que mi hija estando en los Estados Unidos de América, celebrábamos a diario tales vídeo-conferencias y a la vez gratuitamente desde nuestros ordenadores y a través de Skype, diría que estaba mal de la "azotea" de quien me lo comunicara.

El haber sido testigo de estos cambios en este y en muchos sentidos de la vida, es cuando menos el premio al haber nacido hace tanto tiempo y permanecer aún por estos mundos de Dios.

Hasta la próxima entrada.

sábado, 17 de agosto de 2013

Día de recordaciones


Esta mañana mi hijo José Carlos y su mujer han dado por finalizadas sus vacaciones aquí en Málaga, en mi casa, saliendo para su residencia en Zaragoza. Este año ninguno de sus dos hijos han podido siquiera venir unos días, debido a sus ocupaciones.

Anoche estuvimos cenando en casa de mi hija, con mis tres hijos, sus respectivos cónyuges y solo tres de mis seis nietos, lo máximo que este año en esta y otra ocasión nos hemos podido reunir. El paso de los días va poniendo las cosas en su sitio, según las situaciones  en que a cada uno lo lleva. 

Mirando al pasado, reciente y no tan reciente, no teniendo por menos que con ese gusanillo de tristeza que se apodera del ánimo cuando un ser querido se ausenta por algún tiempo, traer al recuerdo todo un pasado, incluso de hasta mi ya lejana infancia, de aquellas reuniones con mis hermanos, que ni pudieron ser muchas y pocas las que motivaron la celebración de venturosos acontecimientos. Luego pasas al recuerdo de la crianza de los propios hijos, el devenir de cada uno de ellos y que en el día a día parece que el tiempo se resiste a ir pasando, pero que luego en un abrir y cerrar de ojos, sus propias circunstancias los hace ausentarse e independizarse, que a la vez que cada uno lo va realizando son girones del alma que se van desgarrando del sentir de los padres, pero como en mi caso ha sido, al tiempo que cada ausencia dejaban también felices sensaciones, debido a que sus motivaciones lo fueron siempre por venturosas circunstancias, y sin que siquiera te dé tiempo a reaccionar, comienzan a llegar los nietos. De éstos y como he citado anteriormente, seis, y todos varones, han sido los que me han llenado de la ilusión y el gozo que a los abuelos le suponen la llegada de los hijos de tus hijos.

Si el paso de los días parecen volar, su máxima velocidad parece experimentarse en la contemplación del devenir de los nietos, que cuando aún parece estar contemplándolos en su mas tierna infancia y la llegada del primero hasta el sexto, como en mi caso lo ha sido, no te ha dado tiempo, o el propio subconsciente no lo acepta de que pasan volando los años, y a la vez que a ellos les va colocando en las situaciones  que sin duda van deseando, a uno, en este caso a mí, se me acumulan tantos, que su propio peso
te hacen experimentar las dificultades que ello trae consigo, y posiblemente no nos traiga el desánimo de sentirnos "viejos", porque el recreo que mirarte en ellos, los nietos y sus padres, supone que tiempo no te deja para emplearlo en mirarte a tí mismo.

Así, cuando todas las ambiciones propias estan mermadas, e incluso desaparecidas, que sería lo suficiente para hacerte el vivir sin aliciente alguno, el mirarte en tu rededor, de todos esos seres que sabes te quieren, te hacen saborear en su más alto grado, el gozo de estar transitando por esta vida, y me atrevería a decir, que incluso más, que lo pasado, tal vez por el sosiego y la serenidad, que posiblemente, sea lo mas valioso, que el llegar a estas alturas de lo años acumulados deja en nuestros sentires.

Sorprende que apetencias pasadas, de las que posiblemente muchas fueron conseguidas, otras frustradas y otras solo soñadas, desaparecen totalmente con ese paso del tiempo, y solo se da la consideración, que ninguna otra comparársele puede, a como cito anteriormente y muchas veces lo he repetido, el goce y disfrute de mirarte en esos seres por quienes estarias dispuesto a darlo todo, incluso esa propia vida, de la que sin ellos no tendrías razón de seguirla viviendo.

Tampoco en estas circunstancias quedan sin venirte al recuerdo esos seres, aquellos que se fueron, y que sin dejar de enorgullecerte de los que tienes, puedes, y menos debes, dejar en el olvido.

