martes, 14 de noviembre de 2017

¡Qué lejos queda!

Frontera, El Hierro

Como casi siempre solemos hacer los "viejos", o mayores, como ahora suele llamársenos a los que cargados de años vamos, que no es otra cosa que volver a veces muchos años atrás, como en el presente caso sucede. Si no, podéis observar. Córdoba 14 de noviembre de 1949. Así, hoy hace SESENTA Y OCHO AÑOS, realizaba mi examen para ingreso en la Guardia Civil en la Comandancia de dicha ciudad.

Sin duda, y creo que también el día de mi casamiento, y solo puede ser que uno o dos más, han sido los que marcan un hito en el devenir de mi vida, y que ello fue la consecuencia que me llevaron a gozar de una felicidad completa, con la circunstancia de que a estas alturas de mi ya largo caminar, continuo gozándola, sin que por ello,  y como el paso del tiempo es inmisericorde se lleva por delante seres que cuando sucede te rebanan el alma.

Quiero hacer un aparte, para recordar una anécdota y que fue lo siguiente. Por mi tío que era entonces Secretario del Ayuntamiento de Villaharta, me entregó una carta para un Capitán del Cuerpo del que recuerdo se apellidaba Cañero, creo desempeñaba el cargo de Ayudante del Teniente Coronel Jefe de la Comandancia, pregunté por él y me indicaron era uno que paseaba por el patio donde nos hallábamos todos los opositores. Sin duda la carta era recomendándome a dicho oficial y con el que me dijo le unía una gran amistad, dado a que hacía años estuvo de Comandante de Puesto en mi pueblo. Presentándome al mismo y diciéndole quien se la enviaba, le hice entrega de dicha misiva, la tomo en su mano y sin dirigirme una sola palabra y sin abrirla, se la metió en uno de sus bolsillos, y nunca mas, ni incluso mi tio, nada de ello supimos, y eso que tuve la suerte de aprobar. Yo creo que mi tio consideraba amigo a quien no lo merecía.

Como he citado en el párrafo anterior, el regreso a mi pueblo lleno de contento, que lo mismo produjo en mis padres al comunicarles el resultado. Así, y a bote pronto como suele decirse, podrá parecer no era motivo para que me produjera hasta cierta euforia, pero si alguien que pueda leer esta entrada, pudiera entrar en la situación en la que los jornaleros agrícolas lo hacíamos en aquellas fechas, cambiaría de parecer sin lugar a duda.

Cuando el día 27 de marzo del siguiente año 1950, previa cita al cuartel, el Cabo 1º Comandante de Puesto y que por cierto también fue el que me ayudó a cursar toda la documentación, me daba la noticia de que a partir del Primero de Abril siguiente, comenzaba mi pertenencia a la Guardia Civil, más eufórico inclusive que cuando les comunicaba mi aprobación, compartimos un abrazo mis padres y yo. Aquella euforia que tal noticia me producía, era solo un espejismo, de lo que realmente supuso para mí los algo mas de treinta y un años que pertenecí a dicha Institución, que fue, lo es, y seguirá siendo mientras este en esta vida, una de las grandes ilusiones y aún mayor la dicha y bienaventuranzas que en todo orden, personal, familiar y profesional me dieron, y dándomelo siguen. Sí veinte vidas tuviera, sin lugar a dudas, todas ellas trataría de pasarlas como GUARDIA CIVIL.

Como titulo la entrada, qué lejos están aquellas sensaciones y cuántos seres queridos se ha llevado el paso de sesenta y ocho años...

Hasta la próxima.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Día de recuerdos



Hoy festividad de Todos los Santos, guardo infinidad de recuerdos, muy dispares unos de otros por lo que a su motivación respecta.

Comenzaré para aquellos primeros de los que guardo en la memoria. Siendo aún todavía niño, existía la costumbre por lo menos en Villaharta, mi pueblo, de que se iba al cementerio y el cura rezaba un responso frente a la lápida o junto al enterramiento de un familiar de quien o quienes solicitaban dicho rezo al sacerdote y que solían dar unas monedas al mismo por aquel llamado responso. Ya en aquellos entonces, sin que yo fuera consciente de ello, me embargaba una sensibilidad bastante grande cuando escuchaba aquellos rezos del cura, principalmente si a quien iban dirigidos, había sido conocido por mí, al punto de que llegaban a aparecer en mis ojos algunas lágrimas, Pasados mas de ochenta años de aquellos primeros sentimientos, sigo tal lo era entonces.

Para que el tema sea el mismo del párrafo anterior, o sea, la memoria a los seres queridos que nos dejaron, e incluso también, como no, a los amigos y hasta solo conocidos, hoy han pasado repetidas veces por mis recuerdos, y que una de las contrariedades de haber vivido muchos años, es la acumulación de esos seres, que el solo enumerarlos, aunque recordar puede hacerse a una velocidad máxima sin esfuerzo alguno, se hace pronto. Cuando llega esa primera vez, que en mi caso, fue la de mi padre, que dentro de unos meses hará la friolera de 59 años, parece que sería imposible soportar otros aconteceres similares, pero como he citado anteriormente, pasando el tiempo han llegado a ser tantos, que aunque de distintos lazos familiares o afectivos, han ido rebanando girones del alma, que seguro Dios habrá ido reponiéndola en partes. que sin ello me hubiere quedado totalmente sin ella. A TODOS VAYA ESTE SENTIDO RECUERDO.

Ahora paso de un extremo a otro. Y voy a referirme especialmente al paso por mi juventud, dado a que pasada ésta, siempre lo fue dichosa y bienaventurada junto a la familia, sin que solo recuerdo que en esta fecha generalmente se pasaba a utilizar la vestimenta llamada de invierno. Como decía, me retrotraigo mas de setenta y cinco años atrás y como en mi pueblo la única distracción de la juventud era solamente el baile, después de si el tiempo lo permitía, el paseo por la carretera, en verano hasta Fuente Agría y en invierno hasta el llamado Puerto de la  Lapa (que por cierto no se a cuento de que viene ese nombre, por que aquello ni es puerto de nada). Hecha esta salvedad, me reincorporó a lo que iba narrando, y me voy al baile. Hoy me parece imposible, que cuando escuchaba la música de los discos de las dos llamadas "gramolas", que una en el baile público en el salón del casino, y la otra en la sociedad de baile que se ubicaba entonces en el salón de la casa de la Eugenia,  junto a la iglesia del pueblo, era tal la ilusión que recorría todo mi ser, creo que al igual de todos, y todas como también lo dicen ahora, jóvenes, que tales efectos rara vez después he llegado a sentir, pese a que sin duda haya tenido motivos infinitamente superiores para ello. Sin duda, ese "divino tesoro" como suele denominarse a la juventud, por cuestiones que con el paso de los años pueden parecer insignificantes, dejan esa huella en el sentimiento que a medida que los años van acumulándose , se siente esa nostalgia al traer al recuerdo aquellos acontecimienmtos. De aquella música, había tres discos que aun con distintas formas de bailarlo, mayor emoción me producían y era los siguientes: Vals, el celebérrimo "Danubio azul"; tango, la no menos conocida "La cumparsita",  y pasodoble, y no por regalarle el oído a mi editor, el denominado "Islas Canarias". Y me viene al recuerdo en una ocasión, en el baile del casino y que me proponía hacer una declaración de amor, o "soltarle el trapo", como se decía, a una joven, le pedí a Patico el de Culeras, como era conocido, y quien ponía los discos, que me pusiera el pasodoble citado y que lo repitiera otra vez tan pronto llegara a su final, para que me diera tiempo a largar todo cuanto tenía proyectado. Da risa solo el traerlo a cuento, pero dentro de mí esta todavía aquel simple hecho.

En este día, aquí en la voluntaria soledad de mi casa, cuántos recuerdos y hechos vividos a lo largo de toda una feliz vida, salvando algunos momentos de esos que citaba como que rebanan el alma.

Hasta la próxima entrada que no puedo decir cuando será.