miércoles, 12 de abril de 2017

Al fin en la Academia


El día 12 de abril, pero de 1,950, por tanto hoy se han cumplido sesenta y siete años, realizaba  mi ingreso en  la Academia de Úbeda,  una de las varias que entonces había de la Guardia Civil, de España.

Como había prometido en una de mis anteriores entradas de contar mi paso por dicha Institución, una de las grandes ilusiones cumplidas de mi vida, nada mejor que comenzar haciéndolo por su inicio como es el ingreso en la Academia.

En aquellas fechas, como todo, los transportes eran un verdadero desastre y así diré que tomamos el tren expreso que salía uno de Málaga y otro de Sevilla, sobre las diez de la noche, y en Córdoba se unían y formaban un solo convoy, y por tanto bien pasadas estaban las doce embarcamos en el mismo, y allá sobre las tres y media de la madrugada llegamos a la estación de Baeza-Linares y donde permanecimos por espacio de unas cinco horas en que tomamos un renqueante tranvía que nos llevó hasta la citada localidad de Úbeda.

El edificio donde estaba ubicada dicha Academia, era un antiguo cuartel de caballería y tal como lo fue para su primer cometido, lo era para el segundo, pero sin que para ello fuere sometido a reforma alguna. En esta pequeña postal que conservo, aparecía fotografía de la fachada principal de la misma.


Excepto los hijos del Cuerpo a los cuales se les eximia del cumplimiento del servicio militar para el ingreso, los demás, entre ellos, yo llevaba ya dos años y medio de mili a mis espaldas, por tanto hechos  a la vida de cuartel, con la añadidura de ser al propio tiempo Academia Militar.

Sin que pueda faltar rigurosamente a la verdad, ninguno de los aproximadamente trescientos que supuso aquella promoción y en dicha academia, llevó con mayor ilusión que yo lo hice, los tres meses y algunos días que duró el curso, de donde salimos precisamente el 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen. Unos veinte aproximadamente, vinimos destinados a Málaga, Comandancia que en aquellos tiempos, era una de las de peor fama de toda España, por la extensión de su costa con numerosos cuarteles a lo largo de la misma, la inmensa mayoría carentes de agua corriente, de luz eléctrica,de toda clase de servicios e incluso hasta sin teléfono, como lo era al que yo fui destinado, denominado Torrelasal, nombre que se debía a un torreón junto al edificio del acuartelamiento, que parece ser en sus tiempos había servido para el almacenamiento de la sal que se utilizaba para el pescado que se realizaba por parte de aquel litoral, y la cantidad de horas que se hacían de servicio, que en las noches de invierno llegaban hasta las quince horas diarias y sin que se tuviera día alguno libre, si no lo era cuando se disfrutaba permiso, que se tardaba algo mas de un año, en poder disfrutar quince o veinte días.

Dado a las vicisitudes acaecidas durante el tiempo que pase en el mismo y que se haría demasiado largo de contar, el estar en el día de Miércoles Santo, fecha en que las procesiones de esta bendita ciudad de Málaga, sale el Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de los Dolores, de la que la Guardia Civil es Hermano Mayor Honorario, doy finalizada esta entrada y en la próxima continuaré el relato de cuanto en Torrelasal me sucedió.

El edificio de aquel acuartelamiento desapareció hace ya algunos años, debido a la construcción en casi todo el litoral malagueño de viviendas, apartamento e incluso chalet.

jueves, 6 de abril de 2017

La primera evadida.


Al fin llegaba una de las fechas que desde hacía bastantes años estaba deseando que llegara, aunque ello pueda parecerle inédito a cualquier persona, que no sea yo, claro.

Día 6 de abril de 1946. Sí, hoy se cumplen SETENTA Y UN AÑOS, que en compañía de una quincena de compañeros aproximadamente, salíamos de Villaharta hacía la estación de El Vacar-Villaharta, distante a unos diez kilómetros del pueblo, portando nuestras maletas a lomos de algunas caballerías, y donde tomaríamos un tren especial, que solía llamársele el "tren de los quintos"  y que nos trasladaba hasta la capital cordobesa donde habíamos de realizar nuestra presentación en la Caja de Recluta de la misma.