Hasta la próxima, que no se que motivo o recuerdo trataré en ella.

domingo, 11 de agosto de 2013

¿Vaguera? Para algunas cosas sí...




Cuando esta mañana me dispongo a entrar en el blog, me doy cuenta que llevo ya nueve días sin hacerlo, lo que creo que, salvo por razones de salud, en pocas ocasiones mi vaguera ha llegado a tanto. No es que tenga una obligatoriedad de escribir cada equis días, pero creo da la sensación de estar abandonando cuando menos una ilusión que es lo que me produce el hacerlo y adermás a que, mis escasos, pero selectos  lectores, tengan  cuando menos donde invertir un rato de su tiempo para ver lo que se me ha ocurrido contar hoy.

A decir verdad, así como señalar un recuerdo de una efemérides digna de ser contada, durante el período de días que llevo sin escribir no se me viene a la memoria, aunque siempre no falta alguna simpleza que contar, cuando uno se pone a escribir. Lo que sí puedo decir, y que a lo mejor es el motivo de mi tardanza, es que mi actividad social durante estos días que llevamos transcurridos del mes de agosto ha sido frenética, por cuanto a una persona de mi edad pueda ser normal, pero unos días por una cuestión y otros por otra, se han ido engarzando unas con otras, como Don Quijote decía que su escudero hacía con los refranes. En realidad no es que haya sido de propósito esa actividad social, en referencia a cuanto señalaba en unas de mis anteriores y recientes entradas, como consecuencia de haber salido de la contrariedad en mi estado de salud por el que atravesé y que creo recordar decía algo así como que, en el futuro, me dispondría a disfrutar todo lo posible, sino que como he contado antes se ha presentado así, casi siempre no propuesto ni proyectado por mí, pero tampoco es que me haya resistido a aceptar el ofrecimiento que se me haya hecho.

Ahora, cuando por las fechas en que nos encontramos, y al relatar lo de que a mis años llevo bastantes días, vamos a decir que "disfrutando de la vida", me vienen al recuerdo, de que por iguales fechas, pero de hace algunas, años más y algunos menos de los setenta transcurridos, o sea desde los quince a los diecinueve años de edad, cuando me hallaba en los que posiblemente más los hubiere necesitado, me marchaba a trabajar a la finca de La Calera, y que miles de veces he citado en mis diversas entradas en este blog, y me pasaba incluso un mes seguido sin ir siquiera al pueblo, ni tener mas distracción que el trabajo y la relación, aunque siempre cordial, con los compañeros de faena. Eso sí, el comparar el discurrir de mi vida en la actualidad, a como lo hacían durante su vejez, incluso mis padres y sus coetáneos, y quizá, no porque no hubieren hecho méritos para ello, no existe ni la posibilidad de poderlo comparar, asi que por tanto, no tengo por menos que dar gracias a Dios que en este tramo de mi vida, en el que como digo, en mi juventud, los que atravesaban por esta etapa, la inmensa mayoría estaban a expensas de lo que, incluso con gran sacrificio podían recibir de sus hijos, que en la que generalmente, solo podían repartir necesidades y escaseces. A mí, me tocó vivir una infancia y primera juventud  de grandes dificultades, de las que mis padres no tuvieron suficiente con padecer las suyas, sino las que vieron soportar incluso a sus hijos, cuestión que una vez ya pasados los veinticinco años, yo dejé poco a poco atrás en el tiempo, a mis descendientes, desde su inicio no han tenido que soportarlo, y yó, como digo en esta entrada, llevo bastantes días, lo que para mis ascendentes hubiere también deseado. Y, lo que si es cierto, es que he llegado a la conclusión, que para disfrutar de la vida, la edad, cuando menos hasta ahora, para mí no ha sido óbice, aunque eso sí, la salud sobre todo es imprescindible, y como no alguna que otra "cosilla", que por fortuna me acompaña, en todos los órdenes.

Bueno, no es que sea nada interesante para quienes tengais por costumbre y fuerza de voluntad entrar en las lecturas de mi blog, figuran en la entrada de hoy, pero con ello yo he salido del paso y quitado un peso de encima, pero a la vez he dicho a los cuatro vientos, que llevo bastantes días "pasándomelo en grande",  como suele decirse.

Hasta la próxima, que espero tenga algo mas de aliciente.

viernes, 2 de agosto de 2013

El mecanógrafo



Era el día 2 de agosto pero de 1946. Hoy precisamente se cumplen 67 años, en que tocaba por primera vez una máquina de escribir. Los que no estéis al tanto del caso, exclamaréis ¡pues vaya noticia que no da hoy éste! Pués la noticia en sí no será muy importante, pero el "caso"  a que da lugar el citarlo hoy, si lo fue en su día.

Quienes hayais leído mis memorias, o tres entradas que hice en este blog en 31 de julio y 1 y 2 de agosto de 2008, sabeis demasiado que la cosa tuvo su aquél. Y aunque sea brevemente a continuación trataré de explicarlo a fin de que lo conozcais, aquellos que como cito no lo sepan.

Resulta que sería mediados del mes de julio del mencionado año 1946, hallándome cumpliendo el servicio militar en el Regimiento de Artillería número 14, cuyo acuartelamiento estaba en Pineda, extrarradios de Sevilla, cuando el Sargento de Semana después de pasar la Lista de Retreta, que para los no iniciados diré que es la última que se pasa en el Ejército cada día, citaba una orden que procedente de Capitanía General de la 2ª Región Militar, ubicadas sus oficinas en la Plaza de España de la mencionada capital sevillana, solicitaba personal voluntario para ordenanzas, escribientes y mecanógrafos en las mencionadas oficinas. Para ordenanzas, fueron bastantes los que dieron el paso al frente  al punto de que el Sargento, solo tomo nota de tres o cuatrro de ellos; para escribientes, también fueron varios los que deseaban dicho destino, pero para mecanógrafo, nadie salía. En vista de ello, y sin lugar a dudas ha sido lo mas descabellado que haya hecho en la  vida, y con la agravante de que ni siquiera había tocado nunca una máquina de escribir, di un paso al frente para que me incluyera en lista solicitando como tal el destino de mecanógrafo., creyendo quw no me llamaríanm aunque sí me hubiere gustado serl

El día 31 del mencionado mes de julio y tras ser leída la citada Lista de Retreta, en nota que aparte tenía sobre sus manos el Sargento, leía lo siguiente: "El Artillero Rafael Galán Rodríguez hará su presentación con la máxima urgencia en las Oficinas de Capitanía General de esta Región Militar, donde ha sido destinado como mecanógrafo". ¡El mundo se me vino encima! Yo, que hasta mi ingreso en el Ejército solo había efectuado los diferentes trabajos del campo y los dos años anteriores a mi ingreso, trabajando en una mina de carbón, y que como citaba anteriormente, ni siquiera había tocado jamás una máquina de escribir... ¡Hala! destinado nada menos que como tal mecanógrafo a las oficinas de la Capitanía General.

Al siguiente día, primero de agosto, que como suele decirse, "con más miedo que vergueza", salía del Regimiento rumbo a mi nuevo destino. Al verificar mi presentación ante un Brigada, donde me indicaron había de hacerlo, al preguntarme a qué oficinas iba destinado, cuestión que no me lo había dicho el Sargento la noche anterior al darme la noticia, y tras algunas llamadas de teléfono a distintas oficinas, dicho Suboficial no consiguiendo averiguar mi destino, me indicó volviera al Regimiento y me dijeran que oficina o Negociado era quien me reclamaba, lo que así hicieron.

Aquellas veinticuatro horas, fueron para mí, como si un condenado a muerte cuando lo van a ejecutar aplazan la ejecución para el siguiente día a la misma hora. Pero esas veinticuatro horas pasaron mas veloces de lo que yo hubiere deseado no llegaran nunca. Y así llegó aquel 2 de agosto de 1946, serían aproximadamente las once de la mañana, verifiqué mi presentación ante el mismo Brigada, al que le indique cuanto me había sido informado en el Regimiento, y que era en concreto la Zona de Reclutamiento y Movilización número 9, dependiente del Gobierno Militar. Hacía un calor sofocante. Yo portaba una maleta de madera, que hace pocas fechas citaba cuando me incorporé a Málaga como Guardia Civil. Desde los sótanos de Capitanía donde tenía su oficina el Brigada a quien me había presentado y a quien acompñaba hasta mi nuevo destino, hubímos de subir por una escalera de las llamadas de caracol con 108 escalones. El contenido de la maleta, no recuerdo exactamente, pero poco mas o menos pesaba como si fuera vacía, no obstante ello el mismo estado nervioso que llevaba por el resultado de cuanto pudiera suceder al descubrirse que ni puñetera idea tenía con respecto al destino que se me hacía, y sospechando que a lo mejor hasta pudieran mandarme un mes al calabozo, aquellos 108 escalones que hubimos de subir, yo hubiere preferido que no hubieran terminado nunca, pero pronto me hallé antes unas oficinas, en la que tras pasar una puerta de grandes dimensiones, sobre una ventanilla abierta en una mampara de madera y crital, figuraba el siguiente rótulo "ZONA DE RECLUTAMIENTO Y MOVILIZACIÓN NUMERO 9", Aquello me pareció un epitafio puesto a mi medida.

Abreviando y tras un pequeño trámite entre el Brigada que acompañaba y otro del mismo empleo, encargado del personal de la oficina receptora, fui presentado ante un Capitán a quien debía prestar mis servicios como tal mecanógrafo.

Yo como todo capital llevaba encima solamente un sello de correos que tenía guardado con el fin de escribir a mis padres y contarle donde pudiera encontrarme, ya que fusilarme no creía pudieran llegar a hacer conmigo. El Brigada, hizo de mí la siguiente presentación: "Mi Capitán aquí le presento el mecanógrafo que había solicitado". Poniéndose a sus órdenes se retiro, y allí quedaba yo SOLO ANTE EL PELIGRO. 

El Capitán tras ofrecerme su petaca de la que eché cantidad como para un cigarro, tuvo que darme papel de fumar para liarlo y además ofrecerme un enendedor para para prenderle fuego, que previas preguntas le contestaba que carecía de todo, y que finalmente me dió la siguiente respuesta: "Pues vienes tú como para irte de juerga".

Tras todo este prólogo, yo parecía ya estar dispuesto a afrontar todas consecuencias que pudieran sobrevenirme, de lo que sin duda era merecedor, pero lo que fuera a ser que lo fuera ya. Y así fué.

Señálándome una máquina de escribir marca "Underwood", que había a la derecha de la mesa que el Capitán ocupaba, me dice bueno vamos a trabajar. Con mucho mas aplomo del que antes presumía tener, y pensando que allí estaba yo para afrontar las consecuencias, le respondí: "Mi Capitán. yo no soy mecanógrafo y ni siquiera he tocado nunca una máquina de escribir".  Aquel Capitán sin lugar a dudas sufría la mayor sorpresa de su vida. Me añade: "Entonces es que te han mandado equivocadamente". Le conté todo tal había sucedido. Creo que ni se acordaba que tenía un cigarro en su mano. Primero se quedó mirándome fíjamente, creo que pensando "qué hago yo con este tío". Tras un breve paréntesis, elevando su mirada al infinito, tal vez pensando la condena que merecía, me espetó asi de sopetón: "¿Tú tienes interés en aprender a escribir a máquina?" Como era cierto, le respondí que era lo que más deseaba en aquel momento. Sentencia final: "Entonces no te preocupes, verás como pronto te enseñas". Como he comentado muchas veces, aquel hombre hasta lo hubiera colmado de besos en aquellos momentos, y si no lo hice no fue por falta de deseo, pero como soldado ante un Capitán, hube de contenerme

Sin salir ni una sola tarde después de las horas de oficina, gastando infinidad de cuartillas y fólios, y trás haberme comprado un librito cuyo título recuerdo era "Mecanografía al tacto". Aproximadamente un mes despues, trabajábamos, digo yo, trabajaba como un mecanógrafo de mediana capacidad para arriba. 

Aquello con el paso del tiempo me sirvió mucho en la Guardia Civil.

Asi que hace hoy sesenta y siete años comencé mi enseñanza de mecanografía. Vaya otra vez mi agradecimiento a aquel Capitán, que para mi tenía mas madera de Santo que de militar.

Hasta la próxima entrada.