viernes, 27 de noviembre de 2015

Cambio de destino


Hoy se han cumplido 41 años, en que voluntariamente pasaba destinado desde el Servicio de Información de la Comandancia de Málaga, a la Jefatura de Armamento de la misma.

Después de haber estado con el empleo de Guardia, de Cabo de Sargento y de Sargento primero en la primera de las unidades, y en la que aprendí casi todo lo que llegué a saber de la Guardia Civil, aquel cese, pese a serlo voluntario, dejaba en mí "ese no sé qué" que al alma te llega.

Para mí, cuarenta veces que ingresara en el Cuerpo, desearía ir a prestar mis servicios en el de Información, aunque en la forma en que hoy puedan desenvolverse dichos Servicios, lo serían totalmente desconocidos para mí, pero sin duda con muchos más medios de los que entonces en los años cincuenta, sesenta y hasta el setenta y cuatro que yo estuve en el mismo, aunque progresivamente fueron aumentando, seguro no pueden ni aproximarse a cuanto en ellos hoy se cuenta.

Por cuanto llevo expuesto, quienes puedan leer esta entrada se preguntarán: "entonces si tan a gusto estabas, ¿por qué solicitaste voluntariamente cesar en el mismo?"

En pocas palabras voy a tratar de hacerlo. Primero, en el tardo-franquismo, como podrá observarse que lo fue precisamente un año antes de fallecer Franco cuando cambié de destino, los servicios de Información no sabíamos a que atenernos, principalmente en cuestiones que afectaban a la política, donde parecía que nadie quería intervenir en tales hechos.

A tal fin voy a contar un caso que se me dio, y es que un estudiante que se hallaba cursando sus estudios en Málaga, pero tenía su residencia en otra provincia, estaba encuadrado en una organización política clandestina, que se descubrió en el verano cuando los estudiantes estaban de vacaciones. Por nota informativa se comunicó al servicio de información de la Comandancia de su residencia tal circunstancia en la que se indicaba su domicilio, y detalles sobre encuadramiento en la misma. Esto sucedía en los últimos días del mes de julio o primeros de agosto. La próxima noticia que tuve sobre el particular fue en los primeros días de Septiembre, en cuya nota informativa se me comunicaba que un día de la primera quincena de aquel mes, dicho individuo se trasladaría a Málaga a fin de examinarse de una asignatura que le había quedado pendiente. Como es natural, a aquella noticia, no le hice el menor caso.

Pero tampoco eran en total esos los motivos, por lo que solicité mi pase a la Jefatura de Armamento, sino que en el Servicio de Información tenía que estar las veinticuatro horas del día pendiente de cualquier noticia que llegara al mismo, y cualquier movimiento que hiciera, incluso en un día festivo con la familia, tenía que dejar el punto donde me encontraba y teléfono al que habría de llamarme el Guardia de servicio en el mismo, en caso de necesidad, que no fue una vez sola, la que hube de salir de estampida, bien teniendo que volver con la familia a la casa o dejarla en el lugar donde estuvieran, si de por sí tenían oportunidad de regresar.

En el nuevo destino tenía oficina solo de ocho a catorce horas, y en contadas ocasiones a lo largo del año tuve necesidad de ir alguna tarde y rara vez en día festivo. Los veinticinco años de servicio que llevaba y los cuarenta y nueve cumplidos, con la desatención que como he citado tenía en parte a mi mujer y mis hijos, me hicieron el solicitar tal cambio.

Hoy, transcurridos cuarenta y un años desde aquel 27 de noviembre de 1974, siento la añoranza de mi paso por Información, como decíamos los Civiles, pero nada dejó en mi de particular los siete años que estuve en la Jefatura de Armamento. Lo que si puedo decir, es que fueron los más tranquilos y de menor preocupación de todos los que pasé en el Cuerpo.

A ello voy a señalar, que después de llevar más de treinta y cuatro años retirado, en alguna ocasión he soñado con servicios que estaba prestando en Información, pero ni una sola vez lo he hecho, de lo que fue mi actividad en Armamento, y que consistía en el control de todo el armamento y municiones de la Comandancia, de lo que anualmente tenía que presentar un resumen en la Jefatura de Armamento de la Dirección General del Cuerpo.

Así a bote pronto, me parece que fue ayer cuando aquello sucedía, pero mirando hacia atrás y trayendo a la memoria acontecimientos pasados, casi medio siglo de ello, son muchos años, y mucho el cambio habido en todos los órdenes.

Hasta la próxima entrada.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Cuarenta años han pasado


Hoy no tengo por menos que volver la vista atrás y situarme en aquel 20 de noviembre de 1975. El Presidente del Gobierno Carlos Arias Navarro, por televisión daba la noticia: "FRANCO HA MUERTO".

Yo mantenía entonces, y hoy también, el recuerdo de los años anteriores al inicio de la Guerra Civil española, el discurrir de la misma, así como su finalización.

En el momento en que Franco moría, yo estaba en activo, pero en un destino poco expuesto al peligro por una parte, dado a que estaba a cargo del control del armamento, municiones, y todo el material como granadas de mano, que en aquellos momentos solo se utilizaba en ejercicios de tiro. Por otra parte, también era el jefe del equipo de desactivación de explosivos, de lo que había realizado el curso en el mes de enero de aquel año, y de lo que  no tenía la mínima preparación para ello,  ya que ni profesores para ello tuvimos en el curso, dado a que era el primero que se daba en todo Andalucía. No obstante a todo lo que hasta ahora he relatado, me producía la menor inquietud a mi personalmente, quizá por la edad, cincuenta años, y estar curtido en muchos acontecimientos, antes, durante y después de la guerra civil.

Pero también mantenía en el recuerdo las reacciones y comportamientos de partidos políticos y otros estamentos, sobre todo en las proximidades del inicio de aquella contienda. Lo que pudiera acontecer tras la muerte de Franco, era una gran incertidumbre. que era lo que, al igual que una gran mayoría, a mi también me sucedía y en eso si que tenía una preocupación máxima, y no era por cuanto a mi se refería.

Hoy como decía al principio, volviendo la vista atrás en esos cuarenta años transcurridos, aquella transición se llevó a efecto gracias a Dios. Yo, que entonces tenía a mi cargo todo el armamento, municiones y la jefatura del equipo de desactivación de explosivos, llevo mas de treinta y cuatro años retirado y gracias a Dios llevando una vida mucho mejor y de calidad, de lo que ni siquiera entonces pudiera haber soñado.

Aquellos temores y preocupaciones de entonces, son solo un recuerdo y un consuelo de lo que se temía pudiera haber sido, pero que no fue.

Hasta la próxima entrada.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Examen de ingreso


Tal mañana como la de hoy, pero de 1949, por tanto hace SESENTA Y SEIS AÑOS, me examinaba en la Comandancia de Córdoba opositando para mi ingreso en la Guardia Civil. Aquel momento lo llevaba esperando desde hacía algo más de dos, y al fin salvaba las dificultades que hasta entonces  me lo habían impedido, cuyas circunstancias tanto en mis memorias como en alguna entrada que sobre este particular creo he realizado en este blog, las había señalado. Posiblemente, como ahora, cuando faltan algunos minutos para la una de la tarde, aquel día colocaban a la puerta de la dependencia donde se habían celebrado los exámenes, la lista de los "Aprobados", en la que yo figuraba.

Baladí podrá parecer tal consecución, pero entonces, y aun hoy lo mantengo, resultó ser para mí,  una de las consecuciones mas ilusionantes de mi vida. Cuando ante la lista expuesta, mis ojos veían mi nombre colocado en la misma como aprobado, una sacudida de satisfacción y alegría recorría todo mi ser, y además de todo cuanto para mí esperaba podía suponer, como así resultó ser, la alegría que de ello iban a recibir mis padres, colmaba la mayor de las alegrías que personalmente había recibído hasta entonces, tal vez comparada con la que tuve cuando en la mili, conseguí mi pase como mecanógrafo a las oficinas de la Capitanía General, cuyo acontecer lo he relatado seguramente mas veces de las que debiera, como sucede  exactamente con la de hoy.

En fin, aquella tarde cuando a casa de mis padres llegaba y les daba la noticia de mi aprobado, colmado de lágrimas recibía de cada uno de ellos, uno de los mayores abrazos y besos y que suponía el "no va más", de  las satisfacciones.

Más de treinta y un años de servicio en el Cuerpo, y además de treinta y cuatro los que llevo "retirado", de los que pocos  días habré dejado de dar gracias a Dios por aquella consecución, por muchos más que pudiera sobrevivirlos, de lo que consciente soy de que no muy luengos puedan ser, aun me faltarían mas para poder dar las suficientes a cuanto ello de dicha y felicidad me proporcionó.

Vaya esta corta entrada de hoy, principalmente como añadido a ese agradecimiento apuntado anteriormente, sintiéndome plenamente feliz y orgulloso de como a partir de aquel parecido como perdido en el paso del tiempo, año 1949, y que transcurridos 66 años por esta vida, sigo transitando, y aunque peque de reiterativo por lo también muchas veces expresado, sin duda recibí, y recibiendo lo continuo, mas de lo que yo pudiera nunca haber dado y merecido.

Hasta la próxima entrada.

lunes, 9 de noviembre de 2015

El súmmum por el movil


Viniendo hoy al medio día desde Guadalmar a mi casa en el autobús, he presenciado hasta donde se puede llegar en el uso del teléfono móvil.

Ya entrado en Málaga ciudad, en una de las paradas subieron entre otras personas al autobús donde yo venía, una jovencísima que debía estar entre los quince y diecisiete años. Como es casi general, no solo en los jóvenes, si no también, en los no tan jóvenes y hasta niño/as, con su móvil en la mano. El primer asiento que encontró desocupado era uno de los cuatro que existían en el vehículo destinado a los ancianos y discapacitados. Yéndose hacia el mismo y con una tensión como si le faltara el oxígeno para respirar y cuando aun todavía no había terminado de sentarse, con sus dos dedos pulgares, comenzó a teclear sobre la pantalla del mismo con una velocidad. que solo un mecanógrafo que había en Capitanía General donde yo hice la mili, había visto nunca escribir con tanta velocidad. Jadeante y en un estado que daba la sensación de haber llegado al paroxismo, permaneció en aquel estado durante unos dos o tres minutos, pasados los cuales y respirando profundamente apartó la vista de donde estaba escribiendo lo que fuera, miró como al infinito, en sus labios se dibujó una leve sonrisa y continuó tecleando pero ya de forma mas pausada.

Los escasos segundos que debió perder en estar pendiente de su móvil. en subir al vehículo y pasar su tarjeta del bus, creo que como decía al principio de este relato, le faltaba hasta el aliento que le ocasionaba una respiración jadeante como si en ello le fuera la propia vida.

Como no, en esos instantes mi mente se fue hasta aquellos recuerdos lejanísimos del principio de los años cuarenta del pasado siglo cuando yo tenía los años que esa jovencísima debía tener, y que distancia tan abismal hay entre la forma y modo de vivir entre ella y los de su generación, con la mía y la de mis coetáneos.

Pero no por ello, y pese a todas nuestras carencias de entonces, pienso no son hoy mas felices de lo que nosotros lo éramos.

Precisamente, por ejemplo dentro de unos días, el 13 de este mes, festividad entre otras de San Diego, se celebraba en mi pueblo el llamado día del café. Las jóvenes entonces, en casa de una de ellas, preparaban café y algunos dulces caseros e invitaban a los amigos, entre los cuales casi siempre estaban, no ya los novios de algunas de ellas, si no también los pretendientes o los que deseaban que lo fueran. Aquellas reuniones que solían celebrarse por la noche después de cenar,  duraban hasta las primeras horas de la madrugada.

Colocaban en las mesas las tazas iguales de dos en dos, que cada una llevaba de su propia casa, nos invitaban primero sentarnos los varones en la mesa, y según la taza que estuviera en el punto donde te habías sentado, la propietaria de la misma y su igual, se sentaba a tu vera. Eso parecerá que era echarlo a suerte, pero la casi generalidad de nosotros sabíamos de antemano que taza habíamos de elegir, que era conocer quien era su propietaria y por  tanto, con quien deseábamos estar. Aquellas largas charlas, que en su conjunto eran verdaderas algarabías, llegaba a formar unos lazos de amistad y fraternidad. entre todos,  que hoy pasados mas de setenta años, algunos de aquellos "días del café" calaron tanto en mí que cuando llega San Diego, no tengo por menos que pasar mis recuerdos por aquellas felices vivencias. La relación de las personas entre sí, dejan una huella mas profunda y sentida de cuanto puedan hacerlo cualquier otra cosa, de cuyos recuerdos, nunca, nunca, puedes desprenderte.

Si algún joven hoy puede leer esta entrada, seguro se le dibujará una sarcástica sonrisa en sus labios y dirá para sí: "Cosas de viejos, qué le vamos a hacer..."

A mí no me ha llegado la fiebre del teléfono móvil, y solo se utilizarlo para recibir las pocas llamadas que me hacen, y no más, las que yo hago.

Hasta la próxima entrada.