Aquello, era el inicio de lo que el pueblo solía llamarlo irse a la mili. Por primera vez en mi vida, aquello me separaba de mi familia, y que por tanto suponía lo que he dado en titular como la PRIMERA EVADIDA. Diré que en mi mente había un revoltijo de sentimientos, esperanzas y deseos, los que imposible me era poderlos ordenar,ya que lo por venir me era totalmente desconocido.

Como he citado al principio de esta entrada, esperaba con deseo ese momento, dado a que aquello, para mí, podría ser el trampolín que me llevara hasta el ingreso en la Guardia Civil, que era la meta que en mis ensoñaciones se había fraguado a lo largo de años, incluso podríamos decir, que desde mi adolescencia por lo menos.

Podrían ser sobre las diez de la mañana de aquel día, cuando llegaba el esperado tren abarrotado de "quintos" que a lo largo de varios pueblos de la provincia de Córdoba, por donde fue pasando, había recogido. Yo iba como delegado de los quintos de mi pueblo y sobre las doce horas, realizaba mi presentación ante un militar de una graduación que no recuerdo, a quien entregué la lista en la que figurábamos inscritos. La única indicación que me fue dada, era de que estuviésemos esperando en las proximidades de aquel edificio, y desde uno de los balcones del mismo, de vez en cuando se irían leyendo, a través de altavoces las decisiones tomadas a lo largo de algunos días. Así era, con espacios de algunas horas, como se me había indicado se leían los nombres de los que iban destinados a tal o cual Regimiento o Cuerpo, el día y hora que en aquel lugar serían recogidos por una representación de la Unidad donde eran destinados y trasladados hasta la estación donde serian embarcados y llevados hasta su destino.

Con las dos horas que daban para la comida, de 14 a 16, mis colegas del pueblo, y yo mismo, nos buscamos o fuimos donde alojarnos los días que precisos fueran y hasta donde depositamos las maletas de las que éramos portadores.

Hasta la mañana del día 11, seáse cinco días llevábamos allí, cuando por la mañana, por lo que a mi respecta y otro de mi pueblo que se llamaba José Carrillo Gómez, fuimos nombrados por los altavoces, ordenándonos estuviéramos allí a las cuatro de la tarde, provistos de nuestras respectivas maletas y que seríamos recogidos por una representación del Regimiento de Artillería 14. de guarnición en Sevilla  donde habíamos sido destinados.

Pasadas estaban las cinco y media de la tarde de aquel once de abril de 1946, éramos embarcados en un tren especial, y como diría Cervantes de las cárceles, toda incomodidad tenía su asiento, y aunque parezca imposible, desembarcábamos en la estación denominada de Plaza de Armas de la capital sevillana, cuando ya habían dado las doce de la noche, Desde allí, a pie y portando cada uno su maleta, hasta el acuartelamiento de Artillería sito en el punto conocido por Pineda, no menos distante de seis o siete kilómetros, donde llegamos cerca de las tres de la madrugada, tardando no menos de dos horas en entregarnos las camas,  y a las siete de la mañana escuchábamos el toque de la banda de cornetas y tambores, una llamada "diana floreada" que solía hacerse en ocasiones muy señaladas, y sobre todo, en el recibimiento de los reclutas llegados, y en la despedida de los soldados que se licenciaban.

Así sucedió todo desde que salía de mi pueblo en la mañana de la que hoy se cumplen 71 años, hasta la llegada al Regimiento donde fui destinado.

Todos los que me conocéis y tanto por mis memorias, como por las entradas realizadas en este blog, tenéis conocimieno de que los dos años y medio de mili, lo fueron hasta entonces el mejor tiempo pasado en mi vida, y que llegué al ejército habiendo dejado de ser minero días antes, y regresaba como mecanógrafo, de  manera que también conocéis el modo y la forma en que lo había conseguido, lo que luego ya en la Guardia Civil, me fue del máximo provecho.

Para no hacerme pesado, doy por conclusa esta entrada, y a partir de la próxima, y, como tengo prometido en anteriores, iniciaré los relatos del cómo, el cuándo y por qué, fue mi paso por esa Guardia Civil, a la que llevaré en lo más profundo de mis sentimientos, mientras Dios me mantenga el necesario aliento para ello.

Hasta la próxima